Sábado, 20 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6243.
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 CULTURA
LA EXCEPCION CULTURAL CON 007 / La Biblioteca Nacional de Francia y la Universidad de Versalles consagran al mito más 'british' / «Es comparable a Napoleón y De Gaulle»
'Je m'appelle' Bond, James Bond
Francia rehabilita al agente de Su Majestad para la alta cultura con un exhaustivo y muy solemne congreso
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- James Bond consume champán francés (Bollinger), enciende cigarrillos con un Dupont y mezcla su martini con un aperitivo corpulento de Burdeos (Lillet). Nadie discute su lealtad a la Reina, pero el personaje literario de Ian Fleming, convertido en la referencia viril y paranoica de una fértil saga cinematográfica, tiene buenas razones para justificar una estatua de terciopelo en el olimpo de los héroes franceses.

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Así se explica el simposio devocionario que le han organizado en París la Biblioteca Nacional de Francia y la Universidad de Versalles. Se trata de explicar el fenómeno Bond desde todas sus aristas: psicoanálisis, naturaleza política, mitología popular, antropología, delirios donjuanescos, inestabilidad sentimental... Aunque lo que predomina es el espíritu de rehabilitarlo como un fenómeno cultural de envergadura y dignidad.

«Han existido hacia James Bond muchos prejuicios intelectuales», explica el profesor Vincent Chenille (Biblioteca Nacional). «La inteligencia francesa mantenía sus distancias porque desconfiaba de su proyección sociológica y porque era un mito de origen anglosajón. Es el momento de rescatarlo de la mala fama y de darle una explicación coherente».

La excusa académica coincide con la era Craig, sucesor de Pierce Brosnan en el celuloide y protagonista de una entrega, Casino Royale, cuyo título universal aloja un error gramatical en francés: casino es masculino y royale es femenino. Da igual. Los 40 especialistas reunidos en París anteponen la notoriedad del guiño francófono al desliz lingüístico. Mucho más cuando la película ya la han visto en Francia tres millones de espectadores y el corrillo intelectual ha asumido que Bond podría haber nacido perfectamente en París.

«El pueblo francés necesita reconocerse en figuras heroicas. Nuestra historia se alimenta con las leyendas de los salvadores. Piensen en Napoleón y en De Gaulle. Por eso, creo que la figura de Bond responde a la misma simbología providencial y se identifica con nuestra idiosincrasia», señala el historiador Hubert Bonin.

Suya ha sido una de las ponencias más complejas y sesudas del seminario internacional. Atentos al título: La angustia de la conspiración del capitalismo. Pero no ha sido Bonin el único en aportar lecturas inéditas al mito Bond.

¿Qué diría Lacan?

Empezando, inevitablemente, por las coordenadas psicoanalíticas. ¿Quién es realmente este sujeto? ¿Cómo definiría su personalidad la escuela de Lacan? Responde a las preguntas Michael Baumgartner, docente de la Universidad de Vancouver (Canadá) y artífice de una intervención calurosamente aplaudida: «Bond, James Bond, es un hombre sin hogar y sin historia. No tiene relaciones personales ni parientes. Tampoco cultiva relaciones sentimentales sólidas. Ha convertido su existencia en una manifestación de tránsito permanente. Su vida transcurre en los bares, los hoteles y en aquellos espacios o escenarios que los demás mortales conocemos y frecuentamos simplemente como lugares de paso».

La interinidad y el desarraigo proceden de esa lúcida naturaleza literaria que está en el origen del espía universal. Fue Ian Fleming quien parió a Bond en 1953 con la forja de cuatro elementos que han sobrevivido en la saga cinematográfica y en la prolongación de los cómics: virilidad, hedonismo, patriotismo e ironía.

Eso dice Charles Girard, doctor en Filosofía Política de la Universidad de la Sorbona y prosélito confeso de Bond en sintonía con muchos compatriotas: «No existe un caso parangonable en el mundo cultural. Me refiero a la proyección de una criatura que ha vendido 200 millones de ejemplares de libros y que ha engendrado una trayectoria de 24 películas. Hay un espíritu sólido que alienta este fenómeno. De otro modo, no se explicaría cómo su cambio de aspecto y de físico -de Roger Moore a Timothy Dalton- no influya nada en su propia identidad mediática».

Unas y otras consideraciones están a la altura del título trascendental elegido para esta cumbre jamesbondiana organizada en París. Historia cultural y apreciaciones estéticas de una saga popular. Podría interpretarse como una tregua del chovinismo local a beneficio de los satélites culturales anglosajones. Partiendo de una paradoja: Bond no ama particularmente a Francia... pero los franceses adoran al 007.

De otro modo, no se hubieran congregado ocho millones de espectadores hace un mes para ver en televisión El mundo nunca es suficiente. Fue el récord de audiencia de la velada a pesar de que el filme en cuestión se había estrenado en 1999 y había sido emitido decenas de veces.

No, no les importa a nuestros vecinos que Bond conduzca un Aston Martin ni que se vista con trajes de Brioni. Tampoco les molesta la afición del espía a la miel de Noruega y al caviar de Rusia.

Es verdad que la industria cinematográfica nacional quiso vengarse del mito con una versión paródica, pero la contrafigura de Jean-Paul Belmondo en Le magnifique forma parte de las maniobras fallidas a contracorriente.

De hecho, Sean Connery y Roger Moore, símbolos históricos del agente secreto, tienen en común haber recibido la Legión de Honor muchos años antes de que la Academia Francesa oficiara un homenaje a su alter ego.

«El simposio ha sido una provocación en la mejor acepción del término», dice el profesor Luc Shankland (Universidad de la Sorbona). «Desde ahora no va a ser un delito intelectual decir en alto que nos gusta James Bond».

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