El escritor y periodista polaco, considerado uno de los mejores reporteros del mundo, se despedía ayer de una intensa vida que le había llevado a informar desde medio mundo, dejando en el camino 27 revoluciones, 12 frentes de guerra y cuatro condenas a muerte por fusilamiento.
Kapuscinski era considerado uno de los maestros del periodismo del siglo XX, aunque para muchos profesionales nunca ejerció realmente como tal. «Su arte era el de escribir, Kapuscinski era un escritor, no un periodista», se lamentaba ayer Piotr Myslwsky, popular columnista de la prensa polaca, quien recordaba cómo «las historias más increíbles sonaban a pura rutina en boca de Kapuscinski».
Ryszard Kapuscinski nació el 4 de marzo de 1932 en Pinsk, en lo que hoy es Bielorrusia, pero hasta la II Guerra Mundial fue parte de Polonia. «Es curioso, pero ya nació viajando, siempre moviéndose, siempre inquieto», recordaba ayer en Radio Polska el periodista Marek Nowak, bromeando sobre el hecho de que Kapuscinski nació en una ciudad que a los pocos años dejó de ser polaca por los acuerdos posteriores a la guerra.
Licenciado en Historia en la universidad de Varsovia, con 17 años debutó en el periodismo en la revista Hoy y mañana. Sin embargo, su consagración como auténtico periodista llegaría en Agencia Polaca de Noticias (PAP), donde ingresó con 18 años y donde estaría durante las tres décadas siguientes, hasta 1981. Kapuscinski fue en aquellos momentos un auténtico joven insaciable y consiguió saltar las barreras del régimen comunista para convertirse en corresponsal internacional, lo que en alguna ocasión le ha valido las críticas de ciertos sectores conservadores de Polonia al considerarle excesivamente neutral en sus relaciones con el comunismo. La realidad es que Ryszard Kapuscinski fue siempre un personaje apolítico, aunque en alguno de sus libros condenó cualquier forma de totalitarismo.
Su vida ha sido siempre una lucha por la verdad y por la libertad. Criticó tiranías y nacionalismos cerriles con osadía: «Los nacionalismos son un problema», decía. «Si los manejamos bien pueden ser un fenómeno muy positivo dentro de un mundo globalizado. Pero si los manejamos con mala voluntad, con el odio, pueden convertirse en un arma muy peligrosa. Las ideologías tienen un doble filo, son como un cuchillo: pueden servir para matar o para cortar el pan. Depende mucho de la gente y también de los medios de comunicación, que tienen un poderío enorme. Aunque no todos los periodistas somos conscientes del poder que tenemos».
En el acta del jurado que le concedió el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades se destacaba que a Kapuscinski se le otorgaba el galardón «por su preocupación por los sectores más desfavorecidos y por su independencia frente a presiones de todo signo, que han tratado de tergiversar su mensaje».
«No se ha limitado a describir externamente los hechos sino que ha indagado sus causas y analizado las repercusiones, sobre todo entre los más humildes, con los que se siente hondamente comprometido», destacaba el jurado.
Y calificaba sus trabajos de «valiosos reportajes, agudas reflexiones sobre la realidad circundante y, al mismo tiempo, ejemplos de ética personal y profesional, en un mundo en que la información libre y no manipulada se hace más necesaria que nunca».
Kapuscinski, que en los últimos meses vio mermada su salud hasta el punto de tener dificultades para andar y moverse, no dejó en ningún momento la máquina de escribir.
Fue operado el pasado sábado, porque los médicos consideraron que solamente una intervención quirúrgica podía devolverle la salud o, por lo menos, frenar su deterioro.
Ryszard Kapuscinski compartía su tiempo entre el dictado de conferencias, viajando y escribiendo libros en su casa de Varsovia, donde tenía fijada su residencia y donde compartía tertulias eternas con escritores como Czeslaw Milosz o Zbigniew Herbert sobre los procesos relacionados con la globalización y sus posibles consecuencias en la vida humana, cuestiones que ocuparon especialmente la atención de Kapuscinski en los últimos años.
Obituario en página 7.