A los pies de la Selva Negra y rodeada de cierta clandestinidad que impidió conocer el lugar exacto del concierto hasta dos horas antes, Norah Jones ofreció en la noche del miércoles la segunda de las actuaciones destinadas a presentar a la prensa de Europa su nuevo disco, Not too late (No demasiado tarde), que saldrá a la venta el próximo día 29 en todo el mundo.
Ninguno entre los más de 300 asistentes a la cita de Alemania podía explicarse bien por qué la cantante (que el viernes había actuado en Londres) eligió para su actuación la tranquila y apacible ciudad fronteriza de Baden-Baden, siempre repleta de jubilados alemanes que acuden a sus balnearios de aguas termales. Quizá fuera cuestión de atrapar el parsimonioso ritmo de la ciudad.
Una hora de retraso y la pesada intervención de dos presentadores alemanes que creían estar en un espectáculo de Las Vegas precedieron a la pequeña hija del maestro indio del sitar Ravi Shankar, que saltó rodeada de sus músicos de confianza al escenario del minúsculo y decadente teatro de la ciudad, sostenida sobre rotundas cariátides y decorado con desvaídas pinturas de motivos celestiales.
Allí apareció Jones con un vestido negro corto, medias rosas y botas de caña alta y tacones kilométricos. El plan era demostrar que la intérprete es algo más que una voz sugerente y sensual, a veces susurrante, y que puede volcar su carácter en la difícil frontera del jazz, el pop, el country y el folk.
Así que Jones empezó por demostrar virtuosismo al piano igual que con una amplia colección de guitarras (incluido el pequeño quintillo). Para interpretar su poderoso primer single, Thinking about you, quizás el único tema que había escuchado hasta el momento la mayoría del auditorio, no dudó en sentarse ante un piano eléctrico Wurlitzer, de inconfundible sonido e indescriptible aspecto. Después vendrían Wish I could, Until the end y Wake me up, entre otras.
Aunque el disco (el «álbum más personal» de Jones, como manda el tópico), no saldrá a la venta hasta dentro de 10 días, los primeros compases de Thinking about you ya se pueden escuchar en su página web.
Además, las otras nuevas 13 canciones facturadas por la bella gallina de los huevos de oro de EMI (44 millones de discos vendidos y ocho premios Grammy desde su arranque en 2002 con Come away from me) ya se pueden comprar a través de internet. Y tanto que se puede: según fuentes de la discográfica, la pasada semana Not too late encabezaba la lista de descargas en España, Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Italia, Japón, Luxemburgo, Portugal Suecia, Suiza y es número tres en Estados Unidos.
«Estas canciones son mucho más viscerales. Algunas son oscuras y cínicas, pero hay también un sentido de esperanza. Ésa es la razón por la que el álbum se llama Not too late. Me gusta el mensaje positivo», señaló recientemente la cantante.
Pero no todo es de color de rosa en la música (ni en los shows) de Jones. El chirriante decorado de luces de colores de Baden-Baden, por ejemplo, provocó hasta las bromas quejosas de la cantante. Más grave fue comprobar que Jones, una bella mujer que aún se sorprende de su popularidad y huye de las fotos de prensa, defendió con frialdad y pocas florituras esas canciones supuestamente apasionadas, que, a ratos, sonaron como si apenas hubieran sido ensayadas. «Para cubrir el expediente», resumía certero uno de los invitados.
Y eso que, arropando en Alemania a la cantante -que ya ha hecho sus pinitos como actriz en el filme My blueberry nights de Wong Kar Wai- había músicos de su máxima confianza como el guitarrista Adam Levy, el magnífico bajista Lee Alexander -productor de muchas de sus canciones y su pareja sentimental detrás de los escenarios- y la vocalista de origen asiático Daru Oda, con la que acabó silbando Norah Jones en la pieza minimalista My little room.