CARLOS GOMEZ AMAT
Festival de Canarias
Intérpretes: Orquesta Firlamónica de Gran Canaria./ Solista: Sabine Meyer./ Director: Pedro Halffter./ Solista: Sabine Meyer. Obras de Mozart y Prokofiev. / Escenario: Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria./ Fecha: 21 de enero de 2007.
Calificación: ***
LAS PALMAS.- Una de las mejores virtudes de un intérprete es la adaptación natural a los diversos estilos, sin afectación ni faltas fidelidades. Digo esto, porque es difícil plantear bien un programa en el que se da el violento contraste entre Mozart y Prokofiev.
La Filarmónica de Gran Canaria, excelente conjunto, sigue con justa expresión las indicaciones de Pedro Halffter que, por su rigurosa formación musical y humanística, sabe profundizar en lo que corresponde a cada época. El conjunto y su director titular deben cuidar especialmente la calidad del sonido sinfónico, sobre todo en la cuerda. Hay que reconocer que a estos filarmónicos les van mejor las asperezas de Prokofiev que las delicadas transparencias de Mozart.
Ya advertía en su tiempo don Francisco Giner de los Ríos de los peligros para un pianista, si aplicaba a un minué dieciochesco el despliegue poderoso de un Liszt. Giner estaba asesorado por el olvidado economista, ingeniero y músico Gabriel Rodríguez, hombre sabio al que únicamente se le recuerda alguna vez por su insólita y poco hispánica negativa a ser ministro.
El toque de Sabine Meyer
En fin, en esta ocasión se venció con gallardía el desafío del contraste. La prestigiosa Sabine Meyer es una virtuosa de primer orden. Utiliza para Mozart el instrumento adecuado, es decir, el llamado clarinete di bassetto con su hermosa región grave a la que los franceses llaman chalumeau, en referencia a un instrumento primitivo.
No todas las obras del último año en la vida de Mozart son de igual categoría. La culminación está en La flauta mágica, el Ave Verum, dos momentos del Requiem y este bellísimo concierto. Sabine Meyer hizo maravillas de expresión y agilidad, con buena respuesta.
Con su Quinta sinfonía, Prokofiev quiso ser buenecito y adaptarse a las directrices del realismo socialista, pero le quedaban restos de ciertas violencias que le había dado fama de niño malo amigo de las disonancias. Por eso la Quinta luce todas las asperezas de las que hablábamos. Pedro Halffter, en su profundo estudio de la partitura, no trata de disimularlas, sino más bien -con toda razón- de ponerlas de manifiesto. Así consigue una brillantez que impresionó al público y produjo un éxito tan ruidoso como prolongado. Las toses no molestaron. Se conoce que la reprimenda de Christian Thielemann ha dado fruto, aunque no fuera muy oportuna.
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