CARLOS GARCIA-CALVO
Ayer me llegó la invitación para el desfile de haute couture de Gerald Watelet, un belga afincado en París muy querido por las royals de varios países que corren a él cada vez que tienen una gala importante. De ésas en que las reinas o las princesas tienen que, además de serlo, parecerlo, enfundadas en unos trajes de noche que realcen sus joyas ancestrales y llamativas condecoraciones. A Watelet, que heredó no sólo las costureras sino también algunas de las clientas de haute couture de Yves Saint Laurent, le encanta España, donde viene a impartir una clase magistral de vez en cuando y pasa todos sus veranos.
Si la temporada pasada su desfile tuvo como escenario un salón del hotel Plaza Athenée, esta vez lo será uno del palacete de Salomón de Rothschild. Es bien sabido: los couturiers, una fauna a punto de extinguirse desgraciadamente, eligen un sitio diferente de París para mostrar sus colecciones cada temporada.
Cinco de nuestros diseñadores intentaron una operación similar cuando se convirtieron en los disidentes de Cibeles, algo que resultaba un tanto pretencioso considerando que se trataba solamente de prêt-à-porter y no siempre muy inspirado. Además, algunos de los lugares elegidos dejaban mucho que desear. Por suerte para los miembros de la prensa, que teníamos que recorrer el plano de Madrid para ir de un desfile a otro, con el tiempo volvieron al muchísimo más práctico redil de Ifema.
Pero la temporada pasada Cibeles se trasladó al Paseo de Coches del Retiro a una carpa que, aunque mas vistosa, no era tan cómoda. Esto suscitó las protestas de un grupo de ecologistas que se manifestaron enérgicamente, pero que luego utilizaron los retretes de campaña de la carpa para quitarse la pintura verde con la que habían decorado sus caras. La carpa tiene cuatro retretes, por cierto, por lo que las colas son a veces interminables.
Muchos pensamos que el costoso experimento del Retiro no prosperaría ya que algunos de los diseñadores se quejaron de que el número de sillas que se les asignaba para sus invitados era raquítico, sobre todo los que comparten desfile. Éste es el caso de Carmen March y Juanjo Oliva, diseñadores punteros no subvencionados por la Comunidad de Madrid que aunque no paran de acaparar premios y reportajes, no consiguen que se les deje desfilar en solitario.
Pero las vacas sagradas y subvencionadas del diseño madrileño han insistido en volver al Retiro, ya que consideran Ifema un marco poco chic para sus colecciones. Así que el mes próximo volveremos allí y esperemos que no llueva ni haga demasiado frío.
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