LUCIA MÉNDEZ
El arte de tener razón es un pequeño tratado que un discípulo de Arthur Schopenhauer publicó cuatro años después de la muerte del filósofo alemán en 1860. En el libro se recogen 38 estratagemas dialécticas para que los demás nos den la razón en las discusiones. La última estratagema consiste en personalizar la contienda, adop-tando «un tono ofensivo, insultante, áspero». «Del objeto de la contienda se pasa al conten-diente y se ataca a la persona. Es una apelación de las fuerzas del espíritu a las del cuerpo, a la animalidad», explica el filósofo. Dicho sin filosofía, la última estratagema consiste en destruir la autoestima del adversario.
En la alocada disputa Gobierno-oposición, Mariano Rajoy ha puesto en práctica esta última estratagema contra José Luis Rodrí-guez Zapatero: el ataque a la persona. Primero, en su áspero discurso ante el Congreso. Después, en los micrófonos de Onda Cero: «Para ser presidente del Gobierno deberían exigir algo más que ser español y mayor de 18 años». Casualmente -¿lo habría leído Rajoy?- ese mismo día Juan Luís Cebrián, prohombre del Grupo Prisa, venía a decir en su periódico algo parecido.
Sin disimulos, se dice que Zapatero no está capacitado para presidir el Gobierno. Si Rajoy se hubiera tomado la molestia de consultar la legislación, se habría dado cuenta de que el asunto es aún más grave, según su vara de medir. Presidente en España puede ser cual-quiera, ya que ni en la Constitución ni en ninguna ley se establecen requisitos para ocupar tan alta magistratura. Ni siquiera ser español y mayor de 18 años. Basta con que los electores te voten y que el Rey te proponga como candidato. Y otra cosa más. La propuesta del candidato a presidente del Gobierno es una decisión completamente libre del Monarca.
Nunca antes se había producido un debate de estas características en España. A González y a Aznar se les criticaba por su política, pero nadie puso en duda sus capacidades perso-nales. El asunto no es menor y acarrea sus riesgos. Zapatero podría perder su autoestima por estos ataques y entonces a ver qué sería de este país. La autoestima es importante para enfrentarse a la vida, pero en el caso de Zapatero no creo que haya problema: la opinión emocional que el presidente tiene de sí mismo parece muy elevada.
Otro riesgo es el que corre la oposición al insistir en que Zapatero es tonto. Los 11 millones de españoles que le votaron podrían darse por aludidos y nadie en el mundo está dispuesto a reconocerse como un tonto. La gente, además, suele tener un respeto hacia las autoridades, se lo merezcan o no. «Si ha llegado tan lejos, tan tonto no debe ser». El discurso faltón y antipático del PP no es adecuado para ganarse al personal. Se han desahogado a gusto, dejando escapar vivo el auténtico problema del Gobierno: el fallo de los aparatos de información del Estado del que alguien tiene que ser responsable. Un fallo que incluso podría haber quebrado la confianza entre el presidente del Gobierno y su ministro del Interior.
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