Tras muchas vacilaciones y después de encomendarse a todos los santos, Lula da Silva y Néstor Kirchner se atrevieron a desafiar al socio más rico de Mercosur. Los presidentes de Brasil y de Argentina reclamaron a Hugo Chávez que abandone sus excesos verbales, acentuados desde que asumió su segundo mandato, el 10 de enero pasado.
En conversaciones separadas, le advirtieron que las reuniones del bloque sudamericano, que agrupa a cinco países, no son el foro apropiado para difundir los principios del socialismo a la venezolana ni para pelearse con Estados Unidos.
La cumbre del Mercosur culminó el viernes, con un fogoso llamamiento a la integración, que contrastó con las disputas surgidas al calor de las deliberaciones.
Reunidos en un hotel junto a las playas de Río de Janeiro, los líderes tomaron baños de sol y bebieron caipiriñas. Pero no lograron ponerse de acuerdo en cómo resolver la disputa entre Argentina y Uruguay por la construcción de dos plantas papeleras en la cuenca del Río de La Plata o los pleitos limítrofes entre Bolivia y Chile.
Como es habitual, el gran protagonista del cónclave fue Hugo Chávez, quien se pasó por alto la agenda y los turnos para hacer uso de la palabra. Sin venir a cuenta, el líder bolivariano criticó a los países que han firmado tratados comerciales con Washington. El presidente de Colombia, Alvaro Uribe, quien en febrero de 2006 cerró un acuerdo de esa índole, se disponía a responder cuando fue interrumpido por Evo Morales.
Envalentonado por la actitud desafiante de Chávez, su mentor financiero e ideológico, el mandatario boliviano, dijo que Colombia padece un grave déficit fiscal, «pese a que los gringos han colocado allí millones de dólares, con el pretexto de combatir el narcotráfico».
A juicio de los observadores, fue a raíz de este incidente cuando los socios fundadores de Mercosur decidieron plantar cara a Chávez.
Kirchner señaló al dueño de la quinta mayor reserva petrolífera del mundo que Argentina aspira a que el Mercosur avance hacia la modernidad y no que retroceda a los postulados ideológicos de hace 30 años.
«Una postura valiente, la de Kirchner, considerando que Venezuela se comprometió a adquirir bonos de la deuda argentina por la nada despreciable suma de 2.000 millones de dólares [cerca de 1.500 millones de euros]», comentó una fuente diplomática.
Por su parte, Lula comunicó a Chávez que Brasil piensa reclutar capitales extranjeros -norteamericanos y europeos- para fortalecer a las industrias del Mercosur.
Perplejo ante la ofensiva de sus pares, Chávez buscó el apoyo de la presidenta chilena, Michelle Bachelet, pero su consentida, como la suele llamar, también estaba molesta por los insultos que el incorregible caribeño profirió contra el secretario chileno de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, cuando le calificó de «pendejo».
Hugo Chávez partió de Río de Janeiro con semblante adusto, lo que no garantiza que haya aceptado las reglas que Lula y Kirchner trataron de imponerle.
