Hace apenas una semana, el dato eran las temperaturas, cinco grados por encima de lo normal en el Hemisferio Norte, (insomnio invernal en los osos moscovitas, florecimientos prematuros en Central Park...) y ahora es un frío que pela y mata a decenas de personas. «El cambio climático», arguyen titulares de prensa, agarrados al latiguillo de moda. Nuestros abuelos habrían dicho que el tiempo está loco.
A mediados de los 80 eran las sombrías predicciones sobre la catástrofe universal por el agujero de ozono. ¿Quién se acuerda del agujero de ozono? En 1987, unas 180 naciones firmaron en la ONU el Protocolo de Montreal, para reducir los gases clorofluorocarbonados (CFC), destructores del ozono atmosférico. Tras el acuerdo (y una mejor observación), se empezó a decir que la capa de ozono, que reduce el impacto de dañinas radiaciones solares, disminuye y aumenta en ciclos naturales. Para otras voces el asunto sigue feo, pero los expertos afirman que Montreal se cumple y vale. O sea, se pasó el momento de ejercer presión y asustar a la población mundial. La capa de ozono pasó de moda.
Ahora es el cambio climático. Tenemos el protocolo de Kioto, el cine de Al Gore y el informe Stern (700 páginas de análisis climático, obra de un economista, en http:// www.hm-treasury.gov.uk, apartado independent reviews) y tenemos al Consejo de Ministros español, revelando que en la UE mueren 350.000 personas al año por la contaminación, lo cual hace preguntarse cómo es que la esperanza de vida ha aumentado tanto.
¿Quiénes han de evitar el cambio climático? Tony Blair, icono de la lucha verde, lo tiene clarísimo: «Dejemos el asunto a la ciencia», afirma el primer ministro británico, picado porque le afean producir CO2 con su avión privado de vacaciones.
El 10 de enero, la CE reclamó reducir el 30% los gases de efecto invernadero para 2020, invitando a aumentar un 20% la producción de energías renovables. Automáticamente saltan por todas partes, arrimando el ascua a su sardina, voces autorizadas y grupos de presión (en EEUU se llaman lobbies y son relativamente conocidos; en la UE, la mayoría de los ciudadanos no saben ni que existen). Para unos, el mensaje de Barroso es una serena invitación a reconsiderar la energía nuclear; para otros, es una castaña y las renovables tendrían que aumentar al 30%; y otros alegan, en fin, que hay que acabar ya con los coches, y en especial los todoterreno (aunque no me consta que exista un lobby de fabricantes de bicicletas...).
Y a todo esto, ¿alguien sensato puede atribuir una súbita ola de frío o de calor al cambio climático? Las predicciones científicas sobre catástrofes climáticas se basan en el sutil aumento de dos o tres grados en las temperaturas medias, a un plazo de entre 50 y 100 años. Mucho me temo, por tanto, que habrá que darle la razón a Blair: será tarea para la Ciencia, no seremos ni los políticos ni los periodistas los que combatamos el cambio climático. No hay moda que nos pueda durar tanto tiempo.