Lunes, 22 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6245.
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 ECONOMIA
ANALISIS DE LA COYUNTURA
¿Hay razones para preocuparse?
Los datos que afectan al futuro de la economía española, como competitividad, innovación, libertad económica o rendimiento escolar, auguran problemas
RAFAEL PAMPILLON

En la actual fase expansiva del ciclo económico, España ha ido creciendo cada vez más, sin embargo, la mayoría de los analistas da por hecho que en 2007 se producirá un punto de inflexión ¿Qué significa esto? Que la economía española crecerá menos en 2007 (3,2%) que en 2006 (3,8%). Es decir, comenzará a mostrar una cierta deceleración. Pero también las principales economías del mundo reducirán su crecimiento. La de Estados Unidos pasará de un 3,3% en 2006 a un 2,4% en 2007, seguida de la japonesa (2,8% al 2,0%) y la de la zona euro (2,6% al 2,2%). Incluso las economías emergentes van a registrar este patrón de menor crecimiento, aunque continuarán siendo las zonas más dinámicas de la economía global.

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La economía española seguirá siendo en 2007 una de las más dinámicas de la euro zona. Los políticos se complacen en la benigna situación actual sin dar importancia a los grandes desequilibrios que este fuerte crecimiento está generando. Mucho me temo que en el año 2008 la economía española sufrirá un fuerte ajuste. Se observa, por ejemplo, que el mercado de la vivienda va perdiendo fuerza como resultado de la menor demanda. Las señales más claras del enfriamiento son el tono contenido de los precios y del crédito hipotecario, así como el alargamiento de los plazos de comercialización de las nuevas promociones. Pero la expansión no finalizará este año, al menos mientras continúe la creación de empleo. Sin embargo, parece probable que el auge termine en 2008, produciendo una contracción del consumo y un freno al crecimiento y al empleo.

Otro síntoma de esta futura crisis son los desequilibrios que sufre nuestra economía: mayor inflación frente a los países con los que competimos -y que está generando pérdidas de competitividad- y desequilibrio externo, que alcanzó un 9% del PIB en 2006. Son indicadores que señalan claramente que España pierde competitividad. Esta pérdida se manifiesta también en la disminución de cuota de mercado de nuestras exportaciones sobre el total mundial y comunitario. La mayor inflación española está haciendo que las empresas sufran, antes o después, una disminución de la demanda de sus productos, lo que les impedirá aumentar su producción y el empleo. No se debe olvidar que el fuerte incremento del empleo (sobre todo inmigrante) está siendo el motor de nuestra economía, ya que genera más renta y, por tanto, mayor demanda de consumo y de viviendas, lo que significa más producción de bienes de consumo y más construcción, es decir, más crecimiento económico y empleo, lo que, a su vez aumenta la renta... Un círculo virtuoso que se basa en buena medida en el crecimiento del empleo en dos sectores de baja productividad: la construcción y los servicios. ¿Pero qué pasa si se frena la construcción y, por tanto, el empleo?

Cierto es que España es la octava economía más importante del mundo tras superar a Canadá, sin embargo, el último ranking sobre competitividad, publicado por el World Economic Forum (WEF), nos sitúa en el lugar 28 (hemos perdido seis puestos en tres años) y si se desagregan los datos del informe y se analizan exclusivamente los de innovación, España ocupa el puesto 35. Si hacemos caso a la clasificación del Indice de Libertad Económica 2007, que elabora The Heritage Foundation, España, ocupa el puesto 27 , a mitad de camino entre Chile, en el puesto 11, y México, en el puesto 49. Otro índice de libertad económica (Economic Freedom of the World 2006) elaborado anualmente por el Cato Institute de EEUU y el Fraser Institute de Canadá sitúa a España en el puesto 33 de un total de 130 países. El Doing Business, que elabora el Banco Mundial sobre la facilidad de crear empresas, sitúa a la octava economía del Mundo en el puesto 39 del ranking mundial y el informe de la OCDE (Panorama sobre la Educación 2006) nos coloca en el lugar 29 (de un total de 33 países desarrollados) en rendimiento escolar durante la etapa obligatoria. Estos malos resultados que aparecen en los ranking internacionales muestran un futuro poco halagüeño. ¿Nos acercamos a Alemania? Parece que no. Alemania, la tercera economía del mundo, obtiene muchos mejores resultados que España en todos estos indicadores. Es el mayor exportador del mundo y sus exportaciones tienen un alto contenido tecnológico.

¿Hay razones para preocuparse? Sí, porque la competitividad, la creación de empresas, la libertad económica y la innovación son requisitos imprescindibles para que la prosperidad sea sostenible.

Es necesario, por tanto, que España continúe con el proceso de liberalización y desregulación de mercados. Como ha señalado el Banco Mundial en el informe antes citado, es imprescindible que España disminuya el tiempo necesario para poner en marcha una empresa, actualmente 47 días (el triple que la media de la OCDE).

En segundo lugar, hay que evitar el exceso de intervencionismo que se está generando en los entes territoriales: regulaciones complejas, creación de empresas públicas o aumento de tasas y de trámites burocráticos que generan lentitud e incrementos en los costes empresariales. Además, se debe profundizar en una reforma laboral que permita la negociación salarial en el ámbito de las empresas y ajuste las subidas salariales a los aumentos de productividad, de lo contrario, la subsiguiente espiral precios-salarios atenazará la competitividad de la economía española.

En cuarto lugar, se debe aumentar la capacidad de innovación para competir con tecnología propia y mejorar la dotación de capital humano. El Gobierno debe proveer un marco en el que las empresas sean capaces de innovar. También es fundamental mejorar el nivel educativo, adecuándolo a las necesidades de un cambiante sistema productivo. Una sociedad mejor educada generará mejoras de productividad que favorecerán tanto al individuo como a la economía en su conjunto.

Por último, hay que controlar la inflación. No se debe olvidar que un marco económico con estabilidad de precios impulsa la inversión, refuerza la creación de empresas y aumenta las exportaciones.

Si hacemos estas reformas mejorará nuestra competitividad, subiremos puestos en los ranking internacionales, convergeremos con Alemania y equilibraremos nuestras relaciones comerciales con el exterior. Si no lo hacemos puede que algún día lo lamentemos.

Rafael Pampillón es catedrático de la Universidad San Pablo-CEU y profesor del Instituto de Empresa.

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