Entre discotecas y bares de moda se esconde un lugar con historia. Tiene fisonomía y nombre rústico, es hogareño y caliente para los días de invierno. Su nombre sugiere una especialidad dentro de la comida tradicional, el plato de puchero, y su clientela lo disfruta y agradece. Para esos amantes de las sopas y guisos, elaboran cada día un plato de temporada: lentejas, menestra de verduras, sopa de cocido, judías con cerdo o fabes con almejas. Todo, como el trato, se hace con mucho cariño y la receta de toda la vida. Y se acompaña con el vino más clásico (cuentan con una breve pero buena carta de tintos).
La vigencia de El Puchero, tasca que abrió sus puertas en 1940, se debe en gran medida a esa pervivencia de lo natural en las especialidades culinarias -como los magníficos chipirones con arroz o los callos a la madrileña- y también en el servicio. La cercanía del veterano personal mejora el ágape. Las camareras aconsejan, sonríen y conocen la carta y el funcionamiento de la casa de principio a fin, y eso se nota. Van uniformadas hasta en el trato con el público y son piedra angular de una forma de hacer las cosas que tiende a ser desbancada en favor de la posmodernidad y el diseño gastronómico, pero que por su calidad y creciente exclusividad -lo más tradicional se va convirtiendo en infrecuente- siempre será rescatada.
La filosofía de El Puchero se mantiene desde el inicio -a pesar de que la gerencia cambiara en el año 1980-. Casi idéntica clientela y platos inmutables en su receta y sabor.
Entre estos se encuentran los mencionados callos, las fabes con almejas o el caldo gallego, para tomar con cuchara, y una extensa carta de sugerencias. Las habas a la catalana, estofadas con jamón ibérico y aderezadas con un sofrito, resultan deliciosas. También los riñones, que se preparan a la plancha con patatas fritas o al jerez con arroz u otros guisos de caza, entre los que destaca el conejo estofado a la toledana.
En El Puchero se pueden degustar además sustanciosos platos del día como las judías blancas con oreja, morcilla y chorizo y cosas de temporada: unas frescas alcachofas rehogadas con jamón o pescados como el bacalao a la plancha y luego encebollado. También carnes a la brasa -destaca la chuleta de ternera blanca- o un rico asado, el sabroso cordero o el cochinillo, platos muy solicitados por los comensales.
Los postres son los que cabría esperar de la cocina española casera y tradicional, pero muy bien elaborados. Es deliciosa la leche frita. También las natillas, el flan o el arroz con leche.
La mayoría de los que van a comer a El Puchero lo hacen a mediodía, cuando sus comedores rústicos, adornados con elementos de cocina y grabados, están llenos hasta reventar. Las noches son más tranquilas, quizá por la contundencia de la comida que se ofrece. Su secreto es mantener una gran calidad en todos sus platos. Es uno de «esos lugares de Madrid donde todavía se guisa», como ellos mismos señalan. Una fórmula que les ha permitido crecer y extender su cocina a otro restaurante (ubicado en la calle de Padre Damián, 37), manteniendo el estilo de siempre.
Los que acuden son repetidores o recomendados, nostálgicos que quieren comer en mantel de tela y ración abundante, sin preocupaciones, pero como en casa. De aquellos que saben apreciar lo mejor de lo tradicional, la comida que nunca cansa.
RESTAURANTE EL PUCHERO
Dirección: Calle de Larra, 13
Metro: Bilbao
Horario: De 14.00 a 16.00 horas y de 21.00 a 24.00 horas. Cierra domingos y festivos
Precio: Entre los 25 y los 35 euros
Teléfono: 91 445 05 77
Platos de temporada: Croquetas, pisto, callos, caza, asados, chipirones en su tinta, riñones a la plancha, habas a la catalana y conejo estofado a la toledana.