Éstas son algunas de las mujeres que pugnan por un mundo más justo y habitable. Algunas han llegado lejos. Otras, se mantienen en el casi anonimato. Y muchas más quedan por ser descubiertas.

Wangari Maathai.

Premio Nobel de la Paz en 2004, fue la primera mujer africana en recibir el prestigioso galardón. El Comité Nobel Noruego la eligió por su labor como secretaria de Estado de Medio Ambiente en Kenia, por sus proyectos de ayuda a los pobres y por luchar contra la deforestación plantando 30 millones de árboles. «Las mujeres africanas deben liberarse del miedo y romper el silencio», es la filosofía de esta madre de tres hijos, cuyo marido le puso una demanda de divorcio por tener «demasiado carácter, demasiado éxito y demasiada obstinación para poder ser controlada».

Mary Robinson.

La ex presidenta de Irlanda se convirtió el año pasado en la primera mujer premiada con el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, gracias a su «valentía, inconformismo y fibra moral». Fue nombrada por el ex secretario general de la ONU Kofi Annan Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos y se convirtió en la primer jefe de Estado que visitó Ruanda después del genocidio. Entre otras proezas políticas, se la recuerda por su visita sin precedentes, en 1992, a Irlanda del Norte. Y no hace muchos meses sentenciaba en una entrevista en estas mismas páginas: «Esa estúpida guerra contra el terrorismo nos está arrastrando al choque de civilizaciones».

Jamila Mujahed.

Luchó por los derechos de la mujer en el Kabul de los talibán y continúa en su batalla ejerciendo de periodista en un Afganistán peligroso para el ejercicio de la libertad de expresión. EL MUNDO la distinguió en la cuarta edición de sus Premios Internacionales de Periodismo. El jurado alabó su combate «a cara descubierta, por los derechos de la mujer y la libertad de expresión en Afganistán». Diariamente, esta periodista de radio y televisión desafía las amenazas de muerte de los más radicales por aparecer en la pequeña pantalla sin burka. Mujahed es también la directora de la única revista femenina del país afgano: Malalai. «En nuestro país, todavía hay chicas que se prenden fuego, hasta morir, porque su matrimonio ha sido acordado», cuenta Mujahed, cuyo sueño es que «hombres y mujeres vivan en paz y con igualdad en Afganistán».

Fatiha Budiaf.

Siete mujeres acapararon de forma conjunta el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 1998, dedicado a la defensa y la dignificación de la mujer. Fatiha Budiaf fue la primera mencionada. Esta argelina, viuda del ex presidente argelino Mohamed Budiaf, asesinado en 1992 por un integrista, preside la Fundación Budiaf, desde la que difunde un mensaje de paz y ayuda a las mujeres argelinas, en particular a las viudas.

Rigoberta Menchú.

La segunda garlardonada es conocida a nivel mundial. Guatemalteca y defensora de los derechos de las poblaciones indígenas latinoamericanas, ganó el Nobel de la Paz en 1992. Hoy día, está volcada con la Fundación Rigoberta Menchú Tum.

Fatana Ishaq Galiani.

Tercera destacada en el Príncipe de Asturias. Es presidenta y fundadora del Consejo de Mujeres Afganas, integrado por maestras, profesoras y doctoras universitarias.

Somaly Mam.

La cuarta galardonada es una mujer camboyana que fue vendida a los 13 años a los burdeles de Phnom Penh y acabó fundando una ONG para acabar con la explotación sexual infantil. La organización de Mam ha ayudado a recuperar de la calle a miles de niñas y adolescentes, y les ha proporcionado atención sanitaria, ayuda psicológica y mucho cariño.

Emma Bonino.

La quinta premiada necesita menos presentación que las anteriores por su presencia en los medios, al haber ocupado los cargos de comisaria europea y diputada. De nacionalidad italiana, Bonino ha liderado múltiples campañas de concienciación por los problemas de las mujeres.

Olayinka Koso-Thomas.

Nigeriana y residente en Sierra Leona, donde ha trabajado a favor de la abolición de la mutilación genital femenina, preside un comité que se preocupa por la salud de las mujeres y los niños africanos.

Graça Machel.

Procedente de Mozambique, fue ministra de Educación. Después de la muerte de su marido, Samora Machel, primer presidente de Mozambique tras la independencia, se centró en proteger a los más pequeños que habían sido víctimas de la guerra civil. Trabajó para la ONU y se casó con el ex presidente sudafricano Nelson Mandela. Pasará a la Historia por cuestionarse por qué lo más «inhumano» se encuentra en Africa. «¿Qué pasa con nosotros, los africanos?», se lamentó.