...«Todos los portavoces han coincidido con el portavoz socialista en que no se puede colaborar con iniciativas (...) que sólo tienen por objeto exacerbar la crispación»...
-Comunicado del Grupo Parlamentario Socialista (17/1/2007)
Si usted quiere saber qué posición tiene el Partido Socialista respecto a la ilegalización del PCTV, el mantenimiento de la de Batasuna, el caso Egunkaria o la vigencia de la resolución que impulsó en el Congreso en mayo de 2005 para dialogar con ETA, todo indica que usted se va a quedar, al menos de momento, con las ganas. El Grupo Parlamentario Socialista no ha dicho que no, ni que sí, a ninguna de estas propuestas planteadas por el PP. Simplemente se ha negado a debatirlas, y argumenta su decisión con un discurso que refleja al menos cuatro falacias.
En primer lugar, el PSOE se niega a debatir atribuyendo aviesas intenciones al que propone el debate: «Seguimos diciéndole al PP que, en vez de pretender confrontar a los demócratas entre sí...». Uno podría entender que, si una propuesta confronta a los partidos, es porque alguno de ellos está en contra de eso que se propone y podría argumentar en consecuencia. Pero resulta evidente que lo que el Grupo Socialista no quiere es definirse respecto a esos asuntos y, por eso, en vez de discutir cinco medidas concretas, se limita a acusar a los populares de querer «exacerbar la crispación», haciendo uso de una patente falacia ad hominem. No es que las propuestas del PP sean malas en sí mismas; lo son por quien las hace y por sus intenciones, lo que de paso convierte en indignas todas las iniciativas de este partido incluso antes de que se produzcan.
Segunda píldora: «El Grupo Parlamentario Socialista reitera, una vez más, que quiere contar con el Grupo Popular». Si esto fuera así, alguien debería explicar al PSOE que no se ataca sistemáticamente a quienes se quiere tener como aliados. No se les dice, por ejemplo, como hace a continuación en el mismo comunicado, que están «fortaleciendo a los terroristas».
En tercer lugar, el PSOE elude el debate con la excusa de que a los ciudadanos no les interesa. En sus propias palabras, hay que «adoptar medidas parlamentarias para que la iniciativa del PP no sirva para escenificar una contienda entre los demócratas, aborrecida por los ciudadanos». Esta proposición es difícil de sostener cuando algunos de esos ciudadanos -aproximadamente unos 10 millones- han votado al partido que plantea las propuestas y , en consecuencia, cabe al menos la posibilidad de que se sientan más representados por él que por el PSOE. Más aún, es la contienda entre los demócratas lo que hace posible la democracia.
En cuarto lugar, el Grupo Socialista recurre una vez más a la falacia del número, asumiendo que porque todos los grupos parlamentarios menos el PP se pongan de acuerdo en algo, eso significa automáticamente que el PP está equivocado o, peor aún, fuera del grupo de «los demócratas». Los socialistas han convertido la «unión de los demócratas» en un eslogan que resulta torticero porque desprecia el hecho de que lo importante no es que los partidos se junten, sino para qué se juntan. En el caso que nos ocupa, puede que todos compartan como objetivo el fin del terrorismo, pero eso no implica tener que compartir los medios.
¿Son las propuestas del PP buenas o malas? ¿Factibles o imposibles? ¿Conviene aceptar unas y descartar otras? ¿Se pueden mejorar? Eso es lo que los ciudadanos se quedarán sin saber, porque el Grupo Socialista ha decidido que es un debate «estéril y desmoralizador» antes de que se produzca.