A. LUCAS
MADRID.-
Entre los aspectos más sugerentes de la gran antológica que el Museo del Prado dedica a Tintoretto -que ha contado con un presupuesto de casi un millón de euros- destaca la reunión por vez primera en 400 años de dos de las grandes telas del pintor: la Ultima cena (prestada por la iglesia de San Marcuola de Venecia) y El lavatorio (en la colección de la pinacoteca madrileña).
Ambas obras fueron realizadas en 1547 con la idea de que se pudiesen contemplar juntas. «En El Prado van a estar tal y como fueron concebidas por Tintoretto. El Lavatorio para ser visto desde la derecha y La última cena para ser contemplada de frente», explica Miguel Falomir.
Será uno de los momentos más intensos del recorrido por la obra de este pintor de vetas manieristas que contó en España con algunos de sus más conspicuos admiradores y coleccionistas. «Es paradójico que no fue la Corte quien más obra atesoró del veneciano, sino algunas familias nobles como la de los Almirantes de Castilla y la de Luis de Haro y su hijo, el Marqués del Carpio. Familias que después fueron ligándose entre ellas, aunque muchas de las piezas que adquirieron en su época fueron saliendo después al extranjero por distintos motivos», apunta el comisario.
El motivo de la Ultima cena fue recurrente en el Renacimiento. Junto a la de la iglesia de San Marcuola, el Prado exhibe también la que ocupa la iglesia veneciana de San Trovaso, donde la capacidad escenográfica de Tintoretto alcanza una de sus cimas, jugando con los forzados escorzos y los claroscuros que dotan a esta pintura de una tensión casi insuperable.
Asimismo, la copia que pertenece a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, réplica de la realizada para la iglesia de San Marcuola, será también parte de la exposición. Una apuesta de Falomir para iluminar mejor la capacidad de narración religiosa de este impar creador.
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