Domingo, 21 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6244.
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A FONDO / LA ATENCION A LOS 'SIN TECHO'
Barcelona, un techo con goteras
VANESSA GRAELL / VICTOR MONDELO

En los dos últimos años el Ayuntamiento de Barcelona ha realizado un notable esfuerzo por fomentar la inclusión social de las personas sin hogar. En 2006 los Servicios Sociales atendieron a 3.175 individuos gracias a la construcción de nuevos centros de acogida. Las asociaciones privadas y ONG que colaboran con el Consistorio reconocen la mejora del nivel asistencial al colectivo, pero demandan más recursos y pisos tutelados para garantizar la reinserción. Estos organismos aseguran que recuperar la autonomía personal es la parte más complicada del proceso. Pese al compromiso de la Administración, todavía quedan 800 personas que duermen diariamente en las calles de la ciudad.

BARCELONA.- Reclamar un techo para quienes no lo tienen. Con este afán llegaron los Hijos de Don Quijote a la Plaça Sant Jaume.El pasado sábado, el movimiento social que ha conseguido que en Francia el derecho a la vivienda sea exigible ante la justicia, intentó hacer lo propio en España.

Escogieron Barcelona para movilizarse, pero toparon con la Ordenanza de Civismo. La norma municipal impide las acampadas y el Ayuntamiento se escudó en este artículo para prohibir la concentración. El Consistorio logró el cumplimiento estricto de la ordenanza y, además, reafirmó su modelo de atención a las personas sin hogar.

Desde que se aprobó el Pla d'Inclusió 2005-2010, Barcelona está restaurando el techo que protege a este colectivo, pero aún quedan goteras. A lo largo de 2006 los Servicios Sociales atendieron a 3.175 personas, sin embargo, otras 800 duermen en las calles de la ciudad cada día (aunque algunas ONG duplican esta cifra).

«Desde el Ayuntamiento estamos impulsando políticas muy activas y potentes para las personas sin techo», afirma el concejal de Benestar Social, Ricard Gomà. Las iniciativas municipales para fomentar la cohesión social son un «elemento muy identificador» de Barcelona, considera su alcalde, Jordi Hereu. Dentro de su filosofía de «gobernar desde la proximidad y afrontar los retos de la población», Hereu sitúa como objetivo estratégico la erradicación de la pobreza.

Para sacar de la calle a los colectivos que viven en ella, el Ayuntamiento trabaja en red con 16 entidades y ONG, entre las que figuran Cáritas, Creu Roja o Arrels. «Estas entidades se corresponsabilizan con una política que no queremos que sea estrictamente municipal sino del conjunto de la ciudad», destaca Gomà. Los Servicios Sociales aprovechan el conocimiento y saber hacer de estos organismos para compartir información y un espacio de trabajo que produzca sinergias. Por ejemplo, los casos de personas que rechazan la actuación de Servicios Sociales por desconfianza pueden ser derivados a otra entidad.

El trabajo en red es uno de los principales puntos fuertes de la política municipal de atención a los sin techo. Una política que se ha visto reforzada con un notable aumento presupuestario (de 5,7 millones en 2004 a 9,3 en 2006). El año pasado el Ayuntamiento puso en marcha cuatro centros de acogida de carácter permanente -los de Almogàvers, Zona Franca, Horta y Sant Gervasi- ampliando hasta 716 las plazas de acogida estables.

Acogida integral

De los nuevos centros, dos cuentan con un peso específico dentro de la red municipal de equipamientos por reforzar el nivel de atención en distritos con carencias asistenciales y ofrecer un seguimiento integral a sus usuarios: los de Horta y Zona Franca.

El centro de atención integral de Horta ofrece desde noviembre 30 plazas de acogida nocturnas y otras 40 diurnas. Pero su importancia no radica tanto en el número de plazas disponibles, sino en su contribución a la diversificación de la red de atención social, con importantes carencias en esta zona.

