Jordi de Manuel (1962) ha optado por este último para hablar de El raptor de gnoms: se llama Dragan Isacovic, vive en Collserola, y allí suelta a los gnomos junto a sus recuerdos; aquéllos que le devuelven a un país en guerra. El autor eligió precisamente Collserola para presentar ayer su novela, publicada por La Magrana.Lo hizo en un restaurante especializado en calçotada, pero sin calçots.

Una noche, en una de sus visitas a un jardín de Pedralbes, dispuesto a liberar a un gnomo, Dragan ve algo. Y a alguien. A la mañana siguiente, el propietario de la casa en la que raptó la figura aparece muerto por sobredosis. Se trata de un conocido traficante de drogas. Es un nuevo caso para el inspector Marc Sergiot.

Así, y al más puro estilo policíaco, De Manuel va alternando las investigaciones de Sergiot con la misión diaria de Dragan, que consiste no sólo en rescatar a los gnomos de los jardines, sino también en bautizarlos y encontrarles un buen lugar en el bosque. Un viejo Casino que han devorado los árboles, o los recovecos próximos a un estanque son lugares susceptibles de acoger a los gnomos que libera el serbocroata; son lugares reales, que De Manuel señaló en un mapa durante la presentación del libro. Pero, ¿y los gnomos? ¿están de verdad allí?

Hace unos años, se creó en Holanda el Frente Nacional de Liberación del Gnomo de Jardín. Éste se extendió, primero por Internet y luego a otros países. Existe una versión catalana, pero De Manuel no pertenece a ella. «Sé que películas como Amélie o Full Monty aportan un toque mediático a mi novela», dijo.

Biólogo y profesor de secundaria en Bellvitge, De Manuel sí pertenece, en cambio, a otra entidad: la Societat Catalana de Ciència Ficció i Fantasia. Le gusta reivindicarlo porque, como Jaume Fuster, considera que es difícil dedicarse a una literatura «de género» en una lengua «minoritaria». Sin embargo, «resulta paradójico que las novelas en catalán de mayor éxito hayan sido El mecanoscrit del segon origen y La pell freda», ambas de género fantástico.

En su anterior libro, L'olor de la pluja (La Magrana), De Manuel mezclaba ciencia ficción y novela negra. También allí Marc Sergiot tomaba el caso, pero años más tarde, en 2017, época en la que ha dejado de llover en Barcelona. De hecho, aunque la aparición del inspector en sus novelas es habitual, no es cronológica.Y mientras para unos representa a la versión catalana de Colombo, otros lo ven más parecido al Montalbano de Camilleri.

En El raptor de gnoms, Sergiot resuelve el caso; sin embargo no consigue descubrir hasta qué punto es lícito que alguien se tome la justicia por su mano. Este dilema moral se prolonga hasta el final de la novela.

Y ayer, al final de un almuerzo que provocó la queja de algún camarero («luego dirán que la literatura no alimenta», protestó al ver que sobraba comida), De Manuel cumplió una misión. Tomó un gnomo en sus manos y se adentró en el bosque por un sendero.Allí lo dejó, libre. Lejos de quienes querrían lucirlo en su jardín.