A falta de nieve, bueno es el asfalto. Este invierno, las cumbres más altas de la región se resisten a vestirse con el habitual traje blanco: el otoño parece dar paso directamente a la primavera y, en consecuencia, los amantes de los deportes de nieve están que se tiran de los pelos. No desesperan, sino que aguardan con ahínco un temporal (anunciado para mañana) que les ponga al alcance, de una vez, el anhelado oro blanco.
Mientras tanto, en espera de que el invierno haga de verdad acto de presencia (más vale tarde que nunca), esos mismos aficionados matan el mono acudiendo a los skateparks, igual que hicieran en su momento (la década de los 60) los surferos estadounidenses durante la época más fría del año, iniciando una moda y cultura que ya se extendió, hace tiempo, a medio mundo: el skateboard.
Durante las últimas semanas, los recintos donde se practica dicha modalidad están visiblemente superpoblados. Allí, estos virtuosos de la acrobacia ponen en juego técnicas y trucos similares a los que realizan con las tablas de snowboard. De esa manera, se aproximan a las sensaciones de la nieve y cogen tono físico. La mayoría, sin duda, se decanta por la montaña: «Casi todos los que hacemos skate también practicamos el snow, pero preferimos este último porque cuando te deslizas sobre nieve es como hacerlo sobre raíles; las curvas son perfectas», afirma Alvaro, un asiduo al skatepark de Getafe. «Además, estás en un entorno natural y eso también se agradece», apostilla su colega Dani.
Pero la nieve no llega y los skateparks acogen un alud de jóvenes, en su mayoría hombres, que muestran las cabriolas, giros o piruetas con las que se exhiben en equilibrio sobre sus artefactos: patinadores que hacen saltos mortales impulsándose con sus rollers; bicicletas que giran sobre una rueda; skaters que vuelan con su monopatín -articulado o no- deslizándose sobre el peralte de un recinto ovalado... No hay límites, ni de edad ni en cuanto a creación. Sólo hay límites físicos. Entre uno y otro intento, algún incondicional del patinaje mitiga su desgaste físico sin camiseta y al sol, algo inusual en estas fechas: «No son normales estos calores en pleno enero. Estoy sudando a tope», confirma Javier, uno de ellos.
Pero el buen clima reinante de un tiempo a esta parte no sólo ha convertido estos centros urbanos (a la manera de las jornadas veraniegas) en una espiral de maniobras casi imposibles y frecuentes caídas. Los recintos también han pasado a ser improvisadas pistas de breakdance y magnos auditorios de las increíbles melodías hip hop, que muchos de los skaters acompañan e improvisan en directo.
Tal es la afluencia de gente que hay quien prefiere ganar tiempo al tiempo: «Nosotros venimos lo antes posible para practicar y disfrutar a nuestras anchas. Para que construyeran este recinto tuvimos que recoger firmas durante 10 años. Ahora nos pilla un poco mayores, pero hay que aprovechar. Y si llegas tarde no lo haces», señala Alvaro.
Un hombre de 40 años y su hijo de cinco muestran ante el público una sorprendente destreza: «Suelo venir a este skatepark [el del Polideportivo de Los Rosales de Móstoles] porque me encanta patinar y enseñar a mi hijo. También nos gusta la nieve pero ahora es imposible ir, aunque es un deporte más caro y no siempre nos lo podemos permitir», explica.
La falta de nieve en las cumbres madrileñas deja pocas alternativas a los amantes del esquí o el snowboard. Una de ellas es acudir a algún centro de nieve artificial (el de Madrid Xanadú también está repleto estos días). Otra, descargar adrenalina practicando el freestyle (estilo libre) en los numerosos skateparks de la región. Y mientras tanto, en un lugar u otro, habrá que seguir en espera de los milagrosos copos.
'SKATEBOARD' EN MADRID
Sanchinarro: Alcalá Zamora esq. J. Casares.
Getafe: Junto al Conservatorio Municipal.
Móstoles: Las Minas, s/n.
Las Rozas: A-6, salida al Factory.
Y también en: Boadilla del Monte, Griñón, Alcobendas, Pinto...
