Cientos de jóvenes de la localidad -unos 700, según la Policía- se reunieron en un parque para tomarse la revancha contra los Latin Kings que la noche del sábado atacaron a varios jóvenes del barrio. La consigna: «A por ellos, a matarlos».

Vía sms e internet, los jóvenes fueron llegando a partir de las 18.00 horas al Centro Joven y a las canchas de la calle de Alcalde José Aranda. «Estamos hasta los huevos, si no los trincamos hoy, los cogeremos mañana», advertía Juan, vecino de Alcorcón. Vestía chándal, zapatillas de deporte y al cuello llevaba varias cadenas de oro y un crucifijo. «Esto ya ha estallado. No podemos más. Los suramericanos están haciendo lo que les da la gana», añadía su novia, Mari.

Los ánimos se iban caldeando; primeras carreras por las calles de la localidad. «¡Hay que ir a Puerta del Sur, donde están ahora los Latin. No tiene que quedar ni uno!», gritaba un chaval que no tenía más de 16 años a sus amigos.

Los furgones de los antidisturbios y los coches de la Policía Nacional perseguían la marcha. «Al primer latino que se cruce en nuestro camino, lo reventamos», decía otro colega. La primera carga policial llegaba en la calle de Sierra de Albarracín, cerca del lugar donde se habían concentrado. Piedras, mecheros, barras de hierro, monedas, botellas... Por los aires volaba de todo. «Se han dispersado y ahora hay muchos focos», comentaba un agente. Los altercados se saldaron con dos detenidos por desórdenes públicos, que posteriormente fueron puestos en libertad, y más de 30 navajas y cuchillos incautados.

Jóvenes cargados de ira y mayores arropando ese clamor de venganza. «Ésta es una guerra que tenemos que librar todos los que vivimos aquí», proclamaba convencido un anciano del lugar que prefería no identificarse. «Los de fuera no siempre traen cosas buenas y deben saber que aquí las cosas funcionan de otro manera... Aunque si quieren ir por las malas...».

Desde las ventanas, los vecinos observaban los incidentes. O gritaban desaforados proclamas amenazantes: «Lo que tenéis que hacer es juntar a los de aquí para que acaben con los otros», escupía un hombre desde un 2º. Otros optaban por sumarse a la protesta a pie de calle. Luis, 42 años, 38 como vecino de esta localidad: «A mi hija le roban el móvil y yo lo tengo que aguantar. Si hago algo, además, soy racista». En la plaza cercana a la calle de Sierra Peñalara, las opiniones subían de tono. «El sábado, los latinos salieron a la calle a por nuestros chicos. Es normal que ahora ellos quieran venganza», decía indignada una mujer de cuarenta y tantos y dos hijos de 15 y 17 años.

«En principio, la reunión era para rechazar cualquier actuación violenta, pero las cosas se han ido de madre», afirmaba Juan, que paseaba por la zona. «Es una pena que las cosas acaben así, pero si las autoridades no toman medidas, esto va a ir a más». Los antidisturbios no descartaban a las 20.00 horas nuevos altercados. Otra vez las botellas y los adoquines volaban por los aires.

Con las caras tapadas, con gorras y encapuchados, algunos jóvenes volvían a la carga. «Esto estalla ahora, pero el problema viene de atrás. Desde el verano, los Latin se están sobrando... Hasta cobran a la gente por jugar en las canchas públicas», acusaba Javier, 17 años.

La Policía se vio obligada a pedir refuerzos. «No pensábamos que iba a ser para tanto», reconocía un agente. Pasadas las 21.00 horas, requerían la documentación a jóvenes que aún no habían abandonado la zona.

Contenedores quemados, vallas tiradas... La estampa era de batalla campal. Entre furgones y coches de la Policía, algunas calles de Alcorcón se bloquearon. Los cláxones y los pitidos también caldearon la tarde.

En una esquina de la calle de Sierra de Peñalara, un grupo de cinco jóvenes aportaba la esperanza. «Esto es paletolandia. Agredidos y agresores los hay de todos los colores. Buena gente y mala gente hay en todos los lados. ¿Para qué nos dan libros y educación? ¿Para luego hacer esto?».

Durante la noche, se mantuvo el dispositivo policial como medida preventiva. «La Policía puede quedarse lo que quiera aquí, tarde o temprano daremos con ellos», aseguraba con rabia un chaval menudo y con el rostro tapado hasta la nariz. «Esto es el comienzo, ya veremos como acaba». De momento, ayer acabó sin que asomara por las calles de Alcorcón un solo suramericano.