Durante ocho años, entre 1996 y 2004, Juan Carlos Pérez de la Fuente fue director del Centro Dramático Nacional, un periodo caracterizado por una especial dedicación a los autores españoles que le llevó a dirigir textos de Nieva, Buero, Arrabal y Max Aub. Si alguien falta en este grupo de grandes es Alfonso Sastre, una carencia que Pérez de la Fuente está a punto de solventar desde la empresa privada. El próximo sábado 27 de enero estrena en el Teatro Adolfo Marsillach de San Sebastián de los Reyes ¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás?, la incursión de Sastre en los últimos y etílicos días de Edgar Allan Poe.

Este estreno se suma al que tuvo lugar el pasado sábado en Móstoles: El león en invierno, de James Goldman. Pérez de la Fuente ha dirigido los dos montajes simultáneamente, una experiencia poco habitual. «No lo recomiendo, porque necesitas una concentración tremenda y vivir casi en clausura», confiesa.

Las dos obras se suman a El mágico prodigioso, de Calderón, que estrenó el año pasado. La diferencia entre trabajar en lo público y en lo privado es «únicamente económica: en el privado te juegas tu dinero y en el público no. Me dicen que El león en invierno parece un montaje de teatro público, y lo cierto es que el dinero que vas a gastarte en una puesta en escena es el que tiene que ser».

Desde que ha regresado al ámbito privado, ve el teatro público con distancia: «Lo miro poco porque tengo poco tiempo para criticar y comentar. Estoy muy metido en montar una unidad de producción privada. Han cambiado mucho las cosas. No voy a entrar a valorar lo artístico pero, si de dinero estamos hablando, hay una diferencia sustancial con la etapa nuestra, en la que se hicieron muchas cosas pero con un control absolutamente riguroso del dinero público y que, sinceramente y sin ánimo de ofender, ahora no lo hay. Por otro lado, me impuse una conducta ética: si dirigía un teatro público sólo estaba ahí y no iba a lo privado o a otros teatros públicos, y eso ahora no se hace. Quizá la mía fue una etapa de mucho trabajo, pero lo cierto es que me faltaba tiempo y no entiendo cómo ahora les sobra».

«Creo que me tocó una época dura y difícil pero hermosa y que no volverá a repetirse», reconoce el responsable de la gran reforma del Teatro María Guerrero y de la construcción del hoy llamado Teatro Valle-Inclán en los terrenos de lo que fue la Sala Olimpia: «Lo que quise hacer, lo hice. Para mí es una satisfacción pasar por Lavapiés y encontrarme con ese teatro, o ver el María Guerrero reluciente y maravilloso. Y luego enfrentarme al autor español, porque sigo diciendo que quiero estar al lado del autor español».

«Trabajar con el autor español es algo posible y espero que viable. Sastre se me quedó en el tintero aunque tuvimos una entrevista en El Escorial porque quería conocerlo en persona aparte de su corpus dramatúrgico. Alfonso Sastre no está en el sitio que le corresponde y otra vez tienes que hacer el esfuerzo de recordar que es un autor muy importante y que el día que no esté diremos lo grande que era, como con Buero o Aub».

Javier Villán ha coordinado unas jornadas sobre Sastre que tendrán lugar en el Círculo de Bellas Artes los días 22 y 23 de enero, y en las que participa Pérez de la Fuente. Lo curioso es que alguien que ha sido la cabeza visible del teatro español con un gobierno del Partido Popular dirija la obra de un autor que está o ha estado próximo al movimiento abertzale: «Es una demostración de pluralidad. El teatro debe ser signo de contradicción, y ya en la época del PP se pusieron autores que, por esa regla de tres, no cabrían, y nadie me dijo que no los pusiera. Con Sastre hemos tenido conversaciones y no sé si a nivel político sigue tan próximo a ese mundo como estuvo en ese momento, pero yo quería saber dónde estaba respecto de aspectos relacionados no ya con posturas ideológicas sino existenciales acerca de la violencia. Y la violencia, ni forma parte de mí, ni de él, porque si no tuviese esa tranquilidad difícilmente me podría enfrentar con sus obras».

También El león en invierno, ese enfrentamiento entre Leonor de Aquitania, Enrique II y sus hijos, entre ellos Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra, es un texto de connotaciones políticas: «La he elegido porque siempre me ha sentado muy mal cuando las gentes, sobre todo en el teatro, hablamos del otro como el malo. Bush está muy lejos, pero cada uno llevamos un Bush dentro, un monstruo, un león capaz de sacar las partes más oscuras por ambición o también por amor».