Sábado, 20 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6243.
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 DEPORTES
BALONMANO / Mundial de Alemania
Una selección, una empresa
JUAN CARLOS PASTOR HA REVOLUCIONADO CON SUS MÉTODOS EL BALONMANO ESPAÑOL, QUE BUSCA A PARTIR DE HOY REVALIDAR EN ALEMANIA SU TITULO MUNDIAL ASESORA A GRANDES MARCAS BAJO LA MAXIMA: «DIRIGIR EQUIPOS, LIDERAR EMOCIONES»
JAIME RODRIGUEZ

«Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande, sólo es posible avanzar cuando se mira lejos». La cita de Ortega y Gasset aparece en la portada del dossier de prensa elaborado por la Federación Española de Balonmano. La ha elegido Juan Carlos Pastor, el seleccionador de un combinado que hoy inicia la defensa del título en el Campeonato del Mundo de Alemania.

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A las seis de la tarde, en Bremen, Egipto espera a la vigente campeona. Un bloque limpio de complejos que enseñó cómo un equipo nacional puede ser el mejor. Después, en 2006, llegó la inmensa conquista del baloncesto en Japón, imitando sensaciones: unión, espíritu de conjunto, compromiso, calidad y esfuerzo. Pepu Hernández logró transmitir tantos valores positivos a un grupo de jóvenes con talento. Pastor, antes y ahora, camina en la misma senda. El ejemplo ha saltado del deporte a otros ámbitos sociales. Los dos técnicos campeones del mundo son reclamados por muchas empresas para que ofrezcan charlas de motivación a los empleados.

Mañana gris de invierno en Valladolid. Juan Carlos Pastor, en un día libre de entrenamientos con su club (el Balonmano Valladolid), acude a la fábrica Renault de la capital castellana. Deja el chándal y se pone la chaqueta, sin corbata. Enfrente, un auditorio de 800 personas, trabajadores todos de la multinacional francesa. Fechas antes habían recibido la visita de Fernando Alonso, otro campeón del mundo. El entrenador abre su ordenador portátil y carga una presentación de Power Point. Con la foto del equipo nacional que ganó el Mundial de Túnez de fondo, el lema elegido por Pastor aparece en la pantalla gigante: «Dirigir equipos, liderar emociones». Durante una hora, enseña las similitudes que existen entre el deporte de élite y el mundo empresarial. «Yo no pretendo lanzar mensajes agresivos de competitividad entre compañeros, para nada. Ofrezco mi visión del trabajo en equipo, la base del éxito en cualquier faceta de la vida. Nuestra selección avanza en función a ese principio. Así ganamos hace dos años y así esperamos volver a ganar el Mundial», dice Pastor. El montaje visual, diseñado por él, mezcla fotos de acción en la pista, con gestos de celebración y mensajes directos. «Equipo-liderazgo. Ganar-club. Segundo entrenador-subdirector. Servicio médico-confianza. Delegado-intendencia. Corrección-preparación». Las comparaciones saltan con un ritmo ameno, mientras contables, mecánicos, ejecutivos o especialistas en marketing toman notas del fluido discurso de Pastor. Parece tímido, callado, pero se apasiona al hablar de su deporte. Sus conferencias han sido reclamadas por diversas asociaciones de empresarios, organismos públicos de Castilla y León o por departamentos de recursos humanos de compañías como ONO. Su agenda se aprieta. No es fácil compatibilizar el cargo de seleccionador con el de técnico de un club. «Doy una charla al mes, no tengo tiempo para más». Pepu Hernández, sin responsabilidades de equipo a diario, no ha parado desde que volvió de Saitama en el mes de septiembre. A los dos se les ha propuesto escribir un libro. «Nuestros éxitos [balonmano y baloncesto] tienen elementos comunes en la consecución. Creo que hemos demostrado que hay una generación de técnicos deportivos jóvenes y muy preparados que pueden dirigir grupos con garantías de triunfo», explica Pastor, que prefiere evitar la sugerente comparación con la frustración nacional: el fútbol de selecciones. «No tiene nada que ver. Ese deporte tiene una dimensión muy distinta».

Para el seleccionador, su producto estrella es el sistema de juego: «Trato de explicar que mi empresa produce balonmano y para que ese balonmano sea de calidad, es necesario un método que funcione: mi sistema». Su esquema causó una revolución en el circuito internacional tras alcanzar el Mundial de 2005. El engranaje defensivo y la cantidad de variantes que el jugador dispone en ataque sacudió los conceptos anteriores. A Pastor, con 38 años, acuden a estudiarle de todos los países con relevancia en el balonmano, de donde le han llegado ofertas muy golosas. Él ha optado, hace escasas semanas, por renovar con su equipo del alma, el Valladolid, a pesar del dinero. Seguirá en casa hasta, al menos, 2010, llevando cada tarde a sus dos niñas al colegio y viviendo cerca del pabellón Huerta del Rey, donde se preocupa de que todas las categorías inferiores desarrollen su victorioso modelo.

