Autor: W. Shakespeare./ Adaptación: J. Sanchís Sinisterra./ Dirección: Magüi Mira./ Intérpretes: Will Keen, Lucía Jiménez, Julio Salvi, Isidro Rodríguez, Jaime Linares, Jordi Brunet, Paco Alegre, Paco Vila y Balbino Lacosta./ Iluminación: José Manuel Guerra./ Ayudante de Dirección: Begoña Navarro./ Escenario: Albéniz.

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MADRID.- En un momento de Un cuento de invierno, Hermione, la esposa acusada de adulterio como la Desdémona del moro veneciano, dice a Leontes, un Otelo siciliano y paranoico: «Tu lenguaje me resulta extraño». Y extraño, en verdad, es el lenguaje de Will Keen, un actor de envidiable currículo y enorme calidad que este año fascinó al público de Almagro y del Teatro Español con su interpretación en Changeling.

Esa perplejidad que Hermione siente frente a las acusaciones de Leontes puede experimentarla el público ante el verbo de Will Keen. No es que éste desconozca el castellano como vehículo de expresión y entendimiento; pero la naturaleza de la palabra escénica es muy distinta de la palabra como elemento instrumental.

Ése es el principal problema de Will Keen: la pronunciación, la sintaxis divergente, el régimen de las preposiciones, el ritmo musical del idioma. Su expresión verbal no traduce la intensidad del mundo dramático de Leontes que, sin duda, Keen tiene perfectamente asumido. Lo cual se agrava ante la rotunda y nítida expresión de actores como Isidro Rodríguez, Jaime Linares, Jordi Brunet y todos los demás. Sin ánimo ni afán de chovinismo paleto, se me ocurre media docena de nombres españoles, peores actores sin duda que Will Keen, aunque, como Leontes, hubieran podido ser más eficaces en el escenario del Albéniz.

Lucía Jiménez, trágica en el papel de Hermione y burbujeante y recental en el de Perdita, es un acierto de desdoblamiento antagónico: el sentimiento trágico de la esposa, primero, y la inocencia de la hija, después. Julio Salvi, firme y cambiante en sus distintos roles, se convierte en uno de los puntales de la primera parte. La principal responsabilidad de la segunda la asume con entera convicción Balbino Lacosta, un buhonero truhán, un descuidero desvergonzado.

Magüi Mira ha planteado esta tragedia con injertos de comedia en un escenario desnudo, un espacio vacío, animado por un complejo y plural sistema de focos y de iluminaciones. Los personajes emergen como fantasmas de la oscuridad de fondo para corporeizarse en primer plano. Esa oscuridad es como un gran coro y el cuadro final es de gran belleza plástica. Un cuento de invierno es, hasta la fecha, el montaje más ambicioso de Magüi Mira. Va a ser difícil que, como directora, Magüi alcance las excelencias sublimes a las que, como actriz, nos tiene acostumbrados. Ése es uno de los peligros que la amenazan a ella y a quienes la adoramos como actriz sublime; a veces lo sublime acaba relativizando todo lo demás.