Planificar una campaña presidencial estadounidense es como planificar una guerra con muchas batallas: por los mejores asesores, por los apoyos personales y financieros, por el respaldo de los medios, por las ideas que más venden, por los votos electorales de cada Estado, por los candidatos que vayan quedándose en el camino...

Las principales encuestas le dan una clara ventaja: en la del Washington Post y la cadena ABC del viernes aparece como favorita del 41% de los demócratas entrevistados, más del doble de apoyo que cualquiera de sus adversarios. Tiene mucho más apoyo entre las mujeres (49%) que entre los hombres (30%) y más respaldo que ninguno de sus actuales adversarios, incluido Obama, entre los demócratas hispanos y negros: el 56%.

Como primera dama desde 1992 a 2000, reelegida en noviembre para un segundo mandato de seis años en el Senado por Nueva York, es imposible encontrar un candidato o una candidata con un perfil más conocido en todo el país, aunque desde que llegó al Senado ha moderado los aspectos más conflictivos de su carácter.

Sus mejores bazas son su habilidad para recolectar fondos, su experiencia y sus contactos. Sus puntos más vulnerables son los escándalos de la Administración Clinton, la imagen de mujer fría y calculadora, y, para la izquierda del partido, su apoyo a la invasión de Irak en la votación de 2002.

Ningún candidato dispone hoy de mejor organización y de tanto dinero. Los tres mejores estrategas del partido demócrata están en su nómina: Terry McAuliffe, Harold Ickes y Bill Clinton. «Es Goliat, pero muchos Goliat han sido derribados por David», advierte Larry Sabato, director del Center for Politics de la Universidad de Virginia, en la BBC.

Atrae, pero no entusiasma. Éste es su principal problema. Conscientes de ello, hoy, mañana y el miércoles, por Internet, responderá a todos los que deseen participar en una conversación sobre los problemas del país. Se trata de ir limando los perfiles más ásperos de su imagen.

Con 14 millones de dólares (unos 11,8 millones de euros) sobrantes de las legislativas, Hillary parte con una ventaja financiera indiscutible, pero en Obama tiene un rival muy atractivo en Nueva York y California, reductos decisivos de donaciones demócratas.

Si su reelección como senadora costó más de 40 millones de dólares (unos 34 millones de euros), el precio de las presidenciales batirá todos los récord. «Las elecciones presidenciales de 2008 serán las más largas y caras en la historia de Estados Unidos», dijo el 19 de diciembre al Washington Times el presidente de la Comisión Federal Electoral, Michael E. Toner. Por primera vez se superarán los 1.000 millones de dólares (848 millones de euros) y cada candidato necesitará más de 500 millones (unos 424 millones de euros) para llegar al final de la meta.

El multimillonario George Soros, por ejemplo, reconoce ya tener el corazón partido y grandes productores de Hollywood como David Geffen, Jeffrey Katzenberg y Steven Spielberg han anunciado un acto de recogida de fondos para Obama cuando éste pase, el 10 de febrero, del comité exploratorio a la candidatura oficial.

Para frenar una estampida del voto de los negros hacia Obama, cuenta con su siempre leal Vernon Jordan, el abogado que defendió a Bill Clinton en el escándalo sexual con Monica Lewinsky. Para dirigir la campaña, a primeros de diciembre fichó a Jonathan Mantz, ex director de finanzas del gobernador de New Jersey, Jon Corzine. Como jefe de comunicación, ha fichado a Phil Singer, ex director de comunicación del comité demócrata para las elecciones de noviembre al Senado. Como supervisor de toda la estructura, ha elegido a Karen Hicks, responsable de la campaña de Howard Dean en New Hampshire en 2004.

El congresista Rahm Emanuel puede ser una pieza clave. Es demócrata de Illinois, como Obama, y amigo personal del senador, pero debe su carrera política a los Clinton. Se le considera el artífice de la amplia victoria demócrata en la Cámara de Representantes en noviembre y los dos candidatos, Obama y Hillary, le han pedido que se incorpore a sus equipos.

La decisión de Emanuel puede retrasarse aún unos días, pero muchos de los que estuvieron en el 92 y en el 96 con Clinton ya están trabajando para Hillary: James Carville, Mark Penn, Mandy Grunwald, Ann Lewis, Magie Williams, Mickey Cantor, Bruce Reed, John Podesta y Patti Solis Doyle.

Otros, algunos de ellos muy significativos, se resisten a pronunciarse. Son los casos de Robert Rubin, ex secretario del Tesoro, y de Charles Rangel, el representante demócrata más veterano de Nueva York. El ex secretario de Comercio de Clinton, William Daley, y su hermano, el alcalde de Chicago, Richard Daley, se han decantado por Obama.