Lunes, 22 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6245.
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FERNANDO ARAUJO/ Ex ministro colombiano de Desarrollo
«Lo que más me hizo sufrir fue saber que había perdido a Mónica, mi esposa»
Sus seis años de cautiverio a manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y su valiente huida han convertido a este ex ministro del Gobierno de Andrés Pastrana en un héroe nacional. Reconoce que ha cultivado la paciencia en sus años sin libertad y lamenta, sobre todo, no poder recuperar a su segunda mujer
SALUD HERNANDEZ-MORA. Especial para EL MUNDO

CARTAGENA DE INDIAS (COLOMBIA).- Fernando Araújo, 51 años, separado y padre de cuatro hijos, se ha convertido en un héroe nacional porque con su fuga inflingió una derrota a la guerrilla. Pero los colombianos no sólo admiran al ex ministro de Andrés Pastrana -que permaneció seis años y tres días secuestrado en manos de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia)- por su hazaña de escapar y sobrevivir a cinco días de huida solitaria hacia la libertad por montes inhóspitos, del 31 de diciembre al 4 de enero. También ha despertado admiración su actitud de hombre firme, sereno, seguro de sí mismo, ausente de rencores.

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Pregunta.- ¿Cómo se siente en el papel de héroe?

Respuesta.- Avergonzado, no sé desempeñarlo. Me siento abrumado por el cariño de la gente.

P.- Víktor Frankl escribió que uno sobrevive cuando tiene algo por lo que luchar. ¿Qué le salvó de su infierno?

R.- Yo soy una persona llena de sueños, llena de proyectos, de ilusiones, pero, especialmente, llena de un amor muy grande por mi familia. Para mí eso le da sentido a la vida y es mi primera motivación.

P.- Los secuestrados de larga duración están con otros cautivos, pero usted permaneció siempre solo. ¿Cómo hizo para no volverse loco?

R.- Tengo la fortuna de haber vivido la experiencia de un proceso de psicoanálisis muy prolongado. Eso me liberó de muchos temores, de muchas ansiedades, angustias, me enseñó a conocerme mejor y en todos los momentos difíciles del cautiverio, que se manifiestan mucho a través de los sueños, yo lograba procesar de mejor manera la información. Fue vital para salir adelante, para mantener una fortaleza mental, serenidad, calma.

P.- Tanto tiempo solo, sin hablar con nadie, porque esa gente casi no le habla al cautivo...

R.- Había semanas en que prácticamente perdía la voz porque no tenía con quien hablar. Había otras épocas en que se acercaban a mí para ver cómo se escribe una palabra, para que los ayudara a redactar una nota para un compañero que cumplía años. Aunque eran cosas muy básicas, me permitían alguna distracción. Pero era muy esporádico.

P.- En ese tiempo, ¿qué sentimiento predominan: la nostalgia, la soledad, la rabia?

R.- Cuando me entraba nostalgia, me entraba tristeza, se me aguaban los ojos, lloraba para desahogarme, usé como técnica para superarlo construir sueños, pensar en el futuro. Hice un programa de 40 puntos distintos de cosas, algunas que nunca he hecho en mi vida.

P.- ¿Cómo cuales?

R.- Aprender a cocinar, música... Y construía sueños y en lugar de atormentarme en la nostalgia, me fortalecía en la esperanza. Claro que esa esperanza necesitaba de paciencia. Me decía que tenía que sacar algo positivo de todo eso, salir de aquí mejor de lo que llegué. Entonces hice una lista de virtudes para practicar en cautiverio. Primero la paciencia, virtud que me permite posponer la realización de mis sueños y permanecer tranquilo. En segundo lugar, la prudencia, que para mí es actuar guiado por la inteligencia y no por los sentimientos. La tercera meta fue alimentar la voluntad. Hacía ejercicios físicos con el propósito de fortalecerla.

P.- Y así hasta 40 puntos...

R.- Sí, llegué a trabajarlos todos. Seis años dan para mucho.

P.- ¿Alguna vez los compartía con ellos?

R.- No, ése era mi universo particular.

P.- ¿Cómo eran los montes donde permaneció seis años?

R.- En algunos sectores, medio desérticos, y en otros, muy cerrados, espinosos, llenos de bejucos. Eso hacía muy difícil la posibilidad de escaparse, que fue siempre mi obsesión. Cada vez que llegaba a un nuevo campamento, inventaba un plan de escape. No quería que si se me presentaba la ocasión no supiera qué hacer. Hubo muchos momentos en que pensé que iba morir. Causa angustia, pero finalmente termina uno aceptando que puede morir en cualquier momento.

P.- Usted tenía dos tipos de rutina, de campamento y de camino...

R.- Los traslados eran por razones militares o porque se acaba la fuente de agua, de leña...Esos días eran más tranquilos porque me distraía caminando. En el campamento -soy una persona muy disciplinada y para mí la rutina es muy importante- todas las noches repasaba el programa del día siguiente. Levantarme a las cuatro, radio a las cinco; a las ocho la apago para que duren las baterías. Sesión de aburrimiento de nueve a once, sentado en la hamaca; ejercicios después...

P.- ¿Cómo eran sus carceleros?

R.- Jóvenes campesinos con más de cinco años en la guerrilla, analfabetos la mayoría. Una vez vieron una película en la televisión donde entrenaban unos niños para ser asesinos y crearon un ejército de personas-robots. Yo me quedaba impresionado de que no se vieran reflejados en la película. Muchos son abandonados por los padres, gente que nunca ha recibido cariño, que no valora la familia y entonces no entiende el sufrimiento del secuestrado de estar lejos de la suya.

P.- ¿Qué le robaron además de tiempo y la libertad?

R.- A mi segunda esposa Mónica (ella volvió a casarse). Estaba muy enamorado, la valoraba muchísimo, me parecía una mujer muy completa en todos los sentidos: buena amiga, buena amante, buena compañera con quien dialogar, comprensiva. Con ella me sentía fuerte. Cuando me di cuenta que la había perdido, fue tremendamente doloroso. Es lo que más me hizo sufrir en todo el cautiverio.

P.- ¿Supongo que le quedaba la esperanza íntima de que ella siguiera esperándole?

R.- Cuando dejó de mandar mensajes por radio, primero pensé que se había muerto; luego que no los mandaba por razones de seguridad. Hace un año le pedí a la guerrilla que me ayudara a investigar qué había pasado con ella y supe que me había dejado. A pesar de ello, seguía a veces con la ilusión. Lo primero que hice el día que llegué fue pedirle a mi hermano que me dijera qué pasaba. Tenía que definir eso inmediatamente, era mi mayor angustia. Yo sabía que todos los demás estaban bien y que estaban esperando.

P.- ¿La entiende?

R.- Perfectamente. Me duele, pero la respeto. Yo sabía de su interés en ser madre. Una de mis angustias es que pasara sus años de fertilidad porque el secuestro podía durar 10, 15 años. Ahora es madre y es feliz.

P.- ¿Como va a recuperar el tiempo perdido? ¿Qué va a hacer ahora con su vida?

R.- No tengo el concepto del tiempo perdido. La vida es una sola. Yo tuve una vivencia y la vida sigue. Si lo trato de recuperar, pierdo más tiempo.

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