Domingo, 21 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6244.
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 CRONICA
SOLIDARIDAD / TRAIDA DESDE AFGANISTAN
LLANTO POR LA NIÑA AREFE
DESGRACIADAMENTE, la pequeña afgana, llegada a España en busca de tratamiento para el tumor que le crece en la cara, regresará a su país sin curación. «Lo que Dios quiera», dice resignado su padre
ANA MARIA ORTIZ

El pasado martes, el cuerpo diminuto de Arefe estaba tumbado sobre el costado izquierdo de modo que el descomunal tumor que le brota de la cara -del mismo tamaño casi que su cabeza- descansaba su peso sobre la almohada. La niña afgana de siete años, traída a España por el Ministerio de Defensa el viernes 12 después de que CRONICA contara su dramática situación (7 de enero 2007), había sido ingresada en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital infantil Niño Jesús, en Madrid.

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Arefe llegó en un estado mucho más grave del previsto. Los sanitarios militares españoles que la atendieron allí, instalados en la ciudad de Qala i Now, le dieron apenas tres meses de vida si no mediaba una intervención quirúrgica. A juzgar por su estado, incluso fueron generosos en la predicción.

Los especialistas del Niño Jesús, donde la pequeña ingresó el pasado lunes desviada por el hospital militar Gómez Ulla, tuvieron que comenzar de cero. Lo primero fue emitir un diagnóstico, saber exactamente qué tipo de tumor consumía a la pequeña y delimitar hasta dónde extendía sus tentáculos. Resonancia, biopsia, contraste...

El viernes, con los resultados de las pruebas sobre la mesa, el desánimo cundió en el entorno de la pequeña. Arefe padece un rabdomiosarcoma -un tipo de tumor agresivo que afecta a los tejidos blandos- en estadio cuatro y con metástasis pulmonar. Desgraciadamente, las posibilidades de curación son nulas.

Cuando el equipo médico del Niño Jesús, volcado en la atención de Arefe, expuso la situación al padre, éste decidió regresar a Afganistán con la pequeña. Si no hay solución prefiere volver con su familia a la que ha dejado descabezada y sin sustento. Así, además, Arefe podrá despedirse de los suyos. El Ministerio de Defensa está haciendo todo lo posible para que la niña pueda salir en un par de días en un avión medicalizado.

Este cuadro clínico tan poco esperanzador se complica aún más por la fragilidad del organismo malnutrido de la pequeña. En apenas un año, el tumor no sólo creció apresuradamente hacia el exterior, también se desarrolló hacia dentro hasta casi cegarle la boca e impedirle comer.

Durante semanas, su padre, de nombre Tasali, la estuvo alimentando por el pequeño orificio libre en la comisura de la boca a base de leche y gracias a una jeringuilla que le facilitaron los militares españoles. A fuerza de mal comer, Arefe fue perdiendo peso rápidamente hasta situarse en los 15 kilos actuales. Probablemente su cuerpo no soportaría un tratamiento de choque contra la enfermedad.

El día que CRONICA visitaba el hospital, Arefe había comido una especie de puré. La pequeña estaba consciente y, pese a su estado, muy espabilada y pendiente de cualquier novedad en su habitación. Repetía todas las palabras que escuchaba en castellano y sonreía abiertamente a las visitas.

-¡Hola, Arefe!

-¡Hola! -, devolvía el saludo.

Al día siguiente jugaba con una voluntaria que le enseñaba los números occidentales. Arefe, que sólo pudo ir al colegio tres meses, recita de carrerilla del uno al 10 en la numeración persa.

TUMOR NECROSADO

Su habitación del hospital estaba impregnada del intenso olor que desprendía el tumor necrosado y que traspasaba el vendaje. «Es una niña muy tranquila, muy fuerte, con apetito y con ganas de vivir», decía entonces el padre aún ajeno al triste diagnóstico.

Tasali, agricultor, albañil y lo que surja, 37 años no documentados, sabía del estado crítico de su hija pero albergaba muchas esperanzas. En cierto modo, respiraba aliviado tras meses atenazado por la impotencia de no poder hacer nada en un país sumido en la Edad Media donde la asistencia sanitaria es un lujo.

Aún más si, como Arefe, se nace en un remoto poblado de 10 casas de adobe, de nombre Majnun, a unos 30 kilómetros del destacamento español de Qala i Now, en la provincia de Herat, al noroeste de Afganistán.

Allí, en un idílico valle según descripción de Tasali, la madre y los cuatro hermanos de Arefe esperan noticias. Lamentablemente, no serán buenas. Según acordaron antes de partir para España, el hermano de Tasali se acercaría periódicamente a Qala i Now donde los españoles le darían parte del estado de la niña y le facilitarían comida.

Si la familia de Arefe era ya de por sí extremadamente pobre, su enfermedad la ha sumido en la miseria más absoluta. Tasali lo vendió todo y se gastó los afganis, inútilmente, en buscar la sanación de su hija. Tuvo que deshacerse del pequeño terreno que les daba de comer y hasta de la alfombra que compró en Irán, donde estuvo seis meses trabajando como albañil.

Todo comenzó con un extraño grano que asomó en el rostro de Arefe. Cuando fue del tamaño de un botón, hace un año o así, un médico afgano se lo extirpó en Herat. Pero después de eso la masa siguió creciendo incluso con mayor virulencia.

Tasali apareció en el campamento español de Qala i Now con la niña en brazos hará tres meses. «A ver si ellos pueden hacer algo», lo guiaron las autoridades médicas afganas. Pero los sanitarios militares que la han atendido en Afganistán no pudieron más que realizarle curas higiénicas.

Y en esas estaban -el padre recorriendo cada vez que podía los 30 kilómetros que los separaban de los médicos españoles para que al menos le limpiaran las heridas y éstos viéndola poco a poco morir- cuando María José llamó a CRONICA. La esposa de uno de los sanitarios españoles que se ocupaban de Arefe allí seguía a través de su marido la evolución de la pequeña a la que ha llegado a querer como hija propia. Tras publicarse la llamada de socorro, el Ministerio reaccionó con rapidez y sensibilidad.

Un grupo de militares se desplazó al poblado de Arefe para transmitirle a su padre la posibilidad de viajar a España. El jefe de la tribu tuvo que certificar que Tasali era efectivamente su progenitor. Al modesto agricultor le hicieron por primera vez una fotografía para su también primer DNI. En él se le ve con turbante y una larga barba que le recortaron antes de embarcar en el avión. «Estoy muy agradecido a España, nunca creí que esto fuera posible», decía el jueves aún pensando en la curación. «Será lo que Dios quiera», respondió sereno tras el diagnóstico definitivo, «¿sería posible volver a casa?».

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