Pero Ibarretxe no ha nacido para esas sutilezas y, el pasado lunes, después de un fin de semana donde los amigos de Otegi sembraron la geografía vasca y navarra de actos de kale borroka volvió a propinar una patada a ese Estado de Derecho, recibiendo en Ajuria Enea a dos personajes, el citado Otegi y Rufino Etxeberría, que todavía no han tenido a bien condenar el brutal atentado de ETA en Barajas. Y lo hizo -en un claro gesto desafiante a la Justicia-, nueve días antes de tener que acudir como imputado ante el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco dentro de una causa abierta contra él por otra reunión con Otegi celebrada en la sede oficial de la Presidencia del Gobierno vasco en abril.

Ibarretxe es un político gris y mediocre. Es, con mucho, el peor lehendakari que ha tenido Euskadi. El actual inquilino de Ajuria-Enea se cree llamado por Dios y por la Historia para conducir a su pueblo a no se sabe qué tierra prometida. Los resultados están a la vista: dedicó la anterior legislatura de 2001 a 2005 a darnos la matraca con su cansino plan, aprobado en un Parlamento vasco dividido en dos mitades, gracias a unos votos prestados de ETA-Batasuna, y cuyo rechazo por una amplísima mayoría en el Congreso de los Diputados produjo en nuestro personaje una especie de pataleta que le llevó a plantear las elecciones autonómicas de abril del 2005 como un plebiscito a su plan.

Ibarretxe sufrió entonces una gran derrota personal y política en esas elecciones de las que todavía no se ha recuperado, ya que obtuvo 176.000 votos menos que en las inmediatamente anteriores, celebradas en mayo del 2001, y la coalición PNV-EA pasó de tener 33 diputados en el Parlamento vasco a 29. En estos dos últimos años ha estado como ausente y sólo ahora, cuando con el atentado de Barajas ETA ha roto el «alto el fuego permanente», se ha animado a asomar un poco la cabeza, eso sí, dando a todo el mundo lecciones sobre lo que entiende por discreción y la mayoría de los ciudadanos denominamos ocultismo en sus entrevistas políticas.

Este lehendakari no pasará a la historia ni por su capacidad de liderazgo ni por buscar el consenso con los no nacionalistas. Su plan era excluyente, y fue elaborado pensando sólo en una parte de la sociedad vasca, la nacionalista. Tampoco será recordado por haber demostrado una gran cercanía a las víctimas, a todas las víctimas. Ibarretxe se encuentra mucho más cómodo reuniéndose en Ajuria Enea con Otegi que con los responsables del Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco. Así le va y así nos va.