«Busco tener sólo un 5% de margen de error en los partidos, como ustedes deben aspirar a tener sólo un 5% de clientes descontentos», les señala a los comerciales de las empresas. En su organización el jugador/empleado se encuentra cómodo. Veteranos como Barrufet o Garralda encajan en la estructura con la misma facilidad que Víctor Tomás, novato en el Mundial que hoy comienza, o Iker Romero, joven líder en la pista. No existen reproches dentro de la concentración, aliñada en el último mes con píldoras de descanso privado.

Pastor conjuga el binomio familia/balonmano de manera coral. La aplica en su vida e intenta que los suyos también estén tranquilos. Quiere que cuando salten a la cancha su cerebro se centre en la ayuda defensiva o el lanzamiento. En el Valladolid reparte el programa de la pretemporada siguiente a principios del mes de abril, para que el plantel pueda organizar con tiempo las vacaciones. Y el stage de cuatro semanas previo al Campeonato del Mundo, ha sido desahogado con días libres para frenar la monotonía que producen las jornadas de entrenamiento, vídeo y hotel. Es su manera de premiar. ¿El resultado? Compromiso. Una enseñanza que traslada a otros públicos, fuera del vestuario. «En la vida hay que ser de alguien, de algo. De tu equipo, donde juegas o de la gente con la que trabajas. La tibieza no sirve. Aquí tenemos que ser todos del equipo nacional». Remarca la palabra equipo, que utiliza en vez de selección nacional. Aparta la política, pero no es perezoso a la hora de reconocer que es un «orgullo defender a España».

Fomenta la ambición de los suyos y reparte liderazgos. Manda él, pero arrastra a los capitanes en la dirección. Son ellos los que se encargan de cobrar las multas o reprender al perezoso. Que suene un móvil inoportuno cuesta seis euros. Llegar tarde tiene una tarifación variable. Cada minuto sube la pena. «Si la cita prevista para coger el autobús es a las 9.45 de la mañana, a las 9.46 nos vamos. No esperamos ni a los federativos», avisa.

«Admito la libertad dentro de un orden. Busco un balonmano creativo, dinámico, flexible. Autómata, no mecánico», explica Pastor, que reduce al mínimo su núcleo de colaboradores. No tiene segundo entrenador ni tampoco psicólogo. «No quiero dar excusas a los jugadores. Si tienen problemas, hablan directamente conmigo». Intenta siempre estar cerca del profesional, él que fue portero en su juventud. Hace 10 años, cuando sólo era un asistente del entrenador Manolo Cadenas en el Valladolid, no dudó a la hora de encerrarse con la plantilla para reclamar los salarios adeudados. Tras el Mundial de Túnez, todos los jugadores pidieron a la Federación que le renovara. El contrato de interino, que aceptó sólo dos meses antes del inicio de aquel torneo, no fue un impedimento para besar la gloria.

Su discurso engancha. En León, durante la semana que han estado concentrados, un internacional al que Pastor había pedido en el entrenamiento mayor entusiasmo, volvió corriendo desde el pabellón al hotel, por voluntad propia. Tres kilómetros a trote. «Convence. Nos explica las jugadas y da argumentos», según David Barrufet. En el universo de este licenciado en químicas, la tecnología tiene un papel poderoso, el I+D que también detalla en las ponencias. Engulle vídeos y entrega montajes individualizados a cada hombre en función de su puesto y del rival con el que tendrá que medirse en la pista.

A León bajó desde Barcelona Rafael Aguilar, el seleccionador de waterpolo, y sus ayudantes para aprender el sistema informático que maneja. «Las teorías de Juan Carlos Pastor sirven en otros escenarios. Es un cerebro privilegiado y un guía excepcional de grupos», le define su colega. «Ambos deportes [balonmano y waterpolo] se asemejan. Atacamos en estático, tenemos un pivote...», cree Pastor, que bebe en otras especialidades. Aprende del ajedrez o del baloncesto. «Lo importante son los detalles» es su lema. «Por ejemplo, un sutil amago con la mirada de uno de mis defensores puede ser el elemento clave en la jugada». Detalles, detalles. «¿Sabes por qué se mueve con tanta agilidad un tipo como Carlos Prieto [un pivote, de 2,03 metros y 97 kilos]? Porque tiene las piernas cortas, como Tim Duncan, la estrella de la NBA». Los detalles.

A los suyos les hace pensar rápido en los partidos: «Decidir en dos segundos para ganar cuatro». Y sorprender al rival, jugar al espacio, casi siempre hacia atrás, donde no hay enemigo. «Hay que llevar la iniciativa», solicita. «La palabra trabajo no debe conllevar un sentido peyorativo», insiste en sus charlas. Una fotografía del equipo nacional con la Copa del Mundo cierra sus disertaciones. La pretende cambiar dentro de dos semanas, con los chicos levantando el trofeo que hoy empiezan a disputar en Alemania.

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