FELIPE SAHAGUN
La prestigiosa revista Aviation Week and Space Technology adelantó la noticia el miércoles y ayer ya la habían dado por buena todas las grandes potencias. El Ejército chino destruyó el pasado día 11 con un misil lanzado desde el centro espacial de Xichang un satélite meteorológico FY-1C que llevaba en órbita desde 1999. Con esta prueba, China, que lleva años presionando sin éxito a EEUU para que acepte un nuevo tratado internacional que prohíba la militarización del espacio, demuestra que puede responder al desafío espacial, incluso en pruebas que hasta ahora sólo habían efectuado Moscú y Washington.
La nueva política espacial anunciada a finales de agosto por el presidente George W. Bush reitera que «la libertad de acción en el espacio es tan importante como el poder aéreo y naval» y rechaza toda prohibición como la que intentaron, por iniciativa precisamente de China, nada menos que 160 países en la ONU a finales de 2005. El uso de misiles contra satélites o contra otros proyectiles es una de las formas posibles, quizá la más simple, de defensa y/o ataque espacial. EEUU y Rusia abandonaron las pruebas de misiles antisatélite hace 20 años por los millones de fragmentos o desechos que arrojaban al espacio y el riesgo que esta basura supone para los miles de satélites en órbita, de los que hoy depende la economía y la organización política del mundo.
«El satélite chino destruido el día 11 seguramente ha generado 800 fragmentos de 10 o más centímetros y millones de trozos más pequeños», dijo ayer a The New York Times el científico de Cambridge David Right. Muchos de esos desechos pueden mantenerse en movimiento en el espacio, a más de 40.000 kilómetros por hora, durante mucho tiempo. A pesar del riesgo, Pekín ha querido enviar un mensaje claro a Washington de que no aceptará nunca la hegemonía de nadie en el espacio.
Aunque han sido los primeros en protestar contra la prueba china, EEUU es, con diferencia, el país que más invierte en sistemas espaciales de defensa y de ataque. Desde que Bush llegó al poder, casi ha triplicado el presupuesto destinado a estas actividades. El gran impulsor de estas tecnologías fue Reagan, con la Iniciativa de Defensa Estratégica a partir de 1985.
Otra medida de Bush a favor de la militarización espacial ha sido la retirada unilateral de EEUU de un acuerdo firmado por Nixon y Brezhnev en 1972, que prohibía instalar sistemas defensivos en más de un lugar por cada superpotencia. Así, pensaban entonces, se aseguraría mejor la disuasión nuclear.
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