Domingo, 21 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6244.
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 OPINION
EL PURGATORIO DE LOS LIBROS
Occidente, en guerra civil consigo mismo
MARTIN PRIETO

Doce de Septiembre. La guerra civil occidental

Autor: Martín Alonso. / Editorial Gota a Gota, 2006.

Un mínimo repaso a la Historia reciente pone de relieve, en primer lugar, que Estados Unidos ha salvado del exterminio, o al menos lo ha intentado, a las poblaciones musulmanas de Somalia, Bosnia y Kosovo, desconociendo la legitimidad internacional como no fuera en los dos últimos casos la de la OTAN. Cazabombarderos españoles contribuyeron a la destrucción de Belgrado en el marco de la Alianza. En segundo lugar, el 11 de septiembre fue el premio al esfuerzo más intenso de la política exterior de EEUU por concluir un acuerdo israelí-palestino (por parte de Bill Clinton, quien lo formuló en Camp David en 2000). En tercer lugar, es imposible sostener al mismo tiempo la responsabilidad simultánea del presidente Bush y la política exterior americana por aquellos terribles sucesos del 11-S, porque el presidente americano no había siquiera insinuado política alguna sobre el conflicto de Oriente Medio. Ni buena ni mala. Para entonces, ni siquiera había tenido tiempo de exacerbar nada ni a nadie. A George W. Bush no le interesaba la política internacional y era un aislacionista, como todos los republicanos del sur, que quería que los europeos pagaran la Guerra de los Balcanes. Demócratas como J.F. Kennedy y hasta Johnson intentaron invadir Cuba y se enfangaron mientras que un republicano desacreditado y corrido como Richard Nixon acabó con la guerra de Indochina y restableció relaciones con la China Continental. Fue patético. Observar la propaganda antiamericana desatada por el Occidente que había recibido tan tremendo puñetazo. El antiamericanismo es una forma de vivir. Así Jean-Pierre Chevenement, ministro de Defensa francés, declara que América está dedicada a «la cretinización de nuestras sociedades». Nelson Mandela afirma que Estados Unidos es una «amenaza contra la paz mundial». Políticos europeos conservadores (Chris Patten) o de centro izquierda (como el primer ministro sueco Goran Persson) hablan de la necesidad urgente de construir Europa como dique de contención frente a Washington o, en la terminología del segundo, frente a la «dominación mundial de EEUU».

Martín Alonso es el autor de Doce de Septiembre. La guerra civil occidental. Editado por Gota a Gota de la Fundación del Partido Popular, que está reuniendo un valioso fondo de pensamiento conservador. Tiene mérito el autor Martín Alonso al haber superado el rechazo de cinco editoriales políticamente correctas antes de ser acogido por la Fundación FAES. El macizo del texto es el siguiente: el 12 de septiembre fue el comienzo de la guerra occidental abiertamente. Un cierto estado de opinión, asociado a la cultura hegemónica y ebrio de prejuicio, caracterizado por el relativismo intelectual y la equidistancia moral, produjo explicaciones alternativas de los hechos del día anterior en forma de alucinaciones disfrazadas de best-seller.

La amplia batería de extravagantes teorías conspiratorias propuestas no ya por la infantería esotérica de las páginas de los horóscopos, sino por los custodios de la opinión pública: intelectuales y medios de comunicación. Las explicaciones allí sugeridas por voluntad expresa de competir con el discurso racional e intentar reemplazarlo tienen por objeto restaurar la beatitud de la opinión pública y elevar una primera línea de diques mágicos frente a la invasión de lo real. Así, muchos nos hemos quedado lelos ante amigos y colegas presuntamente listos y hasta inteligentes con carreras universitarias que aducían muy convencidos que el 11-S fue una conspiración del lobby sionista y que a los judíos que trabajaban en las famosas Torres Gemelas del World Trade Center se les avisó previamente para que ese fatídico día no fueran a trabajar. Podríamos decir paradójicamente que hay demasiadas películas americanas por rodar.

La segunda línea de trincheras es bastante más compleja y menos arbitraria. Su manifestación está formada por las «racionalizaciones» que atribuyen el desorden cósmico a EEUU e Israel. Los dos aparecen en las encuestas que se realizan al público occidental como las mayores amenazas a la paz. La explicación preponderante de los sucesos del 11-S -en Madrid, París, Bruselas, Londres y hasta Manhattan-, es el apoyo de EEUU a Israel. Parcialmente el odio a Norteamérica se ha convertido en una subcategoría del antisemitismo, hoy a su vez, vestido con el ropaje políticamente correcto de la demonización del Estado de Israel. El antiamericanismo es el paradigma ideológico del momento presente. Lo fue antes del 11-S pero sólo después se convirtió en la teoría unificadora universal en el océano que aísla al mundo poscontemporáneo. Al lado de este paradigma, el antisemitismo es un brote gemelo pero dependiente, es un reflejo de la Historia europea, a través de sus incesantes metamorfosis. Las dos patologías hablan más y peor del enfermo que del objeto de sus fobias. El diagnóstico: síndrome de huida de la realidad.

El autor es muy pesimista sobre los resultados de la larvada guerra civil occidental después de la explosión del islamismo. Una buena lectura para quienes luchan contra la corriente igual que los salmones y escandalizan a los biempensantes con sus conciencias políticamente correctas.

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