A los fanáticos de Julio Cortázar, que son legión, les encanta recordar lo que un día contó el colombiano universal Gabriel García Márquez. Recién llegado a París, al premio Nobel le distraía perderse por las calles del centro de la capital francesa y, a una hora determinada, acercarse a un pequeño café. Desde una mesa bien situada, García Márquez espiaba, quizás buscando el secreto de su técnica, al grandullón de Cortázar, que escribía sus relatos al calor del bar, entre sorbo y sorbo de cerveza o whisky.

No era una elección azarosa la de Cortázar (la del autor de Cien años de soledad, evidentemente, tampoco). Es el café lugar de evasión para los sentidos, espacio donde dejarse llevar por la simpleza de una acción como mirar, donde aspirar el aroma de la luz tenue y sentirse existencia cuando el salón de casa se vacía con uno dentro. Eso le debía pasar a Cortázar. Eso o que se le acababa el licor de la botella, de la que gustaba dar tragos mientras estiraba la realidad en sus relatos.

Café y literatura mantienen una relación, digamos, amorosa. El clímax de la misma: las tertulias, tan afamadas en el Madrid de principios de siglo. Ahora, aunque ya no se debata sobre los grandes temas de la existencia y sean contadas las ocasiones en que alguien escribe versos en una servilleta de papel, los cafés no acaban de perder el vínculo con las esencias literarias.

Caminando por la Malasaña baja, descendiendo hacia San Bernardo, los colores de un local chillan desde una esquina. Es la una del mediodía de un martes lluvioso y al abrir la puerta del J&J Books and Coffee (C/ Espíritu Santo, 47) uno tiene la impresión de haber entrado en el salón de su casa. Todo está próximo: las mesas entre sí, la barra, las estanterías, los taburetes... No se ha terminado de entrar y ya parece que se lleva horas dentro.

«Es curioso cómo a un sitio tan pequeño como éste se le saca tanto partido», dice Jesús Sordo, un cliente habitual de 31 años, que se toma una caña antes de almorzar. Frente a él, sobre la barra, tres libros apilados. Una mujer apura un café metros más acá. «¿Me cobras el café y estos dos libros?», le pide a Rachael Jones, la camarera. Se lleva Hamlet y un libro de psicología, en inglés.

En J&J tienen toda una biblioteca en la planta baja. La mayoría son libros en inglés, de segunda mano y a buen precio, lo que anima a muchos estudiantes a mejorar el idioma leyéndolos. Además, es de esos lugares que terminan convirtiéndose en punto de encuentro: los miércoles y los jueves por la noche hay intercambio de idiomas mientras se está de copeo. Buen sitio para aprender y ligar al mismo tiempo. Y oye, si no ligas, al menos habrás practicado inglés o francés un rato, que no es poca cosa.

Si viviera Cortázar, y viviera en Madrid, no dudaría en probar su pluma sobre las mesitas de café de El bandido doblemente armado (C/ Apodaca, 3). En su interior suena delicado y profundo Modern Times, el último de Dylan, como acariciando con notas de terciopelo los cantos de los libros que se venden en el local. «Es una selección muy escogida», explica Diego Pita, encargado de la sección literaria del café; «aquí se habla de libros. Opinamos, recomendamos, charlamos con el cliente... Es un trato muy personalizado».

Serpenteando por las callejuelas de Lavapiés se llega a un local que es editorial, librería, centro cultural y bar, todo a la vez. En realidad, en Amargord (C/ Torrecilla del Leal, 32) prefieren denominarse club literario y psiconáutico. «La psiconáutica estudia las drogas y sus efectos en la mente, y eso nos interesa», comenta Heba. Pues sobre eso va su asunto: todo o casi todo lo que editan navega en esos mares de las experiencias psicotrópicas. Luego también hay charlas, conciertos e incluso editan una revista sobre poesía.

En el templo de la creación que es Artépolis (C/ Olivar, 13) también hay un lugar para los libros. Curiosamente, justo al lado de la barra del bar, como si se atrajeran. Y enfrente, un sofá, como demandando la acción llegar-pedir café-coger libro-sentarse a leer. «La gente sí que los lee. También hacemos presentaciones de libros», comenta José Veses, el creador de este espacio dedicado íntegramente al arte.

Gratis, sí, gratis se pueden llevar algún libro de Lavartebar (C/ Lavapiés, 50). Este café que también es teatro y también sala de exposiciones y lugar de tertulias pertenece a la red de Bookcrossing, esos locos de la lectura que van dejando los libros que les gustan por las esquinas de las ciudades. En Lavartebar, como lugar oficial de la red, irá a tiro fijo.

LAS DIRECCIONES

Amargord (Torrecilla del Leal, 32)

Artépolis (Olivar, 13)

El bandido... (Apodaca, 3)

J&J Books and Coffee (Espíritu Santo, 47)

Lavartebar (Lavapiés, 50)