MADRID. - Ya no tendrán que llorar más los maniquíes, plástico apuñalado de alfileres por detrás. Ahora son muñecos escuálidos e imposibles y, a veces, les queda tan grande un vestido de la talla 38 que los humanos que les mandan se lo ajustan a alfilerazos por la espalda y a traición. Y ya no tendrá ninguna chica que pedir al dependiente que le saque una 42 del almacén y salir de la tienda sintiéndose vaca en esta piel de toro que cree que el hueso es bello. Nada de eso seguirá ocurriendo si se cumple el acuerdo que la industria de la moda y Sanidad firmaron ayer: homogeneización de las tallas, promoción de una «imagen saludable», ni un maniquí por debajo de la 38 e incorporación de la 46 al tallaje normal y no especial.
Ha costado 10 meses de reuniones de trastienda y lenguajes diferentes, proceso de paz entre el Ministerio y la moda, el uno asustado desde hace años por la anorexia cabalgante y la otra adelgazando desde los años 80 el modelo de belleza. Al final, ayer, la ministra Elena Salgado colocó su firma junto a las de seis colectivos de creadores y grandes empresas de ropa (entre ellas, El Corte Inglés, Zara, Mango y Cortefiel) para que la moda no frustre a quien no es una modelo.
Aunque ha habido presión ministerial, el acuerdo es voluntarista, tinta de autorregulación, buenas intenciones, aunque, eso sí, con firma y fechas de por medio.
La moda se compromete a homogeneizar las tallas, que una 40 mida lo mismo en una marca que en otra. Además, promete ofrecer una información adicional sobre las tallas «que refleje las medidas corporales que corresponden a cada prenda para que el consumidor pueda conocerla, comprenderla y compararla».
Esa guía de medidas beberá del estudio antropométrico que Sanidad va a iniciar en febrero para saber qué miden realmente las españolas.
Nada hay escrito, ni en la UE ni en España, que obligue a unificar tallas. Por eso, las medidas no siempre coinciden y crean problemas a los clientes, sobre todo a las mujeres.
Lo tiene medido la Confederación de Consumidores y Usuarios, que ayer dijo que el 82% de las mujeres no puede utilizar siempre la misma talla, debido a las medidas diferentes que utilizan los diseñadores de moda o las grandes marcas de ropa.
Lo explica a pie de fábrica una empresaria de la moda: «Las medidas de las tallas dependen de cada fabricante. Para algunos que venden a señoras, no a jóvenes, es importante que las tallas sean grandes porque la señora se va de la tienda contenta de haber cabido en una 44 cuando sabe que es una 46. Así, se siente más delgada. Para mí, eso no es un problema: la persona se va contenta y su autoestima no se resiente».
«El problema», prosigue, «es cuando pasa al contrario. El fabricante hace tallas cada vez más pequeñas para que el modelo se vea más bonito. A veces, las tallas grandes son escondidas en el almacén y es necesario pedirlas a los dependientes para que las saquen. Parece que tener tallas algo más grandes hace que el modelo se vea más feo, porque es más atractivo un vestido pequeño que uno grande. Entonces, la persona, que además suele ser muy joven, sale de la tienda sintiéndose una vaca. Para algunas chicas, tener una talla 40 es una aberración; imagínese si, además, no caben en ella».
Esta depresión sin rebajas tiene que ver con el patrón actual de guapura. «No es razonable que en una sociedad moderna se creen estereotipos de belleza alejados de la realidad social de una comunidad. Es un compromiso de todos que belleza y salud vayan de la mano», dijo ayer la ministra más delgada del mundo, mujer en constante e inútil búsqueda de algunos kilos de más, según confesión propia.
Dice Sanidad que el modelo ideal de belleza que se propugna en algunas ocasiones desde la moda se asocia a una excesiva delgadez y a una búsqueda permanente de la juventud. O sea, que es «inalcanzable y puede provocar, en casos extremos, trastornos de salud graves».
Aquí, el acuerdo escribe uno de sus puntos más importantes. Las modelos de pasarela y los maniquíes de las tiendas deberán tener en cuenta las medidas «normales de la población», por lo que no podrán bajar de la talla 38. Esas mujeres inmóviles del escaparate están en la 34 o la 36 y venden ropa en pequeño, que queda mejor. El compromiso de la industria empieza hoy, pero tiene cinco años de plazo para cumplirse.
Además, el acuerdo establece que la talla 46 no se considere especial, aunque muchas firmas nunca la han catalogado así.