Pero Epaminondas Retuerto está alegre. ¿Y por qué? Pues porque, caso raro, Epaminondas Retuerto es, aunque madrileño de casi pura cepa, hombre de orden y confía plenamente en las autoridades, que para algo las han puesto ahí. Y si una autoridad, en este caso la consejera de Transportes, afirma que ya hay en marcha un plan de choque que va a poner fin a los retrasos, lo cree a pies juntillas y sonríe alborozado. También dijo ella que la mayoría de esas «perturbaciones» tienen su origen en la incívica conducta de los ciudadanos, los cuales no se colocan en los andenes como es debido, y él asintió y certificó tan pertinente y realísimo argumento. De hecho, desde ayer camina unos metros para no viajar en el primer vagón que -casualidades de la vida o ridículo empecinamiento de los ingenieros- es el que suele estar más próximo a las salidas y los transbordos. Si no cuesta tanto, se dice satisfecho por ese gesto de urbanidad y apoyo a la Administración. La consejera -no lo olvida Epaminondas- fue ministra de Medio Ambiente y que ahora se ocupe del bajo ambiente a él le parece de lo más natural. Una garantía.

De entre las propuestas y medidas que se van a adoptar -todas, a buen seguro, tan sagaces como utilísimas-, hay una que ha hecho brillar las pupilas de Epaminondas Retuerto: 50 empleados del Metro se repartirán entre las estaciones más saturadas para informar y conseguir una distribución más racional de los pasajeros. Epaminondas Retuerto siente un escalofrío. Él tiene un anhelo inusual: que el Metro de Madrid sea como el de Tokio. Que a no mucho tardar esos empleados pasen de las palabras a los hechos y empiecen a presionar a los que apenas caben en los vagones. Que les empujen justo antes de que suene el silbido y arranque. Y que desempeñen su función con marciales gorritas y guantes blancos de guardia real. En definitiva, que la cuarta red suburbana más grande del mundo, y concretamente esos andenes de tipo español de su línea 6 -con uno central, que permite un mayor desahogo-, adopte más tronío y categoría. Se niega a confesarlo, pero en el fondo lo que a Epaminondas Retuerto le gustaría no es viajar en la línea 6, sino en el Transiberiano de las profundidades.