Ni Clos sabía lo que acababa de prometer. Hoy, dos años después y a cuatro meses de terminar la legislatura, las cifras son otras: en 15 años el Patronato Municipal de la Vivienda de Barcelona sólo ha construido 235 pisos sociales.

Aunque las listas de espera para compra y alquiler son inmensas, esto es lo que hay: 15 pisos al año para cumplir el mandato constitucional de tener una vivienda digna. Ya no hay excusas.

Los principales especuladores del terreno son los Ayuntamientos que lo recalifican a su gusto para conseguir fondos extras para el municipio y en ocasiones para el bolsillo de los ediles.

El alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, afirmaba esta semana que «se ha hecho un gran esfuerzo para facilitar el acceso del ciudadano a la vivienda». Sorprendente. En esto el nuevo alcalde es como los anteriores, repite la mentira tantas veces, que al final parece una verdad.

Decía este fin de semana Mª Teresa Fernández de la Vega: «No hay que tener barba, fumar puros y ser del PP para ser presidente del gobierno, sino conseguir que se fíen de ti». Que se lo cuente a sus compañeros de partido en la Generalitat y el Ayuntamiento, que les apodan los judas, porque entre Saura, Hereu y Puigcercós, cada declaración pública que hacen es para negar lo evidente.

Visto lo visto debería clausurarse el Patronato Municipal de la Vivienda a la vez que la oficina anti-moobing, por su ineficacia.Además de esto, los funcionarios que trabajan en esta institución se desesperan ante la falta de medios para poder ofrecer soluciones a las muchas familias que acuden en su ayuda.

Durante meses intenté dar solución al abandono de una mujer de mediana edad que vivía en un banco del Aeropuerto del Prat. Llamé a diario a la Conselleria de Benestar i Família, a la Policía local de El Prat y a los responsables de AENA, pero todos fueron incapaces de actuar con celeridad ante un problema tan grave.

No conseguí que ninguna institución pública se ocupara de ella y le diera la ayuda psicológica y el techo que necesitaba.

Al poco tiempo perdió el conocimiento y sólo cuando fue un cuerpo inerte tendido en el suelo, se la llevó una ambulancia al hospital.No fue la única.

Un ciudadano sudamericano que llevaba casi un año viviendo en la terminal B también apareció sin vida en sus instalaciones, y una joven negra pernoctó durante todo el verano en la terminal del Puente Aéreo sin que nadie le preguntara nunca si necesitaba ayuda. Un día desapareció, quien sabe si secuestrada por las mafias de la prostitución instaladas en Castelldefels.

Las instituciones que deberían haber ayudado a estas personas se pasan la pelota para no responsabilizarse de ellas por «falta de presupuesto» y la única respuesta que recibes a la llamada de socorro es «no es de nuestra competencia».

Como si ayudar a un desvalido fuera una cuestión de competencias.La ciudad de Barcelona necesita aprender modales, pero cuando se requiere la ayuda de la consellera de Benestar i Família, no puede nunca porque está inaugurando unos pisos de Protección Oficial.