CARLOS BOYERO
Sabiendo de la afición de la fatigosamente innovadora cadena La Sexta a ofrecer tratamiento lúdico y estilo insólito a los temas de siempre (los adictos al masoquismo pueden constatar ese pretendido aire nuevo en los comentaristas del fútbol) y habiéndome sorprendido hace tiempo en alguna madrugada insomne con la obsesiva visión de criaturas de dibujos animados succionando genitales, me acerco al programa Alessandra.... sólo sexo con la esperanza de que me eduquen e instruyan sobre los fascinantes enigmas e infinitas posibilidades del sexo. Y si no logro aprender nada, ya que a estas alturas de la analfabeta existencia es épico dejar de ser un patán, que al menos me provoquen una erección como Dios manda con ilustraciones pornográficas de la asignatura.
Y aparece una dicharachera y sonriente señora argentina regalándonos las cinco claves fundamentales para que las parejas no dejen que se extinga esa gozosa hoguera que se alimenta del intercambio de flujos, espermatozoides, sudores y salivas. Posteriormente, interrogan sobre su transparente erotismo a una dama racial y presumiblemente famosa que se llama Lorena Bernal. Espero impacientemente que aparezca el afrodisiaco, sentir el calentón, pero no hay forma. Aunque no me interesa lo más mínimo el parloteo científico o las teorías con afanes didácticos sobre algo que sólo se disfruta y se entiende practicándolo, me divertía mucho con las genuinas dotes de comedianta de Lorena Berdún y con el tono brillantemente profesoral de Elena Ochoa. Creaban espectáculo, tenían estilo y personalidad, una naturalidad extraña para hipnotizar al personal con las imaginativas cositas de la carne. Pero aquí ni me entretienen ni me excitan.
Sigo explorando las posibilidades de distracción que ofrece la noche y me encuentro en Mira quien baila con el sofisticado posmoderno Boris Izaguirre describiendo la sonrisa de Julio Iglesias Jr como «algo que lo ilumina todo» y descubriendo el principio de la relatividad al afirmar algo tan original y nada cursi como «uno baila como hace el amor». ¡Qué cojones será eso aun más abstracto que relamido de «hacer el amor»!
Como queda demasiado tiempo para que aparezcan Wyoming y Buenafuente, dos oasis en medio del generalizado buitreo o la cretinez satisfecha, me engancho en DVD a la cuarta temporada de 24, una droga dura. Haciendo apología de la tortura como un mal necesario, defendiendo a costa de lo que sea el implacable «Dios salve a América y que le den al resto», permitiéndose abusivas repeticiones, desvergonzada ausencia de verosimilitud y todo tipo de trampas argumentales, posee algo magnético, está diseñada con sabiduría. Jack Bauer, el primer héroe que no duda en machacar al cautivo, te mantiene despierto hasta la hora que le de la gana. Al encantado Bush y a un rojo tonto como yo.
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