Sábado, 20 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6243.
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EL FUTURO DE EUROPA / Las fronteras
La tensa espera de Kosovo
El enviado de la ONU ofrecerá una 'autonomía limitada' para que la región sea administrada por la Unión Europea
MARIA RAMIREZ. Corresponsal

BRUSELAS.- ¿Cuánto y cómo son capaces de esperar los kosovares? La Unión Europea, temerosa de un nuevo conflicto balcánico, de otro motivo de discusión con Rusia y de una inspiración independentista, intenta preparar el enclave albanés de Serbia para una larga primavera de charlas y para que, durante años, Bruselas sea el verdadero Gobierno central de Pristina.

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Tras casi ocho años de protectorado de Naciones Unidas, la región de menos de 11.000 kilómetros cuadrados donde se cruzan ocho etnias entre sus dos millones de habitantes (casi el 90% albanokosovares) pasará, en cualquier caso, a ser administrada por la Unión, que desplegará su mayor misión civil y policial hasta la fecha. La región que sugestiona como símbolo de la autodeterminación a vascos, corsos o moldavos -por ello países como España se resisten a que Kosovo se convierta en Estado-, no aspira tanto a autogestionarse como a separarse lo más posible de los serbios.

«Para Albania y para Serbia, lo importante son los símbolos. Los kosovares quieren la independencia de los serbios, pero han desarrollado una cultura del parasitismo internacional», explica a este diario Alexander Anderson, director del Proyecto Kosovo del think-tank International Crisis Group, «por mucho que hablen románticamente sobre la autonomía kosovar, son muy pasivos y prefieren dejarse administrar».

La misión europea ahora es tranquilizar a las partes y evitar insurrecciones como la de marzo de 2004 en Kosovo. El enviado de la ONU Martti Ahtisaari, que retrasó la presentación de su plan sobre el futuro de la región para no interferir con las elecciones serbias, propondrá su solución el 2 de febrero en Belgrado y en Pristina. Aunque el finlandés, según fuentes comunitarias, defiende una «soberanía limitada» para Kosovo sin decir que pertenece a Serbia, su presentación se centrará más en otros aspectos para complacer al Gobierno de Belgrado, como la protección de la minoría serbia y el despliegue internacional.

El resto lo dejará para las discusiones, a partir de marzo, en el Consejo de Seguridad sobre la resolución que debería autorizar la transición y la salida progresiva de la provincia de los 17.000 soldados de la OTAN. El cálculo diplomático es que el texto no llegará hasta el verano, sobre todo por el peligro del veto ruso. Moscú apoya la unidad de Serbia. Un poco porque teme una insurgencia de independentistas en su Cáucaso, un poco porque se siente discriminada por el no reconocimiento de las regiones rusas de Abjasia, en Georgia, o de Transnistria, en Moldavia, y, un mucho, porque quiere presionar con una postura contraria a la de EEUU. «A Rusia no le interesa Kosovo, está mirando a un mapa mucho más amplio para ganar influencia en otros campos, dentro de un gran tablero de ajedrez», dice Anderson.

Con tanta negociación, la UE teme que los kosovares pierdan la paciencia y se intenten independizar sin resolución de la ONU. Javier Solana llamó el lunes a la «calma» a los líderes de Kosovo. El jefe de Política Exterior de la UE reconoció que, si se aprueba con una resolución de Naciones Unidas «lo esperado», el futuro de Kosovo como país independiente estará con los Veintisiete.

«Pero lo más importante ahora es la estabilidad», insistió Solana, quien también advirtió que los debates en Nueva York «pueden llevar más de lo esperado». Mientras tanto, el plan europeo es compensar a Serbia con el avance de las negociaciones de adhesión. Las charlas están bloqueadas porque el Gobierno de Belgrado no ha entregado al Tribunal Internacional para la Ex Yugoslavia a Ratko Mladic, ex general acusado de crímenes de guerra (los serbios repiten que no conocen su paradero). Solana siempre se opuso a esta suspensión y ahora la mayoría de estados miembros quieren dar marcha atrás. Alemania, presidente de turno de la UE, defiende reanudar las conversaciones con el nuevo Gobierno y poner más bajo el listón de su cooperación con la corte de La Haya.

Los europeos saben que la carta de la adhesión es muy atractiva para Serbia, capaz de completar el proceso con cierta rapidez, y que podría ceder en Kosovo si la UE reaviva su relación. «Tres estados son ahora vecinos de Serbia», recordaba Pierre Mirel, director de Ampliación de la Comisión Europea, «¿quiere el país quedarse solo en la región?».

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