Pasa desapercibido para cualquier viandante: el cartel de la entrada es como el de un bar cualquiera, escogido al azar de entre los que salpican nuestra geografía; la barra, la propia entrada, tan popular como la de la tasca más humilde, alberga cuadros y camisetas firmadas, enmarcadas y colgadas en las paredes sin ningún orden ni concierto, todas ellas de fútbol.
Quien vaya recomendado a este local -buena parte de la clientela- y esté acostumbrado a lugares de postín o de cierta ostentación incluso se detendrá a la entrada, confundido. «¿El Tulipán? ¿Qué tiene que ver este nombre con el marisco y los guisos asturianos?». Absolutamente nada. Buscará el comensal un signo de irrefutable contestación entre los elementos decorativos y, cuando encuentre en las losetas de la entrada la inscripción que alude a la especialidad del restaurante (fabada asturiana de marisco), entonces sí, entrará convencido. «Esto es a lo que yo venía», pensará.
Luego, en el comedor, prolongación de decoración futbolera, se sorprenderá de las raciones que presentan los platos y cazuelas de barro sobre las mesas. También de la rapidez y naturalidad con la que se pide y sirve todo, así como del público que llena el establecimiento a cualquier hora, explorando y preguntándose sobre la capacidad del estómago.
Escasos son los visitantes que se avienen a tomar un poco más de los platos. Y es que uno tarda más en cansarse de lo bueno. Como es bien sabido que la mejor garantía de la calidad de los platos y del servicio es la que procede de aquellos que se sientan a la mesa, el restaurante busca la diligencia estableciendo diferentes turnos de comida. Uno se ofrece a las 14.00 horas, y el segundo, a las 15.30.
Entretanto hay tiempo para tomar una ración de berberechos al natural, salpicón de marisco, langostinos a la plancha o almejas con piñones, un manjar ocasional que, al igual que otros platos de temporada que no aparecen en la carta, sirve para abrir boca.
El particular homenaje gastronómico se inicia con platos de este peso, antes de dar paso al principal, casi siempre una especialidad de la casa: la fabada de marisco (cigalas, gambas, nécoras y almejas) o las magníficas verdinas con langosta.
Éste último guiso, poco conocido para los que no estén familiarizados con la cocina asturiana, tiene como base una alubia (la verdina) que es parecida a la fabe, pero más pequeña, suave de sabor y verde por fuera, de ahí el nombre del alimento.
El tiempo de remojo y cocción que requiere dicho manjar es idéntico al de su hermana mayor, pero su adquisición resulta más costosa. Sobre todo cuando la calidad y cantidad solicitadas del producto son altas, como aquí ocurre. «Nosotros tenemos reservados en agosto 1.800 kilos de verdina, aunque luego requerimos otro suministro en octubre a causa de la enorme demanda del producto», asegura Angel, el dueño de un local que, además, tiene platos de temporada (cangrejos de río con tomate y guindilla y ancas de rana rebozadas, además de chuletón de Avila y chuletas de cordero) y cuatro platos del día (cocido completo el martes, menestra de carne el miércoles, guisote de patatas el jueves y lacón con grelos el viernes).
Angel sonríe y pasea por el comedor, hace las veces de camarero y comenta orgulloso sus ilustres visitantes, entre los que se encuentran muchos deportistas. Muestra, explica los detalles de los platos, está encantado con la filosofía del local, de cómo funciona y la denominación con la que ellos mismos se han bautizado y con la que todo el que vaya a comer estará de acuerdo: pato por fuera, cisne por dentro.
Comer hoy en día tan bien a un precio asequible parece una quimera. Por eso, el que vaya a El Tulipán saldrá contento. Tanto como el que tropieza, inesperadamente, con un tesoro.
RESTAURANTE EL TULIPAN
Dirección: c/ General Díaz Porlier, 59.
Metro: Lista (línea 4).
Horario: Hay dos turnos de comida: uno a las 14.00 horas y otro a las 15.30. Cerrado lunes y domingos por la noche.
Precio: 30-35 euros.
Teléfono: 91 402 50 27.
Platos de temporada: Cangrejos de río y ancas de rana rebozadas. La fabada de marisco y las verdinas con langosta, especialidad de la casa.