El único capo que queda libre del extinto cartel de Cali es el dueño de cuatro zulos que escondían 60 millones de dólares (unos 51 millones de euros), hallados por la policía colombiana esta semana en la citada ciudad. La fortuna, guardada en billetes verdes norteamericanos, en euros y en lingotes de oro, pertenece a Juan Carlos Ramírez Abadía, más conocido como Chupeta.
A sus 44 años y tras cumplir sólo 51 meses de cárcel, de 1996 al 2000, quien fuera domador de caballos de mafiosos y luego próspero narcotraficante, seguía inmerso en el negocio, aumentando la inmensa riqueza que comenzó a amasar en la década de los 80.
En sólo cinco días, la Policía Nacional colombiana asestó uno de los golpes más contundentes a la estructura de la mafia, al descubrir en cuatro casas situadas en diferentes barrios de clase media de Cali, la cantidad reseñada. Y, al mismo tiempo, al detener el lunes en otra operación a Eugenio Montoya, de 35 años, hermano de Don Diego, jefe del cartel del Norte del Valle, el narco más buscado del planeta.
Feudo del clan
El menor de la familia de delincuentes, por cuya cabeza ofrecían una recompensa de cinco millones de dólares y que será extraditado a Estados Unidos como ya lo fue otro de sus hermanos, era el responsable de las finanzas y hombre de total confianza del jefe de la banda. Lo capturaron en una finca cercana al Dovio, población situada a unas tres horas de Cali, en donde el último gran cartel de la droga que aún no ha sido desmantelado, tiene uno de sus feudos.
A pesar de la coincidencia de ambos golpes policiales, el general Oscar Naranjo, el respetado director de la DIJIN (Policía Judicial) y máximo responsable de las investigaciones, aseguró que no tenían conexión alguna y que se trata de dos casos totalmente diferentes.
La primera caleta, donde había 14 millones de dólares (unos 11 millones de euros) y otros dos millones de euros en efectivo, envueltos en plástico, la encontraron en la cocina de un chalé discreto situado en el sur de Cali, donde vivía un dibujante, su esposa, que trabajaba en una notaría, y el hijo de la pareja.
La única extravagancia que conocieron sus vecinos en sus años de residencia en el lugar, fue el 31 de diciembre pasado: iluminaron la noche con unos magníficos fuegos artificiales «de exportación».
Según las autoridades, el dinero de ese escondite lo utilizaban como caja menor y hacían retiros ocasionales. A pesar de ello, algunos fajos estaban tan pegados por el tiempo que llevaban guardados que no sirvieron las máquinas contadoras del Banco de la República y tuvieron que hacer el recuento a mano.
El segundo zulo, cuya sofisticación sorprendió al general Naranjo, escondía 19 millones de dólares (aproximadamente 16,11 millones de euros). Estaban enterrados a cinco metros de profundidad en un agujero asegurado con una placa de hormigón, otra de acrílico, una de fieltro y de madera que protegían dos tanques cubiertos de fibra de vidrio en donde estaba el dinero.
La tercera caleta tenía 18,5 millones de dólares (unos 15,2 millones de euros) en bolsas de leche y la última escondía en el baño lingotes de oro de 24 quilates, que pesaban un total de 304 kilos.
Además del dinero, la policía detuvo a 22 personas las cuales, excepto las de la primera casa, parece que sólo se dedicaban a custodiarlas.