A este paso, un partido de la Liga española, puesto el sábado por la noche o el domingo por la tarde, va a ser la mejor invitación para ir al cine, al teatro, a cenar, a tomar un café, a charlar, a jugar al dominó... A cualquier cosa con tal de huir del plomo al que se ha aferrado el campeonato. No hay un solo equipo que merezca dos horas de atención una vez por semana. Lo fue, sí, el Barcelona, líder a la conclusión de la primera vuelta tras su victoria, fea, de ayer ante el Nàstic. También reclamó elogios el Sevilla de Juande Ramos, pero desde que 2007 echó a andar, no levanta cabeza, y salió de El Madrigal con una imagen muy poco convincente. Los que vienen por detrás no mejoran el aspecto.
Para empezar el Madrid. Ganó en el Ono Estadi, que ni para los nombres de los estadios está permitida la nostalgia. En lo que un día fue Son Moix dejaron los chicos de Capello una muestra más de lo aburrido que puede ser un equipo de fútbol. Ni siquiera el Valencia provoca el más mínimo pellizco, y eso que el grupo de Quique suma seis jornadas seguidas sumando de tres en tres, de suerte que se han puesto cuartos. En un margen de tres puntos hay cinco colectivos entusiastas, pero malos.
Uno de los equipos más curiosos del torneo, el Atlético, se encuentra metido en todo el jaleo sin saber muy bien cómo, jugando como juega tan mal. Ocurre que todos le imitan. Además, para cerrar la primera «rueda», que diría Aguirre, lo que faltaba: una jornada con nueve goles. Lástima de entradas pagadas.
Números para llorar.
Los optimistas dirán que en la temporada 72/73, jornada 25, sólo hubo ocho, y tendrán razón, pero no sirve de consuelo. Entre otras cosas, porque entonces había sólo 18 equipos. Desde que esto se juega con 20, el récord negativo estaba en la temporada 2002/2003, jornada 26, y se marcaron... 13 goles, cuatro más que este fin de semana, donde la mitad de los partidos terminaron sin que el balón entrase en la portería. Hablando de promedios, el de ayer es de 0,9 tantos por partido. Hasta ahora, informa Efe, el récord de pocos goles lo tenían la 26ª jornada de la Liga 67-68, la 20ª de la 68-69 y la 30ª de la 70-71, en las que se marcaron ocho dianas. Entonces había 16 equipos, por lo que el promedio fue más alto (un gol por encuentro). Lo dicho: como mínimo, para llorar.
Villa lanza al Valencia.
Dentro de este triste panorama, el que mejor camina, parece, es el Valencia -a pesar de la derrota en Copa del miércoles pasado-. Ayer sumó su sexta victoria consecutiva, dejando atrás por fin la pesadilla que lo llegó a situar décimo en la tabla, muy lejos de sus objetivos reales, ahora en la mano. Se sitúa cuarto, con 36 puntos, que en esta Liga se puede considerar hasta un éxito. Villa marcó en 2007 y la Real Sociedad, ni con Lotina ni con sus fichajes (jugaron Víctor López, Savio y Skoubo) levanta cabeza. Tiene mala pinta.
A entrenador nuevo... ¿qué?
Abel Resino y Juan Sabas son una especie de colegas de tasca que, además, saben bastante de fútbol. Por fin han encontrado acomodo este año después de casi ascender el año pasado con el Ciudad de Murcia. Peor empresa se han buscado: salvar al Levante. Hicieron -era lo que tocaba- algunos cambios en la alineación, pero no cumplieron con esa premisa tan falsa de que se gana siempre que hay un rostro nuevo en el banquillo.
Sí, hubo pitos a Ronaldinho.
Como no es 28 de diciembre, no hace falta releer el titular. Efectivamente, el Camp Nou silbó a Ronaldinho. Lo hizo porque, en una jugada, fue pisando el balón hacia atrás hasta que la perdió, sin que nadie cayera en la cuenta de que tenía muy pocas opciones de pase, por no decir ninguna. En estos tiempos de fútbol roñoso, tacaño, mal síntoma es que unos miles de simpáticos cuestionen la fantasía de un tipo como éste. Vale que no brilla como antes, pero aún así un control suyo puede valer una entrada. Fue sólo en esa jugada y, como si se hubiesen dado cuenta de la irreverencia, un minuto después le dedicaron una ovación enorme por un regate menor. Cosas de la soberanía. Por cierto, el Barça ganó.
Lizondo casi se queda solo.
En los 10 partidos hubo seis expulsados. Si quitamos a Javier Aguirre y hablamos de jugadores, cinco. Cuatro de ellas las sufrió Osasuna en el Calderón. Menos la de Ricardo, Lizondo Cortés, un árbitro con mofletes, lo hizo bien. Uno detrás de otro, por niños malos, se fueron al vestuario Cuéllar, Ricardo, Soldado y Raúl García, que estaba enfadado con el mundo desde que en la primera parte Seitaridis le puso la nariz como un fresón. ¡Sorpresa! Los dos entrenadores felicitaron al árbitro, que se fue tan ancho como sus mofletes. Como ejemplo del nivel mediocre de esta Liga, alguien con mucho tiempo libre podría revisar el Atlético-Osasuna. Si, al margen del boxeo, encuentra algo divertido, premio para el aventurero.
