Hay rumores de que al barco, aunque no se hunda, le entra agua por las grietas del casco. Pero en todo caso debe seguir la música, debió pensar ayer Artur Mas cuando realizó una defensa acérrima de los planteamientos que le llevaron a la gran paradoja de los resultados del 1 de noviembre: una clara victoria, pero sin un hombro al que arrimarse para hacerla productiva.El líder de CiU llamó a los militantes de Convergència a «extender el concepto de casa grande del catalanismo» que tanto molesta a Josep Antoni Duran Lleida, y reclamó para su partido los votos «de la gente que pone la construcción nacional del país por delante de todo».
Ni una mención, en el tiempo que duró el discurso en abierto de Mas en Bellaterra, durante el Consell Nacional de Convergència Democràtica (CDC), a la hipotética entrada en el Gobierno de Madrid. Pero sí a las filtraciones que, durante la semana, evidenciaron que algunos dirigentes convergentes se sienten excluidos del núcleo duro que aconseja al líder de la federación: «Necesitamos un partido fuerte, y yo soy favorable a un debate intenso, siempre dentro del partido, y extenso, con la sociedad. Pero os digo que estos debates tienen que hacerse de manera que no resten fuerzas al partido».
Más que probablemente, Mas se refería a las voces que se han alzado contra una manera de tomar decisiones que prescindiría de los órganos de dirección del partido. Fuentes cercanas al líder de Convergència señalaron a dos vicesecretarios, Antoni Fernández Teixidó y Antoni Vives, como responsables de crear una «falsa corriente interna» que cuestiona la preeminencia en el partido de ese núcleo de confianza de Mas, formado, entre otros, por David Madí, Quico Homs y Oriol Pujol Ferrusola. En privado, Mas subrayó que él siempre ha procurado «escuchar» a todo el mundo, y pidió que se aplace el debate ideológico y estratégico hasta después de las municipales.
En público, sin embargo, Mas sólo hizo un llamamiento a la «serenidad», en un momento en que «CDC es centro de atención y de confianza para mucha gente en Cataluña», y también pidió a sus hombres «coherencia, para no dar argumentos a los adversarios».
Fernández Teixidó no estuvo ayer en Bellaterra -tenía excusa: estaba de viaje- y a Vives, en primera fila, no se le veía demasiado cómodo. Cuando tomó la palabra, fue para expresar su «lealtad» a Convergència y a su líder y para disipar «cualquier duda» sobre su adhesión al proyecto.
Pero si fue conciliador con su partido, el líder de CiU no dio ni agua a Unió, e insistió en definir a CDC como «la fuerza central del catalanismo». Volvió a aparecer la idea de una federación centrada en recabar el apoyo de los votantes de ERC decepcionados con el apoyo a Montilla. Mas también reivindicó el suyo como un «proyecto de centro», de «gran espacio». «No podemos caer en la trampa del debate estricto entre izquierda y derecha», dijo.
Lo mismo sucedió con más de media docena de consellers nacionales, que se mostraron favorables a un replanteamiento de las relaciones con Unió. Uno de ellos incluso defendió abiertamente la «ruptura» de la federación y que cada partido «siga su camino», informa Efe.
Por lo demás, Mas subrayó su voluntad de no ejercer de «comparsa» en la reunión que mantendrá el jueves con Montilla y anunció que pedirá al president que acepte la presencia de CiU en las comisiones Estado-Generalitat que desarrollarán el Estatut.«Montilla no nos quiere allí, pero si nos busca para hablar de inmigración, vivienda o seguridad, también queremos estar donde se decide lo importante», dijo Mas.
El líder de CiU habló también de la creación de una Ley Electoral propia para Cataluña, y reconoció que «será difícil aprobarla, porque todos los partidos acaban haciendo números». Sin embargo, aseguró que la federación «hará propuestas para desbloquear progresivamente esta situación».