Domingo, 21 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6244.
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Jaime Peñafiel

El árbol genealógico de la futura reina

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En el Reino Unido se ha desatado la Katemanía. La historia se repite, casi diez años después de la muerte de la malograda Lady Di, en la persona de Kate Middleton, una joven de 25 años, hija de un oficial de vuelo y una azafata, «con un dineral en el banco», como escribe nuestro corresponsal en Londres, Fernando Mas. La prensa y el personal ya la consideran futura reina consorte de Inglaterra pero, sobre todo, Princesa de Gales, título que nadie se atreve a otorgar a Camilla aunque, como esposa del Heredero de la Corona, tiene todo el derecho. Posiblemente, porque fue el único que la Reina, inexplicablemente, le permitió a Diana. Las imágenes de Kate caminando, con gesto contrariado, de su casa al trabajo, seguida y perseguida por decenas de fotógrafos, recuerdan aquellas otras de Diana, que sí gozaba con esta persecución. Fue, entonces, cuando se entabló la complicidad entre Lady Di y los reporteros, a quienes supo utilizar en su guerra contra los Windsor.

Sólo seis fechas en su vida

A diferencia de Letizia Ortiz, en cuyo árbol genealógico, la prensa no se ha atrevido a subir más allá de la rama de los abuelos, de la señorita Middleton ya se sabe todo o casi todo. Aunque según Fernando Mas no se han encontrado orígenes nobiliarios o aristocráticos, tampoco familiar alguno del que avergonzarse. Mucho menos un pasado sentimental criticable de la muchacha. Cuando alguien adquiere fama o notoriedad repentina, siempre suelen aparecer amigos, familiares, compañeros de trabajo o vecinos que comienzan a largar, con más o menos fundamento y conocimiento sobre la vida y milagros del personaje. Kate no se ha librado de esta plaga. Y así como sobre el pasado de la consorte del Príncipe Felipe, su ex marido y sus ex amigos se levantó, nada más anunciarse el compromiso, una muralla de silencio que nadie quiso, supo o pudo romper, sobre la vida de Kate ha sucedido todo lo contrario: en el Reino Unido todo se sabe ya, que es bien poco. La joven no tiene biografía. Ni anterior ni próxima ni lejana. En su currículo sólo existen seis fechas: su nacimiento; el ingreso en la universidad para cursar estudios de Historia del Arte; el día que conoció al príncipe Guillermo; el comienzo de su noviazgo y su graduación.

En público, Majestad; en privado, Señora

Aunque en la Familia Real Española cada uno de sus miembros se ha casado con quien ha querido, no siempre con quien ha debido, en la familia real inglesa, para casarse, hace falta la autorización de la Reina. En algunos matrimonios, más vale no lo hubiera dado nunca pero, sin el requisito de Su Majestad, no hay boda. En el caso del heredero de su heredero, ya ha dado su visto bueno. Piensa que Kate es la consorte perfecta para su nieto Guillermo porque se trata de una joven que no es una trepa sino muy discreta a quién no le gusta precipitar las cosas y dejar que éstas vayan evolucionando de una forma natural, a su tiempo. Un ejemplo es que declinó la invitación a pasar las fiestas navideñas con el resto de la Familia Real en el palacio de Sandrigham. Prefirió quedarse con sus padres y hermanos. De todas formas, Kate, que se está preparando para su nuevo papel, ya ha sido informada del protocolo en su relación con la Reina. 1) Debe saludarla con la obligada y protocolaria genuflexión, tanto en público como en privado; 2) No podrá dirigirse directamente a la Soberana. Siempre deberá esperar a que su Majestad le hable y ella limitarse a responder. Nunca preguntar. 3) Tendrá que llamarle en público Majestad, en privado Señora. 4) Deberá medir siempre el alcance de sus palabras. Tanto las que pronuncia en público como en privado. ¿Más o menos como Letizia? Lo único que se sabe de la consorte española es que trata al Rey de Señor y a la Reina de Señora, lo que no le ha impedido meter la pata, alguna vez, por culpa de ese carácter que, a veces, le juega tan malas pasadas. ¿Es necesario recordar aquí aquello de «Vámonos ya» o el tristemente famoso chiste a Joaquín Sabina?

Letizia, Urdaci y yo

Cuando el 1 de Noviembre de 2004, se anunció el compromiso matrimonial de Felipe con la co-presentadora de los Informativos de TVE noche, junto a quien era su director, Alfredo Urdaci, éste dijo aquella parida de «será necesario que pasen 15 años para que surja una periodista como Letizia». Me pareció un ridículo exceso cortesano. Así lo manifesté, así lo escribí y así lo he mantenido cuando, el pasado miércoles, Urdaci, que sigue siendo un gran amigo de la consorte, tuvo el valor y el coraje de invitarme a su programa en el Canal televisivo Onda 6 para hablar de mi libro El general y su nieta. Tres bodas y un funeral. Pero Letizia se convirtió en el centro de nuestra atención, tanto por parte de Urdaci, que me provocó con una encuesta callejera, como por la mía. «Lamento que puedas tener problemas con tu amiga. A lo peor te llama y te regaña». Lo encajó con el sentido del humor que tiene aunque no lo parezca. Mi gran sorpresa fue que al recordarle aquello de las periodistas y los 15 años, me respondiera: «Pues ya han pasado tres». Para Alfredo, posiblemente, sigue sin aparecer ninguna. Por mi parte, me congratula haber iniciado una relación que parecía imposible por culpa de la mujer que se interpuso entre los dos.

CHSSSSS... Cuando un hombre se viste por los pies y dice lo que piensa, debe mantenerlo. Si no lo hace, corre el riesgo de seguir el camino de su antecesor. Sobre todo, cuando la inmensa mayoría del personal comparte todo lo que ha dicho ... ¡Cómo ha cambiado la muchacha en tan poco tiempo! De aquella de «que aproveche» a la de «¿No sabe usted que tiene que abrirme la puerta?» ... Son una pareja de imbéciles en un país de paletos. Él no es un deportista ni ella una señora, sino otra cosa, como dice Julio César Iglesias. El fútbol le importa menos que su marca de colonia. Él es un maniquí, ridículo, pero maniquí. «Insustancial y artificiosa pareja» (Carlos Toro)... Ha sido la gran frase de la semana: «Iniciemos una relación que no dure mucho. Éste es el primer paso para ser aburridos y tediosos». ... A pesar de su nuevo look y su nueva casa, a veces el muchacho no sabe lo que dice. Porque confundir la curiosidad de la prensa, por su presunta boda, con los colores de la bandera nacional y declarar que meterse con él «es patético para España», invita a pensar que ha perdido el oremus y no está en sus cabales.

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