Lunes, 22 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6245.
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El Prozac para perros y gatos 'neuróticos' se extiende en EEUU
El uso de antidepresivos para animales de compañía desata la polémica entre los expertos
CARLOS FRESNEDA. Corresponsal

NUEVA YORK.- El perro se llamaba Romeo y se ponía tristísimo cada vez que lo dejaban solo en casa. Ladraba y ladraba durante horas, y tenía de uñas a todos los vecinos. Cuando regresaba su dueño, lo chupaba de una manera compulsiva y no dejaba de babear. Romeo acabó en la consulta del veterinario Nicholas Dodman, director de la Clínica Conductista de la Universidad de Tufts y autor de Si pudieran hablar: historias de mascotas y sus dueños. Dodman puso al perro en tratamiento de Prozac y se acabaron los problemas: Romeo volvió a ser un spaniel dócil y ejemplar.

El veterinario suele recordar también el caso de Spot, un dálmata que se rebeló contra su amo hasta morderle 40 veces a la semana. Una de ellas, cuando estaba en la ducha y apuntando directamente a «las partes innombrables». Spot también pasó por el correctivo del Prozac, y parece que funcionó.

Dodman es uno de los mayores defensores del uso de Prozac para combatir casos de agresividad, ansiedad, fobias y comportamientos obsesivo-compulsivos en los animales de compañía. El veterinario recurre a la píldora en los casos más severos, y suele acompañarla con terapias de conducta, pero admite que los antidepresivos son «un tratamiento barato, altamente efectivo e increíblemente seguro».

En los gatos, la tendencia más acusada es la de marcar con «zonas húmedas» puertas, esquinas, sillones y todo lo se les pone a tiro. Los hábitos urinarios de Shadow estaban volviendo loca a su dueña, Fernanda Gray, que decidió someterla a uno de los estudios pioneros de los efectos del Prozac en los mininos. En 14 días dejó de «manchar» y volvió a hacer religiosamente pis en su cajón con arena.

Aunque no hay un cálculo aproximado de cuántas mascotas pueden estar tomando Prozac, Paxil, Zoloft u otros populares antidepresivos en Estados Unidos, el veterinario Richard Martin, de la Clínica de Animales de Brentwood, admite a Los Angeles Times que la cosa va en preocupante aumento: el 5% de los 8.000 gatos y perros que pasan por la clínica están tomando píldoras para corregir su conducta (hace una década eran tan sólo el 1%).

El veterinario neoyorquino Peter Borchlet reconoce al Daily News que el uso de Prozac es «muy común entre los perros» y admite que él mismo lo receta contra la «ansiedad», que afecta aproximadamente a una tercera parte de sus 400 clientes caninos: «Sus dueños trabajan todo el día, y los antidepresivos los calman, de la misma manera que hace con los humanos».

La FDA, el organismo que regula los medicamentos, sólo ha aprobado el uso del Clomicalm para combatir «la ansiedad de la separación» en los perros, pero decenas de veterinarios han decidido recetar una amplia gama de «reguladores de la serotonina», convencidos de que la química cerebral de los mamíferos más cercanos es idéntica a la nuestra.

Algunos expertos alertan, sin embargo, conta la creciente tendencia al «antropomorfismo» (en algunas ocasiones, los dueños están también en tratamiento) y sostienen que la raíz del problema es precisamente el confinamiento de los animales en entornos urbanos hostiles y ajenos a sus necesidades físicas y mentales. La «ansiedad de la separación», sostienen, es el fruto de la falta de atención de los dueños, que los dejan solos y encerrados durante ocho o diez horas diarias.

Efectos secundarios

Los tratamientos de Prozac para animales domésticos (o la versión genérica, la fluoxetina) suelen durar de seis semanas a tres meses. Entre los efectos secundarios están la pérdida de apetito y la ansiedad, aunque algunos dueños parecen haber notado «tendencias violentas».

Antes de ponerse de moda entre las mascotas, los antidepresivos provocaron controversia por su uso en los zoológicos. Un psiquiatra visitó hace cinco años al orangután Minyak, del zoo de Los Angeles, y le recetó el antidepresivo Remeron para combatir la depresión y recuperar la energía necesaria para el apareamiento (en el 2005 fue finalmente padre). La gorila Johari, del zoo de Toledo (Ohio), estuvo tomando Prozac durante el 2002 para combatir las «explosiones emocionales» que ocurrían coincidiendo con sus ciclos menstruales.

Uno de los primeros «pacientes» fue sin duda Gus, el oso polar del zoo de Central Park, diagnosticado en 1994 con «neurosis de aburrimiento» porque no dejaba de caminar compulsivamente de un lado para otro. Un caso similar, el del oso Misty en el zoo de Calgary (Canadá), también bajo tratamiento de Prozac, ha provocado una reacción de las asociaciones de defensa de los animales, que consideran injustificable mantener a esta especie en cautividad.

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