Miércoles, 24 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6247.
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CRISIS INSTITUCIONAL / El jefe del Estado puede renunciar o mantenerse en el cargo hasta que expire el mandato en mayo / El Parlamento puede votar su destitución / Le reemplazaría la presidenta de la Asamblea
El presidente de Israel será juzgado por acoso y violacion a varias funcionarias
MARTA MIERA. Especial para EL MUNDO

JERUSALÉN.- El fiscal general, Menahem Mazuz, decidió ayer que el presidente de Israel, Moshe Katzav, sea juzgado por supuestos delitos sexuales, entre ellos violación, contra cuatro funcionarias con las que trabajó a lo largo de su carrera.

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Una vez más, una tormenta política envuelve al Estado hebreo. El presidente israelí, un político aparentemente discreto y brillante en su carrera, ha dejado atónita a la sociedad israelí. Katzav podría dimitir o bien optar por mantenerse en el cargo hasta que expire su mandato en mayo próximo.

Hacía ya varios meses que las amenazas de un posible juicio pesaban sobre Katzav, quien hasta el año pasado, cuando saltaron las denuncias de 14 mujeres que lo acusaron de haber cometido distintos abusos sexuales, gozaba de una aureola de persona prácticamente intachable y con un futuro prometedor.

Katzav será llevado a los tribunales por ser sospechoso de violar a una de sus secretarias en la propia residencia presidencial de Jerusalén y por haber abusado sexualmente de una de sus funcionarias cuando era ministro de Turismo, a finales de los años 90.

Los otros dos casos, de un total de 14 denuncias por abuso sexual, no han trascendido y fueron descartados por haber prescrito, según fuentes del poder judicial.

Entre los cargos de abusos sexuales, figurarían delitos de acoso por la fuerza y abuso sin consentimiento de la víctima. Además, es sospechoso de estafa, abuso de autoridad y de impedir la presentación de testigos. Se trata de las más graves acusaciones jamás realizadas contra un dirigente israelí.

La decisión, esperada ya desde hace semanas, no será definitiva hasta que Katzav tenga la oportunidad de defenderse de los cargos, de los que hasta el momento se declara totalmente inocente. Asegura ser víctima de un complot político.

El jefe del Estado de Israel, de 61 años, de origen iraní y aspecto dulce e impecable, que parecía ser una autoridad moral y la encarnación de la unidad nacional de los israelíes, corre el peligro de cumplir entre tres y 16 años de cárcel por los delitos de los que se le acusa.

Ya durante la investigación policial Katzav desmintió haber cometidos esos delitos y, según la ley, puede seguir en funciones hasta terminar su mandato, en mayo próximo, ya que goza de inmunidad. Si se negara a dimitir, el Parlamento puede destituirlo con el voto de 90 de sus 120 miembros. Asumiría el cargo en funciones la presidenta del Parlamento, Dalia Itzik.

A pesar de que la gran mayoría de los partidos le exhortaron durante la investigación a renunciar «para salvar la institución presidencial», y aunque el propio fiscal general le aconsejó que dimitiera de forma provisional, Katzav se negó a hacerlo.

«Soy víctima de una campaña de calumnias. No hay que dejar que un linchamiento mediático perjudique la investigación. Tengo la intención de luchar hasta el final para demostrar mi inocencia», dijo el presidente Katzav. El pasado lunes, tras varios meses sin hacer declaraciones públicas, Katzav se comparó incluso con el capitán francés Alfred Dreyfus, judío que, falsamente acusado de espionaje para Alemania, fue expulsado del Ejército a finales del siglo XIX y rehabilitado varios años más tarde.

Sin embargo, los testimonios de las mujeres que declararon en el curso de la investigación contra el presidente eran escalofriantes. «Si no conseguía lo que quería, usaba la fuerza. Era brutal», dijo una de las supuestas víctimas de sus abusos.

Para la «mujer número dos», como la identificaba entonces la prensa israelí, todo empezó con simples elogios del tipo: «¡Qué guapa eres!».

«Después, seguía con un abrazo paternal. Un poco más adelante, ya eran toqueteos de mi cuerpo, de mi pelo y mis piernas. A veces me pedía que viniera a la oficina con falda o una camisa de botones, que es muy fácil de quitar. Me llamaba a su despacho, lo cerraba con llave y empezaba a propasarse. Era brutal. Si no conseguía lo que quería, usaba la fuerza», explicó la mujer a un amigo cercano, según publicó en octubre pasado el diario Yediot Aharonot.

El testimonio de esta mujer israelí y de otra conocida como A. fueron el fundamento principal del caso criminal 216698-06 de la policía israelí, cuyas conclusiones fueron demoledoras: el actual presidente, Moshe Katzav, violó a su empleada cuando oficiaba como ministro de Turismo.

El presidente israelí, veterano miembro del ala derecha del Likud, fue elegido en el año 2000 para un mandato de siete años por la mayoría de los 120 diputados que forman el Parlamento israelí, y su cargo finalizaría en mayo próximo.

Uno de los abogados del presidente Katzav, Tsion Amir, afirmó ayer que el presidente se siente «muy ofendido» por la decisión del fiscal general y que está decidido a seguir luchando para «demostrar su inocencia».

Pero, por el momento, sus abogados también han anunciado que Katzav cesará temporalmente en sus funciones, en el caso de que el fiscal general decidiera finalmente someterlo a juicio. Según los letrados, el fiscal Mazuz sólo le habría comunicado al presidente que estaba «sopesando» someterlo a un juicio.

Desde que estalló el escándalo, en julio del año pasado, varios ministros -entre ellos, la titular de Asuntos Exteriores, Tzipi Livni, y el de Educación, Yuli Tamir- ya hicieron público su deseo de que el presidente dimita de sus funciones.

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