Bilbao volverá a celebrar este año a su Guggennheim en la décima temporada del museo, que ayer anunció su programación para 2007. «El museo afronta su próxima década partiendo de resultados extraordinarios, pero sin caer en la autocomplacencia por los éxitos alcanzados», aseguró ayer el director del centro, Juan Ignacio Vidarte. Atrás quedaron los miedos sobre un proyecto que muy pronto cosechó sus primeras críticas. Nadie pensaba que Bilbao podría albergar un centro que se comparase con el de Nueva York. Pero, 10 años después, lo sigue haciendo. Y el museo se ha convertido en un símbolo mundial de la ciudad, del que a nadie se le ocurriría renegar.

Un milagro económico, una imagen de marca y sobre todo, la recuperación de la autoestima de los bilbaínos. Es lo que ha supuesto el Guggenheim para el teniente alcalde de Bilbao, Ibon Areso, quien participó muy de cerca en los orígenes y la creación del centro. «En la vida soñamos que el museo fuera a ser así. Ha sido un milagro. Éramos una sociedad derrotada. Desgraciadamente, siempre hemos comunicado en negativo hacia afuera por culpa del terrorismo de ETA, pero ahora proyectamos una imagen positiva. Hemos recuperado la autoestima», afirmó.

El Guggenheim se convirtió ayer, en el arranque de los actos de su décimo aniversario (que será en octubre), en un símbolo reconocido a la altura de la Torre Eiffel, la Opera de Sydney, la Sagrada Familia o la Estatua de la Libertad. Y no es una bilbainada, que los números lo corroboran. El primer año de actividad aportó 144 millones de euros (124.000 millones de pesetas de la época) al PIB de Vizcaya. En menos de un año recuperó la inversión inicial. Y lo que es más importante: 10 años después, sigue inyectando 150 millones de euros cada año a la economía vasca. «No hay actividades en el mundo económico, industrial o comercial, que no sean especulativas y que en menos de un año recuperen el capital», destacó Areso. Desde que este museo echó a andar, lo han visitado nueve millones de personas y ha generado 1.572 millones de euros de ingresos adicionales para las Administraciones Públicas.

Haciendo balance, las instituciones vascas coinciden en afirmar que la apuesta ya «está ganada». Esta década «ha enriquecido a la cultura vasca y nos ha ayudado como país, a darnos a conocer en el mundo», aseguró el viceconsejero de Cultura del Gobierno vasco, Gurutz Larrañaga.

Bilbao ha visto pasar por delante de sus ojos un centenar de exposiciones que han acercado obras y creaciones de reconocido prestigio. Obras de contemporáneos y clásicos como Andy Warhol, James Rosenquist, Alexander Calder, Robert Rauschenberg, Edgar Degas, Pablo Picasso o Max Beckmann han vestido sus paredes y han atraído la atención de millones de personas, que han convertido la visita al museo en un destino turístico preferente. El arte de la motocicleta, Richard Serra, ¡Rusia!, El Imperio Azteca o China: 5.000 años han sido algunas de las exposiciones más populares.

Claro que aquí no se acaba la historia. El Guggenheim estaba obligado a celebrar su primera década de vida con un programa de lujo, que incluirá los nombres de artistas como Pablo Palazuelo, Anselm Kiefer y Alberto Durero (una de las primeras incursiones del museo en el arte no contemporáneo).

Además, el museo acogerá la muestra Cada uno a su gusto, creada ad hoc con obras de varios artistas vascos que recibieron el encargo de dar su versión del Caso Guggenheim. La exposición, que tendrá lugar en otoño de este año, pretende «contribuir al enriquecimiento y dinamización de la actividad artística y cultural del País Vasco», según explicó Vidarte.

El arte estadounidense, otra de las especialidades de la casa, tendrá cabida en la muestra USArt: 300 años de innovación, que convertirá el centro de la ría en un pequeño Museo Whitney a la bilbaína.

También en 2007, el epígrafe Laboratorios mostrará La curva del destino, de Jesús Mari Lazkano, y Asedio I, de Koldobika Jáuregi. Los dos trabajos pertenecen a los fondos propios del museo, pero aún no han debutado en sociedad ante el público vasco. Lazkano y Jáuregi expondrán sus obras, un acrílico y una escultura, desde el próximo mes de febrero hasta junio.

No falta el sitio en la programación para las instalaciones y las obras audiovisuales. Desde octubre, y durante un año, se expondrán piezas de Matthew Ritchie (Londres, 1964) y David Altmejd (Nueva York, 1975). Además, el museo bilbaíno incorporará el minimalismo y el arte conceptual de los años 60 y 70 con obras de artistas como Carl André, Dan Flavin, Donald Judd, Agnes Martin, Robert Morris o Robert Ryman, que investigan sobre el uso monocromático del color y de la rejilla.