El Chelsea pasó por Anfield sin un solo argumento en el zurrón para demostrar que es el actual campeón de la Premier. Ni tan siquiera para advertir a los contrarios que tiene intención de repetir título. Sin personalidad, apresurado, atormentado por la falta de un jugador que lo guíe de forma coherente. Así se le vio. Con Terry lesionado, Makelele sancionado y Carvalho indispuesto a última hora, los Lampard y Drogba estaban desorientados, abandonados y rodeados de futbolistas vulgares. Entre éstos, sí, estrellas como Ballack y Shevchenko. Un desastre.

El Liverpool pasó por encima del equipo de José Mourinho en 17 minutos, le marcó dos goles y luego manejó el resto del tiempo con displicencia. Cierto, le entregó la pelota al Chelsea, pero sólo con la intención de que el rival no se le deprimiera en exceso y con la certeza de que no había mucho que temer.

Rafael Benítez, técnico de los de Anfield, había advertido el viernes que la de ayer era la última ocasión del Liverpool para mantenerse en cabeza de la tabla y aspirar a algo más que la mediocridad de temporadas anteriores. Su equipo salió furioso, orgulloso y convencido de que delante tenía a un rival batible. Visto lo visto, delante no tuvo más que un par de jugadores mal acompañados por otros cuantos aprendices. Alonso y Gerrard, sobre todo el primero, levantaron la cabeza y dirigieron a una delantera persistente, dolorosa para una defensa absurda como la del Chelsea. Crouch es un tipo longuilíneo, atrevido, decidido y de una calidad incalificable. Kuyt es temible.

En el minuto cuatro Crouch peinó un centro enviado desde el centro del campo por Carragher. La pelota viajó hacia la cabeza del holandés Kuyt, que la tocó lo justo para acomodársela al pie derecho y darle la bienvenida a Petr Cech.

No habían pasado 13 minutos cuando Pennant reventó la pelota y la mandó a una de las escuadras de la portería del Chelsea. Cech por los aires, con esa imagen de boxeador que le daba el casco que se puso para proteger su cabeza, ni rozó la bola. Mourinho movía la cabecita para aclarar sus turbias ideas.

Benítez se salió con la suya, demostrando que es un hombre complejo, capaz de poner en escena un equipo sólido un fin de semana y de jugar a la nada tres días más tarde. Pese a las críticas, Anfield quiere a un tipo que es capaz de ganar 56 de los 100 partidos (ayer) que ha dirigido al Liverpool en la Premier. Una gran marca.