Al igual que hace un año, Roger Federer está en las semifinales del Abierto de Australia sin ceder un solo set. El defensor del título buscará su tercera corona en Melbourne, su décimo título del Grand Slam, después de vencer a Tommy Robredo, séptimo cabeza de serie, por 6-3, 7-6 (2) y 7-5. Se enfrentará a Andy Roddick, cómodo vencedor de Mardy Fish por un triple 6-2. Los otros dos semifinalistas se definen hoy. Rafael Nadal juega ante Fernando González (09.30, La 2 y Eurosport) tras el encuentro entre Tommy Haas y Nikolay Davydenko.
Decía un maltrecho Carlos Moyà antes de medirse con Federer en los octavos de final de Roland Garros, en 2005, que saldría a la pista a disfrutar, a complacerse en el honor de cruzar su raqueta con uno de los grandes de la historia. Perdió, sin presentar apenas oposición, por 6-1, 6-4 y 6-3.
No deja de ser un planteamiento inteligente el del ya veterano tenista de Palma, una manera de paliar la frustración que genera el suizo en la inmensa mayoría de sus rivales. Robredo fue una víctima más en la intachable trayectoria del número uno del mundo, que no pierde un encuentro oficial desde que Andy Murray le derrotase en la segunda ronda del Masters Series de Cincinnati, el pasado agosto.
Una versión discreta de sí mismo, con 31 errores no forzados y cuatro breaks concedidos, le alcanzó para desembarazarse sin demasiados sudores de un Robredo digno, aunque presa de la lógica desesperanza cuando vio esfumarse sus opciones de estrechar el duelo.
«Si en un partido tienes cinco oportunidades de hacerle una ruptura y no le sacas un set, te queda esa sensación de saber qué hubiera pasado si hoy [por ayer] le gano uno», comentó el gerundense tras sufrir la séptima derrota en otros tantos enfrentamientos con Federer.
Al bicampeón no le hace falta apurar en exceso las marchas. Juega para la eternidad y tiene condiciones para entrar en ella. No parece pensar sólo en los próximos partidos, sino en mantener ese cuerpo impoluto, ajeno al desgaste entre sus congéneres, hasta quebrar todos los registros posibles.
Robredo vive el mejor momento de su vida. Ha disputado por tercera vez los cuartos de final de un Grand Slam (lo hizo también en Roland Garros, 2003 y 2005) y, a diferencia de las anteriores ocasiones, esta vez puede darse por satisfecho por el torneo realizado. Ha llegado hasta donde debía llegar y ha caído contra quien no le quedaba otro remedio que caer. «Lo que tengo claro es que este partido, si lo hubiéramos jugado el año pasado, seguramente habría sido más fácil para él. Ya se verá si más adelante le puedo plantar algo más de cara», valoró.
Federer rompió en el inicio del primer set y tuvo siempre las situaciones bajo control, pese a ceder en dos ocasiones su servicio en este parcial. Resolvió el desempate del segundo confortablemente, en el lance más comprometido de la tarde australiana. «Ha sido un partido más exigente que los anteriores», comentó, quejoso por el viento y las condiciones de una pista «muy lenta».
El revés.
Robredo buscó continuamente su revés y trató de abrir ángulos a ambos lados de la cancha, ganando en agresividad conforme avanzaba la disputa. Se pudo ver al de Basilea por la cinta con más frecuencia de la acostumbrada, una decisión habitual cuando se le enredan los partidos más de la cuenta.
Le aguarda Andy Roddick, a quien recibe con un espectacular saldo de 12 victorias en 13 partidos. El último triunfo del estadounidense, sexto preclasificado, hay que buscarlo en las semifinales de Canadá 2003, si bien le derrotó en las vísperas de este Abierto de Australia en la final del Kooyong Classic, un torneo de exhibición. En la ronda robin de la Copa Masters del pasado noviembre dispuso de bola de partido contra su próximo rival. «He perdido unas cuantas veces frente a él, pero siento que estoy mejorando mucho», aseguró.
Sin demasiada tregua tras su colosal batalla contra Andy Murray, Rafael Nadal se las verá hoy con Fernando González, décimo cabeza de serie. El chileno está jugando el mejor grande de su carrera. La última prueba de ello fue la victoria en octavos contra Blake, quinto favorito.
«Rafa es increíblemente fuerte. Me gusta ver cómo batalla, me encanta. Creo que al final estuvo más fuerte que Murray y mereció ganar», dijo ayer Federer, por cuya cabeza acaso empiece a rondar la posibilidad de encontrarse de nuevo con el español en el partido definitivo, como sucedió el pasado año en Roland Garros y en Wimbledon.