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Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú. Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, hazlo tú (Gabriela Mistral) |
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DECADENCIAS |
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Vicente Llorens, exilio tras exilio |
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LUIS ANTONIO DE VILLENA
Aunque su centenario acaba de pasar casi de puntillas, siguen recuperándose libros de este estudioso valenciano, experto en exilios y exiliado él mismo muchos años. Vicente Llorens (1906-1979) fue un español republicano y liberal, discípulo de Américo Castro y maestro de Claudio Guillén. Esa clase de español al que uno -sin haberlo conocido- echa de menos. Lo diré claro, porque hoy ni le gustaría el PP -tan rancio, tan incapaz de renovarse- ni le gustarían las derivas mininacionalistas del PSOE, aunque Llorens defendió siempre lo valenciano y lo catalán como elementos integradores de la pluralidad de España. De una renovada y fértil España que soñó, y que, pese a tantos avances, no termina de llegar por las mezquindades caínitas.
Renacimiento de Sevilla (que tantos libros importantes está editando con excesivo silencio) acaba de publicar un tomo de artículos de Llorens: Estudios y ensayos sobre el exilio republicano de 1939, magníficamente editado por Manuel Aznar Soler. Ahí se recoge la obra dispersa del gran proyecto inconcluso de nuestro ilustre erudito, la historia intelectual (vasta y rica, sobrecogedora casi) del exilio republicano. Aunque el ensayo de 1976 La emigración republicana de 1939 parece un ancho centón de nombres por países, asombra en su relato de lo que fue y de lo mucho que queda por hacer.
Vicente Llorens es conocido por sus trabajos sobre Blanco White, por un tomo (no hubo más) de su autobiografía de exilado, Memorias de una emigración. Santo Domingo (1975), y, sobre todo, por su espléndido y reeditado Liberales y románticos. Una emigración española en Inglaterra, 1823-1834, que acaso sea su obra más singular. El libro le dio pie a cerciorarse de la triste irregularidad de la Historia contemporánea de España (demasiado dogmatismo, demasiados exilios, demasiadas guerras y persecuciones) comparando aquella expatriación liberal con la que él mismo vivió como republicano, y, antes, como lector de español en Colonia que tuvo que escapar por la llegada de Hitler al poder. Le consoló acompañar a su maestro, el gran lingüista y romanista Leo Spitzer, que era judío.
Aunque magnífica, la obra de Llorens (desperdigada también en artículos desde 1926) parece incumplida. Es lógico -Claudio Guillén puede dar testimonio- en persona de vida tan fértil pero tan difícil. Y cuando volvió a esa España anhelada y se asentó en una casa en Jalance, junto a Valencia, la muerte no tardó en llamar con su ronda. ¡Qué corta o mala suerte, sí, pero lo bueno qué bien aprovechado, qué rico de aventura! La innata simpatía que despierta Llorens (más allá de su labor y docencia) tiene que ver con la de tantos españoles, que ásperamente han hallado -o no- camino en su patria. ¿La tercera España? Otra Historia por hacer. Ser español es duro y hay que gastar (hoy todavía) demasiada energía en ello. Ojalá la España de todos llegue algún día, y alguna vez sea este el país inmenso de la plural mayoría. Vicente Llorens (alto y rico ensayista) no quiso cosa distinta.
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