Mientras la meca del cine simplifica sus tramas, potenciando el beneficio industrial por encima de la historia, su hermano pequeño -el Festival de Sundance-, otrora acusado de estar al servicio de Hollywood, parece haber tomado el relevo en eso de poner el dedo en la llaga y hacer cine conectado con la realidad que nos ocupa. Logrando, en parte, distanciarse de una industria acusada, con demasiada frecuencia, de egocentrismo y exclusivista.
Así, cuando ya ha transcurrido un tercio de festival, Sundance está cumpliendo con las expectativas creadas. Ya lo avisó Robert Redford al inaugurarlo: «Esto será como los encierros de Pamplona».
Y menudos encierros. El primero en causar estragos ha Zoo, un documental dirigido por Robinson Devor, que explora la zoofilia, en este caso entre hombres y caballos. «No lo hago para tratar de crear un nuevo marco legal o plantear un debate sobre la crueldad», dijo Devor ante el debut de su pieza que, a pesar de no contener material gráfico, ha sido acusado de explotar un drama real para su propio beneficio. Zoo se inspiró en una noticia del año 2005, en la que se explicaba que un hombre falleció -en el Estado de Washington, donde la zoofilia no está prohibida- tras un encuentro sexual con un semental árabe.
Otro encierro es el que propone el veterano actor Anthony Hopkins, que lo titula Slipstream y es su tercer largometraje como director. Una sátira paranoica que pretende explorar la consciencia de un guionista. Para ello, Hopkins, que además ha compuesto la banda sonora, presenta a pájaros y arañas parlanchines, actores que cambian de vestuario en medio de una toma, personajes que se transforman en los actores que los interpretan y breves imágenes de Adolf Hitler y Richard Nixon. «Siempre me han interesado la mente y el mundo de los sueños, y quería reírme de la industria del cine y de los actores que se toman demasiado en serio», declaró el actor, de 69 años, al diario Los Angeles Times.
Otro documental, titulado Ghosts of Abu Ghraib, aportará una perspectiva descarnada sobre el conflicto de Irak, con entrevistas a algunos de los protagonistas del escándalo de abusos en la ya famosa cárcel del país asiático. La parte de ficción sobre el conflicto bélico será representada por Grace is Gone. Protagonizada por John Cusack, retrata la dura realidad de seguir viviendo tras la pérdida de un ser querido por culpa de la guerra.
El filme, además, ha sido el encargado de dar el chupinazo a las frenéticas luchas para comprar derechos, tan características en este festival. Su precio: cuatro millones de dólares. A ver si Antonio Banderas tiene la misma suerte. El actor malagueño presenta estos días allí El camino de los ingleses, su segunda película como director.
El pecado de 'Hounddog'
Es una violación. La víctima tiene 12 años y, sin embargo, no se ve nada.
Pero, por si acaso, los fanáticos religiosos ya han lanzado sus gritos al cielo para parar lo que consideran un trabajo de Belcebú: 'Hounddog'. Un filme, dirigido por Deborah Kampmeier que pretende aportar un rayo de luz a un problema grave sin necesidad de trivializarlo: «Cuando vas al cine y ves la verdad, te sientes menos sólo en el mundo», dijo la directora a la prensa local antes del debut. Da igual. Bill Donohue, presidente de la Liga Católica -ente que defiende los derechos y libertades de esa fe en el país-, ha dado a conocer que pretende buscar responsabilidades criminales: «No está claro si se han roto los estatutos de pornografía infantil al rodar esta película, pero he pedido al Departamento de justicia que lo investigue». Unas amenazas que han pillado por sorpresa a la directora, que lamenta la falta de perspectiva de Donohue ya que el impacto de la violación fue conseguido en la edición y no en el rodaje. «Si a una imagen de una niña gritando '¡Para!', le pones al lado la de un chico bajándose la cremallera, ya sabes que hay una violación», explicó, admitiendo que hay algunas escenas en las que la protagonista, la precoz Dakota Fanning llega incluso a bailar en ropa interior.