El viernes 17 de diciembre, la reina Isabel II pasó revista a los nuevos oficiales de Sandhurst. Al pasar a la altura de su nieto Guillermo, sonrió como sólo sonríe una abuela orgullosa. Él le correspondió con un saludo entre la ortodoxia y la familiaridad. En la tribuna de invitados, con una pamela negra y un traje rojo, estaba sentada Kate Middleton, la novia del príncipe desde hace tres años. Estaba acompañada por Jamie Lowther-Pinkerton, secretaria particular de Guillermo, y su hermano Enrique. Al acabar el desfile Kate le susurró al oído a su chico: «Adoro el unifome. Es muy sexy».
Nada ha contribuido más a alimentar los rumores de boda real en el Reino Unido que la presencia de la Middleton en un acto tan distinguido y su comentario tan cariñoso. Dicen que para 2007 sonarán las campanas de, quizá, la catedral de San Pablo. La Reina, cuentan las columnas de cotilleo, está feliz con la decisión de su favorito.
El país, necesitado de un cuento de hadas que haga olvidar las incontables vicisitudes de una familia poco dada a la estabilidad -léase las historias del príncipe Andrés y Sarah Ferguson o el triángulo Carlos y Diana y Camilla-, disfruta con pasión de las historias que, cual culebrón, descubren los pasos de la pareja de moda. Ella, acosada por los flashes, ha sido protegida por la Casa Real y sus abogados estudian si llevan a los paparazzi ante los tribunales.
La última historia narra cómo el príncipe Carlos se ha puesto manos a la obra para acondicionar una vieja mansión de seis habitaciones que se covertiría en la primera vivienda oficial de la pareja. Porque Guillermo vive hoy en Clarence House, residencia del príncipe de Gales, aunque durante los permisos que le daban en la academia militar de Sandhurst aparecía más bien poco por allí y se refugiaba en el piso de soltera de Kate, un apartamento en el afamado y rico barrio de Chelsea.
El príncipe Carlos habría dado orden de que se prepare ya la casa de los novios, ubicada en una finca de 364 hectáreas en Harewood Park (Herefordshire), en las proximidades de Gales. Cuentan que, producto de la fiebre ecológica que aqueja al príncipe de Gales, este pequeño palacio real será rehabilitado con maderas y ladrillos reciclados, paneles solares en el tejado y calefacción) y muros aislados con un material fabricado con lana de oveja. Habrá, además, un depósito de 200 litros donde se recogerá agua de lluvia tanto para los lavabos como para los inodoros.
Hay, también, un manual de uso donde se aconseja a la pareja que es mucho más respetuoso con el medio ambiente una ducha a un baño o que un chorro más pequeño o difusores en los grifos ahorran agua. Algo parecido se dice sobre el uso de bombillas, sobre la necesidad de tener diferentes cubos en los que reciclar la basura o sobre el número de árboles que se deberán plantar -en la finca, se entiende- para compensar la contaminación generada por los camiones que, necesariamente, deberán transitar por la zona mientras duren las obras.Una pareja del siglo XXI en un país alterado y obsesionado con el cambio climático.
La mansión fue adquirida hace seis años por Carlos por cinco millones de libras (7,5 millones de euros; 3,27 millones más que la de los Príncipes de Asturias, con 1.800 metros cuadrados útiles). Según los planos publicados por algunos medios, tiene seis dormitorios, cinco baños, un gran vestidor, un inmenso balcón y todas las áreas comunes pertinentes, claro: cocina, salones... En edificios próximos esparcidos por la finca, una capilla y establos.
Todos los retoques necesarios para poner en condiciones la casa se estudian conjuntamente entre los arquitectos e ingenieros elegidos por el príncipe Carlos y los responsables del gobierno local de Hereforshire. Es imprescindible, por ejemplo, no modificar los arcos que hay tanto en la parte frontal como trasera de la residencia, ni los que rodean las ventanas. O que se respeten algunos adornos antiguos o el gran hall central de dos alturas que domina la vivienda, sobre el que se vuelcan todas las dependencias.
Los trabajos se han puesto en marcha porque, según el historiador real Rober Lacey, «todos los signos indican que la familia real no sólo aprueba a la chica, sino el camino que lleva la relación». Con precaución, dice. Acaso las últimas noticias que apuntan que los antepasados de la Middleton eran humildes mineros empiece a ser uno de esos obstáculos que siempre surgen en el amor real.