Martes, 23 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6246.
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El esplendor financiero de Wall Street se apaga en favor de Londres y Hong Kong
PABLO PARDO. Especial para EL MUNDO

WASHINGTON.- Nueva York teme dejar de ser el primer centro financiero mundial. Ayer dieron la voz de alarma el alcalde de la ciudad, el republicano Michael Bloomberg -cuyo patrimonio de 3.800 millones de euros procede, precisamente, de su empresa de información financiera del mismo nombre- y el senador demócrata por ese Estado, Charles Schumer -su compañera, Hillary Clinton, ya no tiene tiempo para dedicarse a cuestiones locales, empeñada como está en volver a vivir en la Casa Blanca-. «Más y más naciones están desafiando nuestra posición de capital financiera mundial», declaraban Bloomberg y Schumer, en el prólogo de un pesimista estudio sobre el futuro de Wall Street encargado por el Ayuntamiento de la ciudad a la consultora McKinsey. Una advertencia que ya fue formulada en noviembre por el propio secretario del Tesoro de EEUU, Hernry -alias Hank- Paulson, y por el presidente de la Bolsa de Nueva York (NYSE), John Thain.

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La preocupación se sustenta en datos incontrovertibles. En 2005, sólo una de las 25 mayores Ofertas Públicas de Venta (OPV) del mundo tuvo lugar en Wall Street. La Bolsa neoyorkina todavía es la primera del mundo en OPV, pero es posible que este año Hong Kong le arrebate el puesto. Y tras Hong Kong viene Londres. De hecho, en la capital británica, el sector financiero ya genera 318.000 empleos directos, apenas 10.000 menos que en Nueva York.

Las dificultades de Nueva York tienen orígenes profundos. Uno es la tendencia estadounidense a resolver los problemas por la vía judicial, que ahuyenta a las empresas extranjeras. Otro, el brutal endurecimiento de la legislación contable tras los escándalos financieros de la era de las puntocom, lo que supone un coste que muchas compañías de pequeño tamaño que salen a Bolsa no pueden permitirse. El tercero, el cierre de las fronteras a la inmigración provocada por los atentados del 11-S, que amenaza con eliminar la célebre capacidad estadounidense de importar los mejores cerebros del resto del mundo. Es decir: son daños autoinfligidos por EEUU a su propio mercado financiero. Como declaraba un ejecutivo hongkonés a The Wall Street Journal el mes pasado respecto a la regulación del mercado de EEUU: «Sus actuales medidas equivaldrían, en política internacional, a un desarme unilateral».

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