Estados Unidos y otros países occidentales han mostrado su alarma por la primera destrucción de un satélite en los últimos 20 años. La prueba fue realizada por China la semana pasada y la Casa Blanca ha definido el experimento como una «maniobra militar provocativa».
El pasado miércoles, la revista Aviation Week and Space Technology informó que el Ejército del país asiático había efectuado el mencionado ensayo e1 11 de enero con un misil balístico de alcance medio que fue lanzado desde el Centro Espacial Xichang para derribar un envejecido satélite meteorológico, situado a más de 850 kilómetros de altitud.
Ayer, Liu Jianchao, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino se negó a confirmar o negar la prueba y señaló que, aunque había leído informes extranjeros, no podía arrojar ninguna luz sobre su veracidad. Sin embargo, Liu aseguró que Pekín se opone a colocar armas en el espacio. «Lo que puedo decir es que, como principio, China aboga por el uso pacífico del espacio y se opone a la militarización del mismo y a cualquier forma de carrera armamentística», afirmó el portavoz.
No obstante, funcionarios estadounidenses dijeron que el ensayo esparció en el espacio restos peligrosos. Esa es la razón por la que ni Moscú ni Washington han realizado ensayos de este tipo en los últimos años.
Escombros peligrosos
El último test antisatélite estadounidense data del 13 de septiembre de 1985. Después, Washington detuvo estos experimentos típicos de la Guerra Fría para evitar que los escombros pudieran dañar las operaciones de satélites civiles y militares de las que ahora Occidente depende en gran medida para casi todo, desde la navegación asistida y el acceso a internet hasta los cajeros automáticos. Los expertos creen que el eventual impacto de los restos podría representar una amenaza incluso durante décadas, informa The New York Times.
La Casa Blanca expresa ahora su inquietud por la decisión china de reanudar este tipo de pruebas balísticas y advierte sobre el riesgo de una nueva carrera armamentística, puesto que lo ocurrido demuestra que Pekín es ahora capaz, en teoría, de derribar satélites espía estadounidenses. Sin embargo, pese a las protestas de Washington, la Administración del presidente George W. Bush se ha opuesto a todo tratado internacional que prohíba ensayos de este tipo, alegando que Estados Unidos necesita libertad de acción en el espacio.
También el Reino Unido expresó a China su preocupación. Ayer, un portavoz de Downing Street afirmó que Londres no cree que Pekín haya violado el derecho internacional, pero considera que el test es «inconsecuente» con las garantías dadas a la ONU sobre el uso militar del espacio, informa Efe.
Similares fueron las reacciones en Camberra y Tokio. El vicesecretario del departamento de Exteriores australiano, Peter Grey, señaló que su país «pidió explicaciones al Gobierno chino sobre la naturaleza del incidente y [...] los planes de Pekín para desarrollar y desplegar sistemas de defensa con capacidad de destruir bienes espaciales». Asimismo, «el Gobierno japonés está muy preocupado desde el punto de vista de la seguridad nacional», afirmó el ministro portavoz nipón, Yasuhisa Shiozaki.
Por su parte, Rusia calificó de «exagerados» los «rumores» sobre la nueva arma china. «Las informaciones no aportan ningún argumento que confirme que se trata de misiles antisatélites», aseguró Serguei Ivanov, titular de Defensa.