En fin, 31.140 matrimonios no está mal. La Iglesia católica es la que peor lo lleva, porque dentro de ese bajón generalizado de esponsales los que lo hacen por el rito católico se despeñan: si en 2001 el número de bodas católicas era el 63% del total, en 2005 fue el 42%.

El caso es que esta caída en el número de enlaces no me cuadra muy bien con el auge que está teniendo el negocio de los vestidos de boda y de todo a lo que obliga un festejo de ese tipo. Cualquiera diría, a la vista de esos datos estadísticos, que los negocios dedicados a nutrir de productos y servicios «el día más bonito en la vida» de muchas parejas iría de mal en peor, pero no es así por lo que parece. Quizás porque lo que está ocurriendo es lo contrario de lo que nos pasa con el turismo, que cada vez vienen más pero se gastan menos dinero. Hay menos bodas pero se gasta más.

Y es que el matrimonio es una cosa muy complicada y para darle muchas vueltas antes de dar el sí que corresponde. De hecho, entre las noticias que me han llamado la atención estos días, destacan dos en las que las complicaciones vienen por el hecho de que los protagonistas son marido y mujer, aunque me parece que no ante la Iglesia católica.

En Francia, Ségolène Royal ha tenido que poner de patitas en la calle a su jefe de prensa, al afirmar éste en un programa de televisión que el único problema que tenía la candidata socialista era su compañero, con el agravante de que el compañero y padre de los hijos de la Royal es nada más y nada menos que el secretario general de los socialistas franceses, François Hollande. Estoy convencido de que el asesor de medios de la líder francesa pensaba en términos políticos refiriéndose a las tensiones entre el partido y la cabeza de lista electoral, tensiones que siempre hay, y no pretendía hacer ningún chismorreo sobre supuestas desavenencias conyugales, pero

La otra noticia que me ha resultado curiosa se ha producido aquí mismo. Primero fueron las declaraciones de la tercera teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, Imma Mayol, pidiendo que se despenalizara la okupación de inmuebles abandonados y que se regule por vía civil, porque es un error vincular a los okupas con la violencia. Algo que no debe saber su compañero y conseller d'Interior de la Generalitat, Joan Saura, porque cada vez que tiene que desalojar un inmueble envía varias furgonas de Mossos que normalmente deben hacer uso de la fuerza disuasoria pese a la bonhomía de los ocupantes.

No sólo debe desconocer cosas del movimiento okupa que conoce su compañera, sino que Saura ha decidido acelerar los trámites para que los mossos puedan actuar en un plazo máximo de entre 24 y 48 horas en casos considerados urgentes, como la reciente usurpación de una vivienda en la calle Urgell de Barcelona. En este caso, al conseller le ha resultado más fácil entenderse con Montserrat Tura, antecesora en Interior y hoy en Justícia, que con su compañera sentimental.

Nada nuevo bajo el sol porque el refrán popular está lleno de sentencias en las que se recomienda no tener en el mismo sitio el amor y el trabajo, sentencias algunas bastantes soeces que no me atrevo a poner aquí, pero que reflejan un alto grado de sabiduría popular. Si ya es difícil la convivencia en matrimonio, cómo será cuando además hay que lidiar con disputas políticas.No me extraña que cada vez se case menos gente.