MADRID.-
La tos seca, la respiración silbante o esporádicos momentos de falta de aire son características inherentes a los deportistas. Según un estudio de la American Academy of Allergy Asthma & Immunology, el 16,7% atletas que representaron a Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de 1996 tenían antecedentes de asma o había usado medicamentos para aliviar las consecuencias de esta enfermedad. Un porcentaje muy superior a la media, donde se establece que sólo el 7% de la población padece esta patología respiratoria. En la expedición de atletas olímpicos, el asma era más común entre los ciclistas (50%) y menos habitual entre los practicantes del voleibol, tenis y ping-pong (8%).
En este informe también se aseguraba que cerca del 30% de los olímpicos estadounidenses que padecían asma o tomaban productos para combatir esta enfermedad ganaron alguna medalla. Esta correlación de triunfos ha hecho que muchos aseguren que existe una relación directa entre el consumo de broncodilatadores y los éxitos deportivos. Una acusación no compartida por Franchek Brobnic, una de las grandes autoridades en asma y responsable del Centre d'Alt Rendiment Esportiu de Barcelona, quien también asegura que no es significativo el elevado número de ciclistas que se declaren asmáticos, ya que este es un deporte que exige un gran desgaste de energías durante un periodo de tiempo prolongado y en una climatología adversa.
«No es alarmante que muchos corredores tengan certificados de asma o sean muy sensibles a procesos alérgicos. Además, todo está muy relacionado con las condiciones en las que se practican los deportes, como el frío, el aire seco, los ambientes contaminados, lo que provoca una hipersensibilidad en los bronquios», explica Franchek Brobnic. / P. C.
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