La apertura del centro de Zona Franca el pasado mes de agosto conllevó la creación de 50 nuevas plazas de acogida de día y 120 de noche. Una aportación cuantitativa más importante que la de Horta que, además, permitió el cierre definitivo del equipamiento de la Mar Bella, un espacio obsoleto que, según las reiteradas denuncias de las asociaciones privadas que trabajan con el colectivo de personas sin techo, no reunía las condiciones necesarias para acogerlas y sufría constantes colapsos.

El director de los Servicios Sociales de Barcelona, Francesc Patricio, no comparte esta opinión. Patricio asegura que, aunque las plazas sean limitadas, nunca se han saturado los centros de acogida. «En el caso de que alguna vez llegara alguien a las dos de la madrugada y no hubiera sitio, se le envía a una pensión con la que el Ayuntamiento tenga un acuerdo de colaboración», ejemplifica. «Nadie se queda en la calle. Si la gente se queda fuera es porque no quieren entrar», reitera.

Hay que tener en cuenta que muchas personas que pernoctan al raso se muestran reacias a ser tratadas por los Servicios Sociales y rechazan su ayuda. De hecho, convencerles de que acudan a un centro es uno de los pasos más difíciles. Los equipos de calle del Servei d'Inserció Social recorren la ciudad en parejas -siempre trabajan a dúo- para localizar a los sin techo e informarles de las ventajas y servicios que el Ayuntamiento pone a su alcance (duchas y cambio de ropa, comida, diagnósticos médicos y atención psicológica, entre otros).

Los más reticentes a acudir a un centro de acogida suelen ser aquellos que llevan más tiempo en la calle: tres, cuatro o hasta cinco años. Dormir a la intemperie durante más de tres años pasa una factura muy cara: el desgaste físico provoca un envejecimiento prematuro. Además, la capacidad de relación social se ve alterada porque se pierden los hábitos de interrelación y de higiene. «En estos casos es muy difícil convencerles, pero son pocos», señala Patricio.

Las personas que llevan menos tiempo en la calle aceptan fácilmente la ayuda de Servicios Sociales y muchas acaban saliendo de ella.Y es que en la calle no se vive, se sobrevive. La mayoría de sin techo abandonan las aceras cuando encuentran un trabajo.Pero la rehabilitación es un proceso complejo y lento, muchos no lo consiguen a la primera y vuelven a su antigua vida.

La primera vez que una persona sin techo acude a un centro de acogida no se le pregunta nada acerca de su situación personal.Pero la segunda, un trabajador social le entrevista para hacer un seguimiento del caso y poner a su disposición toda la atención sanitaria y psicológica que sea necesaria.

Después, se inicia un proceso sin plazos concretos en el que se busca que la persona atendida vaya recuperando progresivamente los hábitos sociales que perdió.

Finalizada esta parte del itinerario, llega el último paso, la reinserción. El individuo abandona el centro de atención integral y pasa a un piso tutelado, también llamado vivienda de inclusión con soporte socioeducativo. En este nuevo espacio la persona va adquiriendo mayor autonomía y puede volver a entrar en el mundo laboral, normalmente con contratos temporales.

Las asociaciones que trabajan con personas sin hogar denuncian que es precisamente en este punto donde más cojea el Ayuntamiento.En 2004 no existía ni una sola vivienda tutelada en toda Barcelona.Desde la firma del Pla d'Inclusió, la situación mejoró, creándose 11 de estos equipamientos con capacidad para albergar a 39 personas en 2005 y ampliándose la cifra a 18 y 72 plazas el pasado año.

Pero el Consistorio también tiene sus propias reclamaciones.Para seguir creando nuevos centros, demanda más recursos a las diferentes Administraciones: tanto a la Generalitat, como al Gobierno central y a la Unión Europea. «La valoración de Naciones Unidas del año pasado es que aún queda mucho por hacer y a este ritmo no lo vamos a conseguir. Es necesario que los gobiernos de los Estados destinen más recursos», afirma el concejal de Benestar Social. A la espera de nuevas inyecciones económicas, el Ayuntamiento continúa reparando el techo de Barcelona.

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