Sábado, 20 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6243.
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 MADRID
La mala vida / / Antonio El Pipa aviva la tradición sin más adorno que el talento / El último, o penúltimo, exótico se llama Carlos Larrañaga / Estamos en peligro de perder el carnaval de chicas de Ronaldo
La Gran Vía se pone flamenca
ANGEL ANTONIO HERRERA

MARTES, 16

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Antonio El Pipa tiene una palidez de poeta, un esqueleto de gigante y un duende que no acaba de caber en los teatros que llena. Hoy está en la Gran Vía y ayer estaba en Londres o en Nueva York. Antonio el Pipa es joven gitano de Jerez, pero parece más bien un galán de postal al que le han crecido las patillas de cuchillo canalla. Fue la sombra macho de Sara Baras, antaño, y en las páginas web de la bulería, que las hay, le llaman príncipe. Hoy está en Gran Vía, ya digo, porque estrena aquí De Tablao, un espectáculo que aviva la tradición mejor del flamenco, sin más adorno que el talento. Las dos horas del show duran lo que dura un relámpago, pero un relámpago de mucho volante, o sea, que esto es una fiesta.

Antonio se escolta de un muy sobresaliente coro de maestros en lo suyo, desde Enrique el Extremeño, que canta escalofriante, a María José Franco, primera bailaora, que hace poesía con los pies, o a la propia tía del bailaor, la tía Juana, que suelta por el sitio una voz insólita con ala de caverna. No estamos, por suerte, ante un bailaor a la moda, pero sí ante un bailaor que acabará haciendo moda, porque Antonio concibe el flamenco como una revisión de la tradición mejor y ya sabemos que sin tradición o memoria no hay nada. La modernidad no es sino otra víspera de la tradición. En lo suyo se acomoda la frescura de la fiesta pura y una puesta en escena sencilla y eficacísima, muy a lo Gades, entre la estampa del Café de Chinitas y el patio de la Andalucía eterna.

En tiempos de locura cibernética, en general, y de musicales de groupies, en particular, llega hoy a la Gran Vía un tipo alto que sube al escenario algo tan desusado e impar como el alma misma, y el alma lo llena todo. Quiero decir que entre alardes técnicos y otros tópicos del momento en los teatros musicales de la Gran Vía, también cabe una apuesta distinta, la de la emoción pura, la del jaleo de lunares, la de la belleza despierta. Por ahí va El Pipa, distinto de ojos claros, y que dure, coño.

MIÉRCOLES, 17

En las calles de Madrid han florecido, desde siempre, exóticos o excéntricos ciudadanos. Desde limpiabotas a Valle Inclán. El último exótico, o penúltimo, es Carlos Larrañaga. Y digo exótico no apelando a veleidades indumentarias o raros empleos, sino porque Larrañaga ha llegado el virtuosismo de trabajar de actor mucho más fuera del escenario que sobre el escenario propiamente dicho. Por estas fechas, pasea por los finos y espaciosos barrios del foro a Ana Escribano, una treintañera, de oficio actriz, de la que espera un hijo inminente. Viene Larrañaga de un noviazgo con la periodista Sara Glasstein, y aún antes de un matrimonio con María Teresa Ortiz Bau, también periodista. Antes hubo otras. Muchas otras. Las tres citadas completan el muy variado reparto de las mujeres últimas de la vida de Carlos. Una tarde, Alvaro de Luna vino a decírmelo, con el propio Larrañaga delante:

-No hay manera de quitarle una novia ni en la ficción.

Larrañaga ha llevado, sí, las destrezas de la interpretación a la vida, y así, entre otras cosas, nunca le falta trabajo, porque siempre hay mujerío pendiente al que susurrarle palabras dulces y antiguas al oído, que es técnica cursilona y antigua que, al parecer, siempre funciona. Porque siempre hay una mujer a la que abandonar, con el consiguiente guión improvisado de la situación, que él convierte enseguida en comedia del barrio de Salamanca, batín incluido.

Larrañaga consta de una función en curso, que a veces es también una función en el aire, una chica de recambio, y un catálogo de trajes de ir a tomar el té. A todas les promete matrimonio, pero se acaba separando pronto por la vía del 4, diciendo de otro modo lo de Woody Allen: «El matrimonio es la principal causa de divorcio». Larrañaga cambia de novia como si cambiara de corbata, y él es de coleccionar muchas corbatas. Se las anuda con buenas maneras, muy a fondo -las corbatas y también las novias-, y pasados unos meses las dos cosas se le quedan perdidas en la mudanza, por lo general urgente. Ahora anda en amores con la señorita Escribano, a tres tardes de ser papá, pero, sobre todo, pluriempleándose de galán porque sí. Si no hay función, se la inventa. Siempre está de gira sentimental por su barrio. Dicen algunos que trabaja poco, pero yo veo lo de siempre: el tío no para. Como que va a dar biberones con edad de abuelo.

JUEVES, 11

Se nos va Beckham, y con él su señora, que es un cromo de peluquería. Pero se nos acabará yendo también Ronaldo, y con él su carnaval de chicas. Ronaldo puede poner su propia Pasarela Cibeles, u otra, echando mano del catálogo de inolvidables novias olvidadas. A saber: Susana Werner, Milene Domigues, Mireia Canalda, Daniela Cicarelli, Raica Oliveira y su dentista -no la dentista de Raica sino la de Ronaldo-. Hay más, pero citamos las más fotografiadas. Ronaldo las elige modelos, pero eso da igual, porque la que sale con Ronaldo acaba de modelo. Los del franquismo le ponían un estanco a las amantes. Ahora los futbolistas les ponen una pasarela internacional. Uno al banquillo sentimental de Ronaldo no le suele dar resonancia o relevancia de cronista, porque ya se sabe que Ronaldo es también pichichi fuera del área. Pero las fechas obligan a hacer glosa del futbolista fuera del campo, ahora que se va o dicen que se va.

Beckham ha venido cumpliendo como una Lady Di en macho y Ronaldo como un crack de las pasarelas, zona vip. Cuando empezó a salir con Raica Oliveira me lo encontré, de incógnito, al filo de las doce de la noche, en un club de jazz de Madrid, en el barrio de Chamberí. No era una fiesta para famosos ni tampoco un cumpleaños de un amigo o conocido. Era un domingo más de este club, añejo de prestigios, que esa noche tenía programada música brasileña, y de la buena, según es costumbre en el local. De pronto apareció Ronaldo, y de la mano de Ronaldo apareció Raica Oliveira.

Raica sucedía a Cicarelli en el currículum sentimental del futbolista, un currículum que ha sido todo un catálogo de maravillosas de spot. También Vania Millán, la Miss España, se hizo muy madridista, durante una temporada, pero ella no dijo ni sí ni no a su amistad con Ronaldo, que incluyó aquel cumpleaños histórico donde ella soltó unas lagrimitas no sabemos si de amor o de desamor. Daniela declaró en su país que la ruptura con el futbolista pudo deberse a que a ella no le gustaba el ritmo fastuoso de la vida del deportista, incluido el derroche de la broma de la boda, en París, y que incluso a menudo se sintió agobiada por este ambiente. Lo que hay que oír.

Pero todo es ya historia. El futuro no pasa por Madrid. El futuro es milanés y es mujer.